No bajemos la guardia con Ómicron
La menor virulencia de Ómicron es, sin lugar a dudas, una buena noticia, y de alguna manera representa un alivio para una población agobiada por la pandemia. No obstante, el mensaje a la comunidad debería ser equilibrado.
Si bien la evidencia de un menor compromiso pulmonar es concluyente, no es menos cierto que esta última variante puede tener un peor pronóstico en casos particulares y múltiples implicancias a largo plazo, incluso después de casos leves. Sigue siendo un “virus peligroso”, en particular para aquellos que no están vacunados.
Si bien es imposible predecir los próximos movimientos del SARS-CoV-2, algunos expertos aseveran que podría estar transformándose en un virus respiratorio más; como el del resfriado común; y haber iniciado así el camino hacia su endemia. Tal vez se haya originado como producto de una combinación del SARS-CoV-2 con uno de los virus del resfriado común (HCoV-229E) con el que comparte cierta secuencia genómica similar en la espiga. Ese material genético procedente del coronavirus estacional le habría otorgado más transmisibilidad y condiciones más benevolentes de virulencia.
Ómicron es quizás la forma elegida por el virus para mantenerse activo en busca de una morada definitiva en la población. No obstante esta visión alentadora, las fuerzas que impulsan los “cambios antigénicos” parecen tener la última palabra conforme se fortalezcan o se detengan. En la medida en que no se complete la vacunación universal y se originen nuevas variantes, SARS-CoV-2 podría mantenerse amenazante y poner en dudas las certezas de su presunta endemicidad.
La variante Ómicron es menos eficiente en el tejido pulmonar. Investigaciones en animales de laboratorio han puesto en evidencia una carga viral menor en las vías respiratorias inferiores de aquellos, y una enfermedad pulmonar más atenuada que con otras variantes del SARS-CoV-2. Pero no es una variante siempre leve. Adquirirlo no exime de posibles complicaciones. Covid es una enfermedad sistémica que puede afectar múltiples órganos, y puede causar una importante disrupción en el estilo de vida y en el bienestar físico y mental de las personas, alterando las interacciones sociales, laborales y deportivas. Investigaciones revelan que 6 de cada 10 pacientes que tuvieron Covid-19 continúan sintomáticos por 6 meses y hasta el 30% de los recuperados presentará por algún tiempo mala calidad de vida.
Pacientes jóvenes con enfermedad Covid leve pueden presentar un cuadro de prolongado caracterizado por problemas de concentración, dolores de cabeza, trastornos de la sensibilidad, depresión e incluso psicosis que, ocasionalmente, persisten durante meses después de la infección.
Convendría recordar además que una pequeña fracción de pacientes complicados, como se espera para esta variante “benigna”; si se encuentra en el contexto de un número absoluto (total de infectados) enorme: se transformará inexorablemente en un “gran número de enfermos” que saturarán el sistema sanitario, de igual forma que otras variantes más letales.
Debemos continuar rechazando al Covid, aunque parezca un resfriado común. Y la población debe evitar contagiarse. Un estudio del gobierno del Reino Unido encontró que tres dosis de la vacuna redujeron (un 80%) pero no anularon el riesgo de hospitalización por Ómicron. Las personas vacunadas, que usen barbijo y mantengan distanciamiento lo lograrán, al mismo tiempo que lograrán no exponer a personas cercanas y vulnerables al virus, como ancianos, inmunocomprometidos y no vacunados.
Por estos días, en los que el ritmo trepidante de Omicron ha afectado todos los continentes en pocas semanas, sobrecargando peligrosamente los sistemas de salud y fragmentando la atención sanitaria; se agitan voces augurando el final de la pandemia y proclamando que, eventualmente, nadie quedará libre de la infección. Estas aseveraciones no deberían atizar un mito popular ancestral falaz: “ciertas enfermedades infecciosas es preferible adquirirlas para alcanzar así la inmunidad naturalmente”. Asumirla como algo solo leve, es erróneo y puede ser peligroso. La pandemia no finalizó, continúa al acecho.
Profesor adjunto a cargo de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral