No hay plata, solo taquicardia
Veinte días pasaron desde el 10 de diciembre. Si restamos sábados, domingos y los feriados por las Fiestas, quedan apenas 14 días hábiles. Que parecen seis meses, como mínimo. Un tsunami político para esta época del año, en la que la dirigencia solía aprovechar las vacaciones para eso: seguir de vacaciones.
Los hechos se atropellan. Si no fuera porque Malena Galmarini regaló cajas navideñas en AySA aún después de que al tigre del marido le limaran las uñas hasta dejárselas como a un peluche, uno pensaría que hace bocha que se fueron. Sin embargo, acá estamos: con otro exponente de la escala zoológica, un león –dicho también esto con el mayor de los respetos y teniendo en cuenta que el Presidente se autopercibe así– que ya firmó un decreto de necesidad y urgencia de 366 artículos, oficializó durante una madrugada el llamado a sesiones extraordinarias para que el Congreso trate 11 proyectos y, tras cartón, les mandó a los legisladores una ley ómnibus de 180 páginas y 664 artículos.
Desde ya que nadie garantiza hoy que vayan a tratar todo de un saque y favorablemente. Basta con recordar los 28 proyectos que el verano pasado mandó Alberto Fernández al Congreso y que pasaron sin pena ni gloria. Ni los kirchneristas los debatieron.
Hay que ver qué ocurre esta vez. Por lo pronto, varios sectores comenzaron a activarse velozmente para contraatacar la arremetida de Milei. Por ejemplo, la CGT pidió a la Justicia que declare inconstitucional el mega-DNU. “No se apure, compañero”, le respondieron. Sencillo: no se podía anular lo que no había empezado a regir. Un detalle.
Otros que tomaron carrera fueron algunos comerciantes. Le dieron a la maquinita hogareña como Massa a la de la Casa de Moneda antes de la debacle electoral. Los precios siguieron volando hacia las nubes y los aviones, que suelen andar por esa zona, estuvieron bailoteando sin frenos ni anclajes en la pista de Aeroparque bajo una lluvia torrencial. Muy raro todo.
Un sindicalista llamó a derrocar al Gobierno. Lo denunciaron, obviamente, y bombo en bolsa
Hablando de medios de transporte. Se supo que Cristina hizo 192 viajes sin agenda oficial a su lugar en el mundo en la Patagonia usando aviones de YPF. Y que Fabiola, la ex primera dama del nobel aspirante a boxeador español, utilizó la flota oficial en 21 oportunidades para ir a visitar a parientes y amigos en Misiones. Siempre entendieron que “Despegar” “Almundo” se hacía con la nuestra.
¡Qué dos semanas para la taquicardia! Aparecieron gobernadores peronistas anunciando severos recortes de gastos y subas de impuestos provinciales de hasta el 300%; por el último sorteo de la dieta legislativa de Milei nos enteramos de que un diputado gana 2,2 millones de pesos mensuales; los piqueteros descubrieron el transporte público, aprendieron que las calles tienen veredas y que el que corta no cobra y que el que rompe paga, como dicen los letreros de los comercios chinos.
Qué velocidad, cuánto vértigo. En 16 días ya se hicieron tres movilizaciones en protesta por las medidas del nuevo gobierno. En la primera se juntó la mitad de gente comparada con la que llamó al número telefónico oficial para denunciar aprietes de punteros. Y la CGT, que no le hizo ni una sola huelga a Alberto en cuatro años, ahora se envalentona con el primer paro general a un mes y medio del recambio presidencial.
Al subidón inflacionario le siguió la baja de tasas de interés. Se desreguló la yerba: no más palitos nadando en el agua del mate. Derogaron la ley de góndolas: tristeza infinita en Venecia. Volvieron los cacerolazos, pero en sentido contrario, y fue toda una novedad acojonante el viraje kirchnerista hacia el republicanismo. Una inesperada implosión ideológica en defensa irrestricta de la Constitución nacional.
Algunos quisieron reflotar las cuasimonedas, Milei pretende imponer el “impuesto Kichi” para pagar el desaguisado de la confiscación de YPF y un sindicalista llamó a derrocar al Gobierno. Lo denunciaron, claro, y bombo en bolsa.
Los mismos gobernadores que le votaron a Massa los cambios en Ganancias a sabiendas de que iban a recibir menos coparticipación exigen ahora retroceder porque van a recibir menos coparticipación y no tienen plata. “No solo no hay plata, no hay dólares”, les dijo el ministro Luis Caputo a industriales haciendo una sutil diferencia entre el billete que no vale nada y vegetariano.
Volviendo al mega-DNU, el Gobierno lo defiende tanto como lo alardea; los constitucionalistas tienen reparos; los vividores del Estado, pánico, y al ciudadano común no le queda otra que seguir haciendo agujeritos que achiquen el cinturón.
Para colmo, se enojó Nicolás Maduro. Llamó “loco” a Milei. Debe ser porque no habla con pajaritos. Y de Donald Trump, que venía analizando con cariño la voltereta política argentina, no podemos esperar nada más. Está tremendamente preocupado con lo suyo. No lo dejarían volver a ser candidato. Maldito lawfare norteamericano.
Hay mucho más, pero se acaba este espacio. Es cierto, querido lector, que andamos a los tumbos haciendo historia. Tal vez algún día aprendamos a escribir derecho sobre renglones torcidos.
La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse el 27 de enero