“No hay problema”
“Esta fractura no es casual... No comemos vidrio en el radicalismo”. (De Gerardo Morales, sobre la división del bloque de la UCR en Diputados.)
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El alumno volvía de la escuela con el boletín en la mano, rebosante de alegría. Había sido un año duro, pero pudo con todo. Promedio general, un 8. Llegó a la casa donde lo esperaba el padre. Infló el pecho y le entregó el boletín. “Ocho”, leyó el hombre alargando las vocales como quien no termina de convencerse, tras lo cual le preguntó: “¿Por qué no 10?”.
Pasemos a la UCR. Sacó una muy buena nota electoral como parte de la alianza de Juntos por el Cambio. Tampoco es que arrasó, pero aprobó y eso debería fortalecer la coalición. Sin embargo, muchos radicales empezaron a sacar a flote su propio padre interno autoritario y se pusieron como objetivo llegar a 2023 sea como fuere. Hay ya unos seis alumnitos de esa más que centenaria escuela con tempranas ínfulas de presidenciables. Están sumidos en un todos contra todos. Pareciera que prefieren la pelea a generar una estrategia para ampliar el horizonte de votos. Los socios macristas en la coalición, por ahora, se divierten con esa inusitada trifulca que, por otro lado, no les resulta muy ajena. ¡Qué va!. En la vereda de enfrente, el peronismo no se divierte: se dobla de la risa. “Estos muchachos no aprenden más”, dicen quienes se muestran como ganadores aunque sufrieron una paliza histórica. “Parecemos el kirchnerismo, que lo único que queremos es volver y volver iguales”, le lanzó el diputado rupturista Emiliano Yacobitti a Mario Negri. No dijo nada de volver peores.
Veamos: el gobernador jujeño Gerardo Morales, casi se trompea con el senador porteño Martín Lousteau. Los dos pelean por liderar la UCR. Antes de eso, Lousteau y los suyos dividieron la bancada en Diputados. No lo quieren a Negri al mando por un nuevo período. Por esa ruptura, los acusan de ser funcionales a una eventual candidatura de Horacio Rodríguez Larreta para presidente.
“Esta fractura no es casual... No comemos vidrio en el radicalismo”, dijo Morales sobre ese asuntito de las divisiones partidarias de las que la UCR no puede hacerse la olvidadiza. “Los que dicen que somos funcionales al jefe de Gobierno siempre fueron funcionales a Macri”, contraatacó Yacobitti. “Deberían despabilarse un poco”, les chantó Cristina Kirchner a los radicales en pleno acto por la conmemoración del Día de los Derechos Humanos y del regreso a la democracia que el peronismo transformó anteayer, una vez más, en exclusivamente partidario. La frase de la vicepresidenta refería a los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa en su relación con el FMI, pero los radicales deberían recoger el guante traspolando ese mensaje a todos sus chanchullos y aprender del oficialismo que celebra las derrotas y que, cuando huele el poder, se amucha detrás del objetivo con la nariz tapada.
“La reunión de Morales con Lousteau es un papelón”, se sumó al tole tole el diputado cambiemita Martín Tetaz. El chaqueño Ángel Rozas fue uno de los más enojados con Lousteau, quien promovía a Yacobitti como sucesor de Negri. Finalmente el cordobés Rodrigo De Loredo, quien venció a Negri en su distrito, encabezará el bloque disidente, que por ahora se llama Evolución Radical, pero vaya a saber cómo termina. No hay nada más volátil e impredecible que un radical con poder.
Mientras, a Lousteau lo castigaron en el Senado. Lo reemplazaron en una de las vicepresidencias con la experiodista y dirigente en ascenso Carolina Losada.
Todo este entuerto nos trae a la memoria a Alf, el último sobreviviente del planeta Melmac, no por un caprichoso apócope de Alfonsín, sino porque la camaradería que trasuntaba esa serie, capítulo tras capítulo, se daba de narices en el backstage, donde el enfrentamiento era total. Detrás del extraterrestre estaba Paul Fusco, marionetista, cuya necesidad de protagonismo -se supo mucho después de que el programa estuviera al aire- ponía a sus compañeros de muy mal humor, a tal punto que Max Wright, en su papel de Willie Tanner, llegó literalmente a pelearse con el muñeco.
La guerra de egos era tremenda y se acentuaba a medida que la serie de los 80 ganaba rating. “No hay problema”, decía Alf y la teleaudiencia le creía.
“No hay problema”, dicen los radicales on the record. Pero a diferencia de Alf, su tragicómico backstage ya es vox populi.