No hay desarrollo sin democracia
El 30 de octubre de 1983, Raúl Alfonsín fue elegido presidente de la Nación. Luego de siete años y siete meses de dictadura, nuestro país recuperaba la democracia gracias al compromiso cívico que más de 15.350.000 argentinos y argentinas (el 86,61% del electorado) ratificaron con su voto. Este año, por primera vez en nuestra historia, celebramos 40 años de democracia ininterrumpida: es un enorme logro que tenemos que jerarquizar.
Pero es cierto que el aniversario se da en un contexto de muchas deudas pendientes y de una enorme incertidumbre. Estos 40 años de democracia coexistieron con la permanencia de una serie de problemas sociales y económicos que ya se convirtieron en estructurales. Probablemente producto de la incapacidad de los diversos liderazgos en hallar soluciones, estos 40 años también convivieron con un creciente cuestionamiento hacia el funcionamiento del sistema democrático en sí.
En la Argentina estamos atravesando, hace ya varios años, una crisis de representatividad y liderazgos. En estas elecciones vimos cómo cayó la participación en las elecciones provinciales y nacionales, probablemente producto de esa crisis: las elecciones generales a presidente tuvieron la segunda participación más baja desde el retorno de la democracia (77,6%). Además, el informe Latinobarómetro 2023 indica que solo el 37% de la población argentina está satisfecha con el desempeño de la democracia.
Esto no sucede únicamente en la Argentina. A nivel global estamos transitando un momento de múltiples crisis: en lo económico, político, social, ambiental e institucional. Estas “policrisis”, en muchos países, están íntimamente vinculadas con retrocesos democráticos y auges de liderazgos autoritarios y/o populistas. En Europa occidental, por ejemplo, el porcentaje de votos a partidos antiestablishment político aumentó del 17% a más del 24% en promedio entre 1990-2020.
En estos momentos de inestabilidad e incertidumbre es muy fácil perder claridad. Este contexto es propicio para el surgimiento y la consolidación de ciertas agrupaciones que consideran que un régimen no democrático puede implementar soluciones más efectivas a nuestros problemas recurrentes. Este es un tema que se ha estudiado mucho y hay una conclusión. En el vínculo entre democracia y desarrollo, puede haber democracias que lleven o no al desarrollo. Y también es posible el crecimiento económico sin democracia, pero no el desarrollo inclusivo y sostenido. Por eso, quienes hacemos Cippec consideramos que la democracia y el desarrollo son indivisibles e innegociables.
En este contexto tan volátil a nivel global y local, es fundamental recordar que la convivencia democrática es una construcción social. Es algo que, en la Argentina, consensuamos en 1983 y ratificamos en varios momentos desde ese entonces. En este 2023, volvamos a hacerlo y renovemos nuestro compromiso personal con la democracia.
Directora ejecutiva de Cippec