No pasó nada, va a pasar de todo
El lunes volví de las vacaciones, en las que realmente estuve muy desconectado, ajeno a todo, casi como perdido (adivinaron: veraneé en la quinta de Olivos). Lo primero que hice fue pedirle el parte de novedades a Graciela Guadalupe, que tuvo la amabilidad de cubrirme y de conseguir que nadie me extrañara. "Tranqui, no pasó nada, todo está igual –me dijo–. La nafta sigue aumentando todas las semanas, la carne no cambió de precio porque los carniceros fueron autorizados a vender grasa, Vicky Donda todavía no encontró una empleada doméstica que quiera trabajar sin cobrar o cobrando del Inadi, Putin lo sanatea a Alberto pero no le manda la vacuna, y en Formosa sigue gobernando la Merkel".
Repasé los diarios de enero, me sumergí en la web, recorrí el espinel de fuentes y, efectivamente, comprobé que no había pasado nada. Nada importante. Lógico, con Cristina de vacaciones en El Calafate, el Gobierno quedó paralizado. Alberto también descansó; de Cristina.
Por supuesto, la gran diferencia es que ella se va al sur y deja un ejército de gente trabajando, camporitos que hacen y deshacen, operadores que urden en la Justicia nombramientos y desplazamientos; digamos, la agenda judicial que Alberto no le cumple, algo extraño porque era una de las cosas que en sus épocas de jefe de Gabinete le salían muy bien. Ahora se lo ve desganado en ese rubro, perezoso, lo cual pone de pésimo humor a la señora, que se lo había puesto como prioridad; le ha tirado tantas veces las orejas que en cualquier momento se queda con una oreja en la mano.
En un enero así, desprovisto de grandes noticias, era lógico que los medios se tiraran de cabeza sobre el caso Formosa, cuyo exgobernador y actual dueño, Gildo Insfrán, fue acusado de violar los derechos humanos en los centros de aislamiento para personas en cuarentena. Mi amigo Gildo lleva más de un cuarto de siglo cometiendo todo tipo de tropelías, como, por ejemplo, haber hecho detener con la policía al presidente del Tribunal Superior (la Corte Suprema) porque le negaba la reelección. Un par de años atrás fui a Formosa para analizar el interesante fenómeno de una provincia reducida al estatus de feudo, y quedé maravillado: Gildo gobierna, Gildo legisla, Gildo juzga, Gildo reprime, Gildo ahoga la inversión privada para ser el único empleador. Gildo se ríe de todos nosotros. La novedad ahora es que ante este dictadorzuelo se inclina un presidente y que un senador lo compara con Merkel; y que por una vez sus maltratos y vejámenes se convierten en escándalo nacional e internacional. Como yo, Horacito Pietragalla, el secretario de Derechos Humanos, fue a ver qué estaba pasando allí. Como yo, volvió maravillado.
Cuando salí de vacaciones, a fines de diciembre, los argentinos vacunados con la Sputnik eran apenas un montoncito; hoy son dos montoncitos. El problema no es haberle creído a Alberto, que se cansó de prometer que a esta altura los vacunados serían 10 millones, y en realidad todavía ni siquiera llegamos al 1% de la población; acaso el problema es que él le creyó a Putin. Las conversaciones entre ellos deben ser de antología. "Vladimir, te llamo porque no están llegando las dosis que te habías comprometido a mandarnos". "Alberto, qué gusto escucharte, ¿tus cosas bien? ¿Cómo te fue con Pfizer?" "Mal, no sé qué les pidió Ginés y los gringos se negaron. Me dijo que se querían quedar con la Patagonia. No le creo nada. Increíble, todo el mundo arregla con ellos menos nosotros. Por eso necesitamos la Sputnik V. ¿Cuántas más nos vas a mandar?". "¡Cinco! Jajaja. Alberto querido, ahora que tenemos la aprobación de The Lancet vamos a tener que renegociar el precio. Un gustazo, saludos a Cristina, nos estamos hablando".
Creo que una sola vez, durante mi largo desenchufe veraniego, se me dio por pensar en el rumbo del país. Era una tarde que llovía a mares, lo cual puede haber influido en mi ánimo. Vi todo negro: la economía, el marco institucional, la relación con el mundo, el panorama sanitario, los niveles alarmantes de inseguridad, que Cristina se fuera de vacaciones dejando un vacío de poder, que Cristina volviera de las vacaciones… Vi que los chicos de La Cámpora vacunan por las calles del conurbano, y que la educación ha quedado en manos de los gremios docentes, lo cual no sería grave si los gremios no odiaran que los docentes tengan que volver a las aulas. Vi que a Boudou le redujeron la condena por haber hecho en la cárcel un curso de primeros auxilios. No vi que renunciara Donda. No vi un aviso clasificado de Presidencia buscando un ministro de Salud.
Como dije, estaba mal esa tarde. No conviene analizar al gobierno de los Fernández los días de tormenta. Volví y encontré que en la carrera de precios y salarios van ganando los precios sin que nadie incendie el país, que el Presidente no quiere saber nada con el indulto y que el dólar blue se puso celestito. Es un año electoral, año entretenido, pródigo en épica y en relato, en más impuestos solidarios y en desastres presentados como buenísimas noticias. Si hay acuerdo con el Fondo se hablará de desendeudamiento; si no hay acuerdo, también.
A los pesimistas les digo: tengan fe. Si Alberto es presidente, podemos creer en los milagros.