No conocen la historia
Las palabras de Jorge Yoma fueron claras y contundentes. "Los muchachos de Duhalde me tienen podrido", sentenció con evidente animadversión visceral el operador más visible del proyecto reeleccionista del presidente Menem.
Fue la respuesta fulminante a las expresiones de los diputados del duhaldismo, que habían manifestado su firme oposición a cualquier posibilidad de aprobación del capcioso proyecto de reglamentación de la consulta popular, con el que el menemismo busca, oblicuamente, una nueva reforma constitucional. Pero Jorge Yoma no paró ahí: también trató a Duhalde de autoritario y dejó dudas sobre su vocación democrática.
Este incidente político, generado en el preciso momento en que el Presidente volaba hacia Vietnam, ha sido, hasta aquí, el episodio más perceptible del sórdido enfrentamiento entre Duhalde y Menem en sus relaciones de poder.
La puja es sórdida. "No podemos aceptar que se le quiera acotar el poder al presidente estando todavía a 3 años de la finalización su mandato", rezongan dentro del menemismo. "¿Usted cree que alguien puede efectivamente limitar a un hombre con el afán de poder de Menem?", se atajan los hombres del gobernador, azotado por las consecuencias del brutal asesinato de José Luis Cabezas.
Voces lapidarias
En este contexto, las voces de los senadores Menem y Cafiero junto con las del Dr. Ruckauf, fueron lapidarias para las aspiraciones presidenciales. A propósito del vicepresidente, son muchos los que reconocen que sus relaciones con el presidente pasan por uno de los peores momentos.
Así las cosas, el Dr. Menem salió a hablar de este tema durante su estadía en Hanoi. "No va a haber re-reelección" dijo con expresión de fastidio desde la capital de Vietnam, país con un gobierno marxista totalitario hacia el cual se abstuvo de formular las mismas recomendaciones y críticas que acostumbra endilgar al régimen de Fidel Castro en Cuba.
El problema que hay con estas expresiones del presidente es su dudosa credibilidad. También en 1993 dijo que no le interesaba la reelección. Los hechos posteriores demostraron que no era veraz en aquella ocasión.
No está solo
Es interesante observar que en este manejo oportunista de un tema tan delicado como es el de la reforma de la Constitución, el presidente no está solo. El gobernador de Chubut - Carlos Maestro, del partido radical-, lo acompaña en intenciones. A él también le interesa permanecer en el poder.
Es impresionante ver cómo hombres políticos con tamañas responsabilidades no se dan cuenta del irresponsable y peligroso manejo `-o desmanejo- con que encaran los temas institucionales, en cabal demostración de un llamativo desconocimiento de la historia y de la psicología de nuestro país.
La Argentina tuvo su mejor etapa de desarrollo continuado cuando sus hombres políticos decidieron respetar y cumplir con la Constitución nacional. Cuando ese propósito fue olvidado, en 1930, se inició un camino de decadencia que quizá ya no estemos recorriendo, pero que aun hoy recordamos a diario merced a sus consecuencias sunsistentes. Durante más de 50 años el país vivió atado a una ecuación política nefasta.
Los hombres prevalecieron sobre las leyes y las instituciones. Y así nos fue.
El caso de Roosevelt
En este sentido es muy útil tomar como referencia a los Estados Unidos, la democracia presidencialista más importante del mundo.
Un caso es el de Franklin Roosevelt. Roosevelt fue elegido presidente en cuatro oportunidades, muriendo a poco de comenzar su cuarto mandato. Sacó a su país de la gran depresión y la condujo a la victoria durante la segunda guerra mundial.
Sin embargo, la clase política norteamericana se dio cuenta de lo inconveniente que era para la vida republicana de la nación, el permitir que alguien pudiese eternizarse en el poder.
Y suprimió esa posibilidad poniendo el límite de dos mandatos a la reelección. Desde entonces, a nadie se le ha ocurrido - ni por asomo- quitar esa enmienda de la Constitución.
El doctor Menem tiene frente de sí un desafío y una responsabilidad históricas. El desafío, es el de ser el primer presidente justicialista que complete el mandato para el que fue elegido y entregue el poder a otro, de su mismo partido o no.
La responsabilidad es la de recordar que la Constitución está para ser cumplida. Esto es lo que el juró y es lo que la salud de la república le demanda.
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