No alcanza con sacarse una foto
De la misma manera que el fascismo ha sido desbordado conceptualmente y hoy no es más un concepto asociado solo a la derecha, el populismo ya no es solo de izquierda. Hoy hay populismos de izquierda y de derecha. Para ponerlo en evidencia no hay que dejarse obnubilar por las bifurcaciones de uno y otro y prestar atención al tronco común.
Quizá para los argentinos sea útil explorar ese tronco común para evitar lo que permanentemente vivimos, que no es otra cosa que la pendularidad entre dos tipos de populismo. Su resultado es una débil institucionalidad, una economía que no se expande y un conflicto redistributivo permanente, todo lo cual ha ido transformando a la "grieta" social y política en algo estructural.
Sin ánimo de ser exhaustivo, es posible señalar lo que hay en el tronco común: 1) creerse dueños de la verdad, apoyados en resultados electorales circunstanciales y/o débiles; 2) creer que la república es solo el Poder Ejecutivo, avanzando vía presiones o manipulaciones sobre los otros dos poderes del Estado; sostener que lo que sus gobiernos hacen es "lo único que se puede hacer"; 3) dar por sentado que la oposición está solo para adaptarse al gobierno de turno y aceptar sus ideas políticas a riesgo de, si no lo hacen, ser calificada de demagógica o destituyente; 4) bastardear la transparencia usando formas de manipulación de la información que llegan a los ciudadanos ya sea por el uso reiterado de las cadenas nacionales o de las presiones sobre la prensa y el uso de ejércitos de trolls; 5) vivir de la promesa del bienestar futuro, aunque la evidencia reciente muestre que en 2018 el ingreso por persona de los argentinos será menor que el de 2011, siete años (y dos gobiernos) atrás; 6) transformar mínimas evidencias positivas -que siempre existen- en la confirmación de que el rumbo es el correcto, despreciando datos estructurales, tendencias de mediano plazo y antecedentes históricos; hacer del objetivo de durar lo esencial de su visión de gobierno y de vida; 7) creer que la búsqueda de consensos fundamentales se resume en una foto; 8) usar temas de profunda importancia como el matrimonio igualitario o la posición ante el aborto como medios de distracción; 9) adorar su propio relato antes que la realidad; 10) despreciar la idea elemental de que no puede distribuirse lo que no se produce. Más allá de a quién va lo que se distribuye o de nuestras preferencias morales, la realidad es que ambas posiciones son insostenibles en el tiempo y terminan en estancamiento económico, empleo insuficiente, déficit e inflación.
De ese tronco común nacen posturas y políticas opuestas. Hay ejemplos recientes que permiten entender esto en temas como tarifas, lucha contra la inflación, o endeudamiento y FMI.
En el caso de las tarifas, el populismo de izquierda destruyó la rentabilidad empresarial y la capacidad de invertir, poniendo, sobre todo al conurbano bonaerense, al borde de los cortes permanentes. La derecha, por su parte, pretende haber resuelto el tema con desmesurados aumentos que destruyen el poder de compra de los sectores de ingresos medios-medios y bajos.
En la lucha contra la inflación (que ambos han perdido) la izquierda mintió descaradamente y destruyó los datos estadísticos, y la derecha se abrazó al modelo de metas de inflación que, vía estrafalarios aumentos de tasas de interés, golpean la producción y el empleo aunque logren la aprobación del mundo financiero.
Sobre el endeudamiento, la izquierda sobreactuó cortándonos del mundo y la derecha compra espejitos de colores repitiendo que es el único camino, aunque nuestra propia experiencia (1972-1982 y 1991-2001) nos dice que los espejitos valen poco y que el endeudamiento que queda cuesta mucho.
En todos estos casos, había una macroeconomía posible para crear espacios para políticas menos extremistas.Quienes así pensamos no somos antipatrias como cree el populismo de izquierda, ni demagogos, como gusta decir el populismo de derecha.
Hoy se plantea un Gran Acuerdo Nacional, que podría ser una oportunidad para salir de esta pendularidad populista que impide los consensos. Pero para alcanzarlo se requiere de apertura. Hay que dejar de lado las fotos sin contenido y estar dispuestos a cambiar rumbos, posiciones, no puede ser un acuerdo parcial, ley por ley, o tema por tema. Para entablar un diálogo real, es fundamental que el Gobierno sea capaz de tomar esa actitud. Un Gran Acuerdo -así, en mayúsculas- deberá ser global y estructural o de lo contrario no tendrá el resultado que todos deseamos.
Diputado Nacional por el Frente Renovador