No caben ingenuidades cuando se trata del Papa
Dos miradas sobre el gesto de bergoglio, que envió un rosario a la dirigente social detenida, y sobre la polémica que provocó
Mientras el papa Francisco realizaba su audaz y exigida visita a México, en nuestro país parecíamos no reponernos todavía de la impresión que causó el envío de un rosario a Milagro Sala. La polémica líder de la organización Tupac Amaru estaba ya detenida durante la investigación de las graves denuncias que pesan sobre ella. Para algunos, que incluso lo expresaron públicamente, lo del rosario era sólo un signo de manifestación religiosa, casi un gesto más en "el año de la misericordia". Para otros, un guiño político, algo no extraño en Jorge Mario Bergoglio. Ingenuidades no caben. Interpretaciones apologéticas, tampoco.
Es oportuno repasar cómo la prensa internacional, en líneas generales, leyó con admiración el viaje de Francisco a México, donde, entre otros aspectos, resaltó el valor de las tradiciones de los pueblos prehispánicos en América y tomó distancia de muchos atropellos de la colonización. No faltan quienes se quejan, con cierta razón, de que las disculpas de la Iglesia Católica siempre llegan tarde y de manera oblicua. Pero ésa es una cuestión que no nos proponemos tratar en estas líneas.
El recientemente fallecido intelectual Umberto Eco, no mucho después de que fue elegido el actual pontífice, sostenía que era un error considerar a Bergoglio un "jesuita argentino", porque en realidad era más bien un "jesuita paraguayo". En un artículo que publicó en The New York Times en septiembre de 2013, observaba que este cardenal que llegó a Roma "desde el fin del mundo" representaba la antigua epopeya de las misiones guaraníes. Podríamos agregar: con todo lo que la empresa de las reducciones en los siglos XVII y XVIII tuvo de extraordinario y de controvertible como sistema político. Arriesgadas iniciativas como ésa –marqués de Pombal y coronas europeas mediante– le costaron la vida a la Compañía de Jesús, que recién sería restaurada cuatro décadas después. El semiólogo y novelista italiano reconocía los méritos de aquellos misioneros europeos que defendieron y organizaron diferentes pueblos y les enseñaron ciencias y artes, pero señalaba que esa experiencia "utópica" tuvo sus rasgos paternalistas.
La observación puede ser útil a la hora de interpretar algunos aspectos de Francisco. Desde esa perspectiva, y teniendo en cuenta además su inclinación, entre otras muchas obras (de Virgilio, Hölderlin, Dostoievski, Manzoni o Borges), por Megafón o la guerra, última novela de Leopoldo Marechal (uno de los libros por él elegidos para la publicación en Italia de su "biblioteca personal"), podríamos aproximarnos a la compleja personalidad del ex arzobispo de Buenos Aires. Para entendernos, la "cultura" que está detrás de Bergoglio es algo bastante desconocido tanto por miembros del actual como del anterior gobierno. Pertenece a una época en que se leía con pasión y se debatían ideas y cosmovisiones, de una y otra parte. El biógrafo inglés Austen Ivereigh lo define como reformador y atento lector del Martín Fierro.
Que todo sea susceptible de ser interpretado políticamente, rosarios o silencios, gestos y palabras, alusiones y omisiones, forma parte del juego humano. ¿Por qué las maneras de una figura pública deberían quedar al margen de lecturas políticas? Hasta cuando se enojó con alguien que lo tironeaba haciéndolo caer sobre el enfermo que estaba saludando dio una lección: enseñó que no hay que ser egoísta. A veces, en el periodismo parecen faltar algunas claves de lectura frente a tamaña personalidad.
Curiosamente, las dos naciones de América latina donde Bergoglio parecería ser más cuestionado son la Argentina y Chile. Aquí, a muchos no les cae bien su enigmático actuar en determinadas cuestiones domésticas. Allende los Andes, porque, además de ser argentino y de haberse referido a la salida al mar de Bolivia, una elección episcopal –la del obispo Barros, en Osorno– desató arduas polémicas.
Paradójicamente, en su viaje a México, donde tuvo que enfrentar a una Iglesia jerárquica conservadora y, en algunos casos, comprometida con la escalofriante cuestión de Marcial Maciel, el pedófilo y otrora poderoso fundador de los Legionarios de Cristo, Francisco actuó como un monarca, sin concesiones a los desconcertados obispos que se le oponían de mala o buena manera. Cuando quiere, o cuando lo cree necesario, Bergoglio parece empuñar el látigo como Cristo contra los "mercaderes del templo". Capacidad de mando no le falta. Eso lo saben algunos jesuitas que simpatizaban poco con él.
El italiano Marco Politi, vaticanista experto, quien conoció bien la política rusa como corresponsal en Moscú, sostiene que detrás del patriarca Cirilo en su histórico encuentro con el Papa en La Habana había otro protagonista: Vladimir Putin. "Sería ingenuo pensar –escribe– que la imprevista disponibilidad del patriarca ruso en la reunión con Bergoglio no esté relacionada también con la situación geopolítica actual de Rusia, en particular con el papel de estabilizador de la situación siria y de freno al terrorismo jihadista que Moscú entiende jugar junto a los Estados Unidos: Cirilo llega al encuentro con el papa católico no sólo con la aprobación del sínodo ortodoxo ruso, sino también con el apoyo real de Putin". En otras palabras, y como el mismo Francisco admite al citar la clásica definición de Aristóteles, el hombre es un animal político. Por lo tanto, es difícil, si no imposible, hacer una lectura no política de los acontecimientos humanos.
Esa lectura puede extenderse a las relaciones entre el presidente Macri y el Papa. Por otra parte, salvo raras excepciones, los pontífices acostumbraron a actuar con miras políticas. Y no sólo en la Edad Media o en el Renacimiento. Bastaría recordar la insistente presencia de Juan Pablo II en las vicisitudes de su Polonia natal.
En pocos días veremos cómo resulta el encuentro entre Bergoglio y Mauricio Macri en la reunión en la Santa Sede. Si la intención del Gobierno es encauzar las relaciones con el Vaticano por los canales formales, será bienvenida y más que oportuna. De allí, con o sin mates de regalo, nunca hubieran debido salir.
Director de la revista Criterio