No todos en el mismo lodo
Nadie se atreve a desafiar la consigna "Argentina unida". El Presidente anunció al asumir el mando que pondría fin a la grieta que nos divide. Ese propósito, sin embargo, quedó confinado a un discurso que los hechos se empeñan en desmentir día tras día. "Ellos y nosotros" reapareció en las voces del oficialismo para mostrar a la sociedad que solo el Frente de Todos puede encaminar este país y sacarlo del pozo que heredó. Toda responsabilidad en esa herencia, dicho sea de paso, negada.
Los que quedaron confinados al lugar de "ellos" están cada vez más convencidos de que las buenas intenciones del Presidente fueron una trampa mientras el tribalismo prolifera en esta sociedad, despojada de toda moderación.
El país está dividido entre supuestos progresistas y supuestos retardatarios, entre peronistas y antiperonistas, kirchneristas y antikirchneristas, autócratas y republicanos y los que viven del Estado y los que dependen de su capacidad de generar ingresos
El país está dividido entre supuestos progresistas y supuestos retardatarios, entre peronistas y antiperonistas, kirchneristas y antikirchneristas, autócratas y republicanos y los que viven del Estado y los que dependen de su capacidad de generar ingresos. La pandemia también se ha politizado. Una cuarentena a la que no se le conoce fin y acelera el hundimiento de la economía y de la sociedad en la pobreza, divide a los provida o promuerte, en la óptica sesgada del Presidente, que no le teme a la polarización y que es renuente a toda crítica constructiva.
Los análisis suelen responsabilizar a la grieta por divisiones partidistas que obturan la construcción de acuerdos sobre políticas al servicio del interés general. Sin embargo, no es así. Juntos por el Cambio, tanto en el gobierno como en la oposición, ha estado abierto a negociar y aspira a resolver los problemas. Así lo manifestó la importante cantidad de leyes consensuadas que jalonaron el Congreso en la gestión de Cambiemos y la disposición de otorgar poderes extraordinarios al presidente Fernández para enfrentar los desafíos de la negociación de la deuda.
Esto ocurrió en un contexto institucional novedoso: JxC fue derrotado por un margen muy estrecho y tiene un poder institucional que lo convierte en pieza clave de la legislación. ¿Cómo sancionar leyes sin buscar consensos, sin una argumentación pública capaz de generar los apoyos? Acaso con apenas el quorum de los 129 diputados ignorando el peso de la oposición parlamentaria. ¿Acaso las desmesuradas prebendas otorgadas en un país quebrado serán la clave de bóveda para aplastar a las minorías y respaldar a quienes tienen serios problemas en el fuero penal federal, como ocurre con el proyecto de reforma del Poder Judicial? ¿Cómo se habrán de financiar esas nuevas erogaciones? Sin moneda, sin crédito y sin inversiones, la reforma del Poder Judicial aparece como una apuesta contra reloj para garantizar la impunidad de unos pocos. La larga degradación de la capacidad de los gobiernos para dar respuesta a los problemas públicos acuciantes de este país se agiganta.
El supuesto que implica la grieta es que el FdT y JxC son una imagen especular uno de otro. El peronismo creó el antiperonismo a su imagen y semejanza y el kirchnerismo hizo lo mismo con el antikirchnerismo, pero hoy esas oposiciones no alcanzan para caracterizar a la coalición opositora, que no se deja reducir a la negación del kirchnerismo, y tampoco al Frente de Todos, coaligado por el frágil lazo de la omnipotencia del poder de la vicepresidenta. Alberto Fernández radicaliza sus posiciones sobre el papel del Estado, la propiedad privada, el Poder Judicial y los medios. JxC se mantiene unido a pesar de sus divergencias y propone medidas que respondan a las dificultades reales que enfrenta la ciudadanía.
La pregunta que perdura sigue siendo: ¿es posible gobernar la Argentina? La debilidad de nuestras instituciones, siempre amenazadas por el atropello de un poder que ignora leyes y que, ya desde 1930, nos tiene acostumbrados a que las leyes reinen según el humor de los poderosos de turno, es un lastre mayor. La ambición de una expresidenta que ha regresado para hacer tronar el escarmiento y que la historia la absuelva de toda culpa, arropada por la pobreza escandalosa del conurbano bonaerense, define rasgos peculiares de esta coyuntura crítica. Y sin embargo, un punto de inflexión es la negativa de la oposición a someterse a las reglas de un Congreso virtual, amañado con los recursos de la nueva tecnología, y las mañas de siempre para colectar fieles y neutralizar opositores.
¿Podrán avanzar sin transar? Esperemos que no. Confiemos en frenos para el atropello. En una sociedad que resiste a banderazos y en una dirigencia política opositora responsable, se juega nuestro futuro.
Politóloga