No tan Juntos para el Cambio
“No están mostrando lo que significa una calidad esencial para dirigir un país, que es la templanza y la serenidad. Los veo muy ansiosos a todos, muy excitados, muy en la disputa menor. Es casi como un reino de chismosos, hay que salir de eso”, dijo sin tapujos Elisa Carrió al referirse a las escandalosas peleas internas entre miembros de Juntos por el Cambio.
Carrió y Macri tienen sus diferencias públicas, pero parecen mostrarse como los que más y mejor entienden cómo construir una alternativa de gobierno. En gran parte se le debe a Carrió, que supo instalar esa prédica, y a Macri, que la adoptó: el valor que tiene en el no peronismo reunido en Juntos honrar y sostener el republicanismo, y que sea una condición innegociable. No en vano el sector peronista que se sumó a Juntos, liderado por Miguel Pichetto, se denomina “Peronismo Republicano”. Con ese afán de elevar los valores republicanos, Carrió, Macri y la UCR con una historia que la identifica, consiguieron que la coalición opositora tenga una bandera que los une y los distingue por sobre el resto, algo que no resulta poco y toma más valor estos días en medio de una serie de peleas públicas que fueron la noticia política de la semana.
La pregunta que muchos se hacen es por qué los dirigentes de Juntos por el Cambio dirimen en público sus diferencias exponiendo cierta debilidad política en la unión de ideas que obligadamente deberían estar demostrando a su electorado. Hoy no están comprendiendo el momento único que la historia les presenta como una oportunidad inédita para volver a gobernar frente a un peronismo desgastado, con un Presidente que no tiene liderazgo ni sobre los suyos, que los ha llevado a la peor derrota electoral de ese espacio desde su existencia, que la decadencia de un liderazgo, el de Cristina Kirchner, que supo hacerlos todopoderosos y hoy resulta un obstáculo para rearmar el partido sin ella, que mantiene su agenda con la mira puesta en la justicia, que seguramente será relevante el año próximo si llega a condenarla en la Causa Vialidad y dan comienzo otros juicios ligados a la corrupción. Todo esto sumado al pésimo manejo de la pandemia, la inflación descontrolada, la inseguridad, lo cual demuestra que no solo no resolvieron un problema sino que agravaron todos.
Teniendo en cuenta que el peronismo nació en el poder y se construyó como un partido de poder en la política argentina, que en el afán de sostener ese poderío ha saltado a veredas ideológicas opuestas de un momento a otro; que sus líderes se acomodaron a la coyuntura sin pruritos ni convicciones claras, que gobernaron esgrimiendo ideas que no tenían relación con su propia historia -Carlos Menem y los Kirchner son un gran ejemplo de esto- que no dudan a la hora de cambiar las reglas de juego si esto sirve para sostenerse en el gobierno, cuesta creer que, sabiendo todo esto, en la oposición no puedan sacar provecho de un escenario electoral tan favorable y quizás irrepetible.
Si bien Juntos se muestra en las antípodas del peronismo a la hora de construir liderazgos, no creen en el verticalismo y pregonan la horizontalidad del debate, pareciera que esta fórmula no estaría funcionando sin un referente o líder que tenga la capacidad de unificar posiciones. Cuando en 2015 nació Cambiemos estaba claro que, luego de las PASO, Mauricio Macri ocupaba ese lugar de liderazgo, que le permitía ordenar el frente interno, donde nunca faltó el debate desafiante de sus aliados. Pero el poder ordena, y con algunos reclamos públicos y diferencias, pudieron acordar todo, frente al temor de una salida anticipada del gobierno, un karma que acompañó a los gobiernos no peronistas desde 1928.
Hoy la puja es por ese liderazgo: como no existen padrinos en Juntos que elijan sucesores el lugar hay que ganárselo, y está bien que así sea. La política necesita siempre del debate de ideas para enriquecerse y de las aspiraciones personales de quienes dan esos debates, pero hay que saber leer los momentos y entenderlos. Todos los dirigentes del espacio opositor dicen de manera constante que sus equipos técnicos, desde las Fundaciones Pensar, Alem y Hannah Arendt, trabajan en una propuesta común, pero no es esa la imagen que están dando a un sector de la sociedad, que los acompañó en 2019 y en 2021, sumando votos por encima del 40%, y hoy espera más de ellos. La puja adentro del Pro y de la UCR desgasta, y lleva a sus seguidores a afirmar públicamente que jamás votarían por uno u el otro, perteneciendo ambos al mismo partido, porque la interna contagia y baja, lacera y perjudica el armado opositor.
El oficialismo va a dar pelea, intentará llegar a las próximas elecciones sin que la bomba económica explote, tratará de eliminar las PASO, elegirá quien mejor lo represente, desdoblará elecciones provinciales para sostener sus feudos y su poder territorial, algunos se podrán desentender del proyecto nacional e intentarán defender lo que sienten propio. Pero si hay algo que no hará es no tejer una estrategia de poder, mucho más si lo de esta semana se repite y la oposición muestra sus heridas en público. Como dijo un dirigente radical que supo acompañar a Raúl Alfonsín en todo su gobierno: “ojalá las heridas sanen rápido, que no sangren, porque si el peronismo huele sangre, te lleva puesto”. Es que, a pesar del escenario tan particular, la elección aún no está definida.
Pero estamos frente a un momento tan delicado para el país y con ejemplos cercanos de países de la región que, aún con mejores condiciones sociales y económicas que la Argentina, entraron en un espiral de crisis política que terminó con ciclos históricos como sucedió en Chile, Colombia, Perú y podría repetirse en Brasil, dados los últimos acontecimientos, que imperiosamente se necesita de una posibilidad clara de alternancia que garantice la estabilidad del sistema.
Juntos por el Cambio deberá entender que no solo de llegar al poder se trata, sino que el traje que te viste de alternativa debe ser llevado con responsabilidad. Las chicanas, los desafíos públicos, el no reconocimiento del otro, solo ponen en evidencia que el poder no es para cualquiera y que a la unidad no solo hay que declamarla, hay que ejercerla.
Es justamente lo que una parte de la sociedad está esperando de ellos.