
No me grites, dejame disfrutar mientras juego
Un proyecto aprobado por el Senado bonaerense busca concientizar sobre los nocivos efectos de la excesiva presión que ejercen algunos padres y entrenadores en quienes practican un deporte
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Los gritos de enojo, las agresiones y hasta las humillaciones de algunos padres desde las gradas o detrás de algún alambrado generan consecuencias negativas en los chicos. Frustrados, muchos deben abandonar la disciplina que practican y alejarse del deporte. Las consecuencias, a veces, van más allá. Esta es una realidad que vemos repetirse muchísimo a lo largo del mundo, pero también en la provincia de Buenos Aires, y de la que se habla poco.
En Estados Unidos, más de la mitad de los chicos dejan de practicar deporte por sufrir el síndrome “burnout”, una mezcla de agotamiento físico, emocional y mental. Andre Agassi ha contado en Open, su libro de memorias, las duras exigencias que de niño le imponía su padre. A nivel local lo hemos visto recientemente con el caso del tenista Guillermo Perez Roldán, que no sólo recibía una excesiva presión por parte de su entrenador y padre, sino que también era víctima de violencia.
Con tan solo acercarse a las gradas de algún pequeño club de barrio, cualquiera puede presenciar, en forma directa, como un adulto tiene actitudes incorrectas para con aquellos que deberían divertirse dentro de una cancha. En septiembre de este año, en el Club Buenos Aires de Villa Domínico, un padre agredió a una jugadora de futsal de 15 años y a raíz de ello se desató una batalla campal entre padres, entrenadores y chicas adolescentes . En la misma fecha, en un partido de infantiles entre los clubes Atlético Argentino y Douglas Haig de Pergamino, tuvimos un desenlace parecido, donde los padres, lejos de dar el ejemplo poniendo calma, se tomaron a golpes de puño en las gradas. ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Pretendemos que los partidos de categorías infantiles de fútbol se jueguen con custodia policial?
Ante consultas con profesionales de la temática, las causas principales del comportamiento incorrecto de los padres en el deporte suelen ser dos.
En primer lugar, proyectan en su hijo/a un sueño propio frustrado y el exceso de exigencia responde, entonces, a una personalidad insegura, estricta y demandante que cuando ve que los hijos no están cumpliendo sus ideales de perfección se sienten molestos y descargan su malestar.
En segundo lugar, pretenden “salvarse” económicamente a través del desenvolvimiento deportivo de su “hijo empresa”, tal como lo dijo crudamente la periodista Loana Viera.
Cuando los padres presionan para que su hijo o hija responda a su proyecto y están permanentemente encima diciéndole lo que debe o no debe hacer, se provoca dependencia, con la consecuente inseguridad que esto conlleva para la vida. Estos chicos pueden padecer ansiedad, miedo y fobias.
En el Senado bonaerense se aprobó por unanimidad un proyecto de mi autoría que busca concientizar sobre esta problemática y que contempla que será obligatorio, para todas las entidades deportivas de la provincia, exhibir cartelería en las gradas y/o folletería en las instalaciones deportivas, con mensajes sobre la importancia de no generar presión ni tener actitudes violentas hacia los chicos.
Esperamos que el proyecto pronto sea tratado en la Cámara baja, para que la provincia cuente con una ley necesaria para ir cambiando este tipo de conductas agresivas. ¿Alcanza con esto? No, pero es un primer paso para erradicar presiones desmedidas en el deporte. Lo importante es que se ponga la temática sobre la mesa y ya habrá tiempo para debates que den lugar a cambios más profundos.
Revertir la situación no es sencillo y llevará mucho tiempo, pero no tengo dudas de que la mejor manera de iniciar la tarea es mediante la concientización.
Senador Juntos Provincia de Buenos Aires. Presidente de la Comisión de Deportes
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