No seamos idiotas
La Real Academia Española define "participar" como "tener parte uno en una cosa o tocarle algo de ella". A los fines de este artículo, pensemos en la cosa pública. Somos copropietarios de la democracia, tenemos el derecho y la obligación de ser parte en ella, de influir en las decisiones de políticas públicas. En la Grecia donde nació la democracia (500 a.C.), aquella que proyectó el esplendor de su civilización, la vida estaba condicionada por la existencia de la ciudad –la polis–, que desempeñaba en el universo político de los griegos la misma función que los Estados modernos. Un griego se consideraba, ante todo, un ciudadano. El que vivía apartado de la vida de su comunidad, el que llevaba una vida particular, solo para sí, era llamado idiota (de idios, propio o particular) y como el que vive aislado suele adquirir pocos conocimientos, es ignorante, rústico, con el transcurso de los siglos el término "idiota" pasó a tener la connotación peyorativa que hoy le damos.
La Argentina ha vivido –y vive– crisis recurrentes y dolorosas. Padece elevados niveles de pobreza, una inflación indomable, fuerte agudización de los conflictos políticos y sociales, notorias dificultades para establecer reglas estables y escaso respeto por la ley, entre otros males. Sin embargo, la vigencia del sistema democrático, el derecho a decidir entre todos nuestra suerte, sigue siendo un consenso social indiscutible. La democracia puede y debe permitirnos conversar, escucharnos y generar acuerdos amplios que se reflejen en políticas de Estado sustentables y perdurables. Nada de eso se construye sin el compromiso del gobierno y sin una activa participación de la sociedad. Es hora de retomar el debate sobre la participación para institucionalizar mecanismos que posibiliten el compromiso ciudadano. En estos días, a falta de canales que la encaucen, emergen reacciones espontáneas como erupciones volcánicas, aluviones incontrolables –incluso para sus protagonistas–, las más de las veces con escasos resultados concretos.
Participar hoy es pensar en instrumentos que vayan más allá de las votaciones periódicas y transiten canales de expresión socialmente regulados para capitalizar las oportunidades y los recursos. Participar hoy, más que nunca, debe ser una "coproducción" entre funcionarios y ciudadanos
Participar hoy es pensar en instrumentos que vayan más allá de las votaciones periódicas y transiten canales de expresión socialmente regulados para capitalizar las oportunidades y los recursos. Participar hoy, más que nunca, debe ser una "coproducción" entre funcionarios y ciudadanos. Es un proceso complejo, de recreación de confianzas recíprocas, necesario para desarrollar una democracia de calidad. La democracia de calidad es un requisito para vivir mejor, para que los derechos no sean solo consignas en el texto de la Constitución y las leyes. ¿Cómo motivar a la ciudadanía a transformarse en partícipe vital de la vida democrática? ¿Cómo cambiar la forma de relación entre la gente y sus gobiernos? En la etapa actual dos instrumentos deberían confluir y entrelazarse como una doble hélice entre sociedad y Estado: gobierno abierto y redes sociales. Recordemos que la doble hélice ha sido un hito fundamental en la decodificación del genoma humano, se trata de dos hebras complementarias que forman una escalinata con millones de peldaños y es, básicamente, la manera en que todas las formas de vida están conectadas entre sí, porque todas utilizan esta misma estructura para la transmisión de la información necesaria.
La Argentina integra la Alianza Global para el Gobierno Abierto, que hoy suma más de setenta países. Sus pilares son: transparencia, rendición de cuentas, participación y colaboración. Tiene como objetivo que los gobiernos encuentren nuevas formas de diseñar políticas públicas junto a la ciudadanía abriéndose a la capacidad transformadora de una sociedad y facilitando la construcción de una agenda colaborativa. Pero es una gran deuda del gobierno argentino cumplir y mejorar los planes de acción de esa alianza multilateral.
Por su parte, las redes sociales permiten a la ciudadanía expandir su voz a una escala hasta ahora sin precedente. Pero esa multitud circunstancial y volátil, debe transformarse en "multitud inteligente": incorporar deliberación, recopilar datos, analizar información, organizar propuestas y sostener el proceso. Construcción de ciudadanía y construcción de estatalidad, que, como un nuevo software cívico, sirva para cambiar la racionalidad democrática. Son complicados caminos y una larga, muy larga escalera. Todavía no hemos encontrado la forma de construir consensos verdaderos y duraderos necesarios para seguir subiendo. Los necesitamos más que nunca, pero no los traerán unos pocos iluminados ni surgirán por generación espontánea.
Hay un ejemplo reciente que muestra las ventajas de la "coproducción" entre funcionarios y ciudadanos: Ficha Limpia, la iniciativa que reclama que los condenados por graves delitos dolosos no puedan ser candidatos a cargos electivos. Nacida de un grupo de ciudadanos con presencia activa en las redes, logró sumar 360.000 firmas a través de la plataforma Change.org y estimular un debate nacional de gran repercusión pública. En el Congreso de la Nación generó proyectos que llegaron a tener dictamen favorable de comisiones en Diputados, aunque luego se frustró su tratamiento por la falta de muy pocos diputados para el quorum. Sin embargo sus impulsores no abandonaron la campaña y hace una semana Ficha Limpia recibió media sanción en la Legislatura de Mendoza, donde posiblemente se convierta en ley en el corto plazo. También en CABA avanza un proyecto similar.
La pandemia, con la carga de sufrimiento que acarrea, también puede marcar el momento de reflexión para aunar esfuerzos y mostrar que no somos idiotas y que sabemos que esta democracia nos pertenece. Un sabio cacique guatemalteco dijo una vez: hay tres cosas que no se pueden recuperar, la palabra dicha, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
Miembros del Grupo Impulsor de Argentina Conversa