No sólo son las armas, es la cultura
NUEVA YORK
En un reciente incidente en el subterráneo de Nueva York, un hombre armado disparó contra 10 personas luego de tirar dos granadas y hacer 33 disparos antes de huir. Ello ocurrió exactamente un día más tarde que el presidente Joe Biden había anunciado nuevas medidas contra las armas de fuego, particularmente los llamados “revólveres fantasmas”, así llamados por carecer de números seriales lo que los hace más difíciles de detectar. El incidente en el subterráneo de Nueva York es una manifestación más de una cultura de violencia que amenaza no sólo la vida de las personas, sino también nuestro futuro como sociedad civilizada.
Aunque los incidentes violentos ocurren en otros países, no son tan frecuentes, ni tan mortales, como en los Estados Unidos. Este país tiene la tasa más alta de homicidios por armas de fuego entre las naciones más desarrolladas del mundo. Los civiles en Estados Unidos poseen más de 300 millones de armas de fuego, convirtiendo a los estadounidenses en las personas per capita más fuertemente armadas del mundo. Como contraste, la policía posee solo aproximadamente 4,8 millones de armas de fuego.
Estados Unidos tiene las leyes de control de armas más débiles que cualquier país desarrollado. Se estima que al menos el 30 por ciento de los adultos estadounidenses poseen un arma. Casi el 48 por ciento de los adultos estadounidenses crecieron en un hogar con armas de fuego, y dos tercios de los estadounidenses poseen más de una.
La National Rifle Association (NRA) ha sido implacable en sus esfuerzos para influir a los legisladores. Aunque la mayoría de los estadounidenses dice que las leyes sobre las armas de fuego deberían ser más restrictivas de lo que son hoy en día, los legisladores, en gran medida, continúan siendo sordos a estas demandas a pesar del gran número de víctimas que son niños y adolescentes.
Dos decisiones históricas de la Corte Suprema, en 2008 y 2010, redujeron drásticamente la autoridad de los gobiernos estatales y locales para limitar la posesión de armas. En una demostración banal de postura machista, casi la mitad de los 50 estados en los EE. UU. han adoptado leyes que permiten a los propietarios de armas portarlas abiertamente en la mayoría de los lugares públicos.
Aunque a menudo se cita la autodefensa para justificar el derecho de las personas a portar armas, la investigación ha demostrado que un arma mantenida en un hogar tiene 43 veces más probabilidades de matar a un miembro de la casa o un amigo que a un intruso. El número de adolescentes que mueren por heridas de bala en los EE. UU. es mayor que los que murieron por todas las demás causas combinadas.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en 2017 se registraron más muertes por armas de fuego en los EE. UU. que en cualquier año anterior en las últimas décadas. Los casi 40,000 estadounidenses que murieron de lesiones relacionadas con armas de fuego en 2017 representan un aumento del 19 por ciento desde 2012 y el total anual más alto desde mediados de la década de 1990.
Aunque muchos estadounidenses afirman que las armas son necesarias para la seguridad personal, experiencias llevadas a cabo en Japón y Australia muestran la falacia de este argumento. Japón ha adoptado leyes muy estrictas de control de armas. A diferencia de los EE. UU., las personas que compran armas son sometidas a varias verificaciones de antecedentes que incluyen salud mental, uso de drogas y la percepción de un pariente o colega sobre el solicitante. Un resultado de estas políticas es que hay un promedio de 10 muertes anuales por armas de fuego en una población de 128 millones. Australia, que implementó un programa contra el uso de armas de fuego en 1996, vio reducir las muertes en un 40 por ciento.
Los estadounidenses están expuestos a la violencia desde que son niños. Se estima que cuando un niño se convierte en adulto habrá visto 16,000 asesinatos y 200,000 actos de violencia en televisión. Los niños tienden a imitar lo que ven en la televisión y en las películas, y consideran la violencia como la forma normal de resolver conflictos.
Andrew Exum, que fue soldado en Irak y en Afganistán, escribió su impresión cuando, al regresar a los Estados Unidos, notó la cantidad de vallas publicitarias en los costados de las carreteras con propaganda sobre armas de fuego: “Y no solo armas, no eran .30-06 fusiles de caza o escopetas, sino más bien el tipo de armas tácticas, incluidos los fusiles de asalto que se usaban en Irak y Afganistán. ¿Por qué, pensé entonces, alguien necesitaría esas armas?”
Eddie Glaude, un professor de Princeton, comentó al respecto: “Estados Unidos no es único en sus pecados como país. No somos únicos en nuestros males. Creo que donde podemos ser diferentes es en nuestra negativa a reconocerlos, y en las leyendas y mitos que usamos acerca de nuestra bondad inherente para cubrir y ocultar a fin de mantener una especie de ignorancia que protege nuestra inocencia”.
Consultor internacional de salud pública, autor de “Violencia en las Américas” (publicación de la Organización Panamericana de la Salud)