Nootrópicos, la eficacia en la sociedad del rendimiento
LAUSANA, Suiza.- Durante un curso acerca de la esencia de la técnica moderna en una escuela de arte en Lausana, Suiza, uno de mis alumnos hizo público el hecho de que aquella mañana había consumido una mezcla de microdosis de LSD. Remarcó que no se trataba de un hecho aislado de su parte. Las razones eran de esperar: extremar el horizonte de la percepción y agudizar la concentración; en suma, rendir al máximo de sus posibilidades y hasta un poco más allá. Subrayó que no se trataba de algo nuevo. Desde hace años, los empleados de las empresas más poderosas del planeta, en Silicon Valley, por ejemplo, recurren a este tipo de "suplementos". Ese mismo día pude corroborar sus dichos: difícil repasar los cientos de artículos sobre el asunto que se multiplican en la Web.
Las microdosis de LSD hoy forman parte de lo que se consideran nootrópicos, sustancias que actúan como moduladores tanto de la fisiología como de la psicología y producen en el individuo un aumento cognitivo sin efectos nocivos sobre la salud (al menos no de modo evidente). Son promovidos como una forma de mejorar las condiciones de vida, pero también actúan en casos específicos, como en el aumento de la motivación, por ejemplo. La idea detrás de los nootrópicos es que allí donde vemos un cuerpo sano se esconde en verdad un cuerpo enfermo, y la tecnología se ha convertido en el medio que permitirá "curar" a los individuos de su carne, siempre imperfecta e incompleta.
También participan de esta suerte de búsqueda de alto rendimiento los denominados "alimentos totales", que se proponen como sustitutos de la alimentación. Estos productos -un polvo al que se le agrega agua- contienen todo lo que el cuerpo necesita, de allí que sean llamados protein powder. Se esgrimen a su favor otros argumentos comerciales: eficacia nutricional, calidad de los preparados, respeto por los animales, tiempo ganado. Sin embargo, su consumo, cada vez más extendido, resulta sintomático de un abandono del cuerpo como lugar de placer. Estos alimentos desprecian el proceso de preparación de la comida y los sabores, además de la convivialidad de los comensales alrededor de una mesa.
Se trata de la versión puritana de una alimentación que ya no tiene que participar del sabor de la vida y es considerada, en cambio, un deber biológico que hay que satisfacer lo más rápido y eficazmente posible. En el imaginario de la sociedad del rendimiento y de la optimización, los complementos alimentarios bien elegidos evitarán o limitarán las enfermedades, ralentizarán el proceso de envejecimiento y multiplicarán las capacidades orgánicas.
El filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han describe, en su libro La sociedad del cansancio, el modo en que la sociedad del rendimiento evoluciona lentamente hacia una sociedad del dopaje. De hecho, muchos han comenzado a reemplazar la expresión "dopaje mental" por fórmulas del tipo "refuerzo o complemento neurológico". Son varios los científicos que subrayan con insistencia los beneficios de utilizar nootrópicos de modo cotidiano.
¿Cuál es el precio de esta búsqueda omnipresente de eficacia? ¿Cuáles son sus implicancias? En muchos casos, genera un sufrimiento existencial que adopta diferentes tipos de afecciones neuronales, así como depresión, burn-out, borderline o síndrome de hiperactividad. También produce aislamiento y un deterioro en los vínculos humanos.
La sociedad del rendimiento generalizado, con sus disfunciones, está íntimamente ligada a la imposibilidad de aceptar y asumir lo negativo. La negatividad no rinde, no suma, resiste la optimización, inhibe el stock. Así, todo va tendiendo a lo informe, porque la forma es la condición del límite, es decir, de la diferencia y la alteridad. Lo incontrolable, lo imprevisible, lo inmanejable, es visto como una forma de la negación que hay que superar o eliminar por todos los medios. En este escenario, la positividad extrema en todas sus facetas se erige como único horizonte posible.
Desde la cercanía de un Buenos Aires de antaño, resuena la evocación de Borges: "Seguro de mi vida y de mi muerte, miro a los ambiciosos y quisiera entenderlos". Se trata de un poema, "Jactancia de quietud", que termina con un verso que bien podría ser un manifiesto del antirrendimiento y a la vez, quizá, la invocación de un mundo todavía posible, donde consigamos habitar en la pausa, en un tiempo intermedio, no calculable, inútil y probablemente más humano: "Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar".
El autor es filósofo DEA UNED Madrid, licenciado en Derecho y Ciencias Políticas (UCA)