Niza, la era del miedo y la desconfianza
Los crímenes de Niza son, además de un acto terrorista, una temible bomba puesta en el centro de la convivencia de los habitantes europeos.
Esta vez el ataque no fue ejecutado por un grupo armado, con preparación y apoyo logístico, provisto de armas de guerra y actuando coordinadamente. Fue un hombre solo, conduciendo su camión, que a lo largo de 18 cuadras dirigió su vehículo en zigzag, dentro de una multitud de treinta mil personas, tratando de matar al mayor número posible.
Mohamed Lahouaiej-Bouhlel era un tunecino de 31 años, residente en Niza, conocido en su barrio y que no existía en ninguna lista de sospechosos terroristas. Uno entre los millones de origen magrebino que viven en Francia. Un hombre común, sólo distinguible del habitante originario por sus rasgos típicos del norte de África.
Este individuo aislado es probable que acelere uno de los mayores peligros que se incuba en Europa: la marginación e incluso el odio racial. Ahora, luego de Niza, cualquiera puede ser. ¿Por qué no quien está sentado a mi lado en el subte? No hay duda de que es árabe. ¿Y si tiene una granada en su bolsillo? O aquel otro, parado en fondo, con su mochila o?
No puedo imaginar bien, menos aún escribir, qué sucede en una sociedad cuyos miembros temen a cada instante que la persona que tienen al lado -por el mero hecho de ser un árabe- pueda matarlo. Luego del tenebroso recorrido de Lahouaiej-Bouhlel en el Paseo de los ingleses, esa posibilidad se torna una temible realidad que afectará no sólo los comportamientos individuales, sino también la vida política.
El partido más votado en las últimas elecciones francesas fue el Frente Nacional. Creado por Jean-Marie Le Pen, ese movimiento extremista fue creciendo contra la mayoría de las previsiones que imaginaban que quedaría encapsulado, como en otros lados, en menos de 10 % de los votantes. Con un gran aporte de voto obrero y de clase media baja, el partido que ahora dirige Marine Le Pen, se ha convertido en una de las principales fuerzas políticas de Francia. Antieuropeo -exige un referendo a la británica-, antiinmigración, siempre puso especial énfasis en los daños que, según ellos, causaba a Francia y a la seguridad de los franceses la presencia de los inmigrantes.
El pasajero del subte, el que miraba con miedo a sus acompañantes, se va a ver tentado de dar su voto al Frente Nacional. Salvo que la razón sea más fuerte que sus miedos, lo más probable es que busque ayuda con quien promete sacarlo de esa pesadilla.
Hace seis años, cuando estas amenazas eran lejanas, una investigación hecha por el grupo francés BVA mostró que el 28 % de la población creía que los árabes eran los más propensos a cometer crímenes que el resto de la sociedad.
El mismo grupo estudió en 2013 la autopercepción de los franceses en esta materia: 35% admitió ser racista (a los que habría que sumar los que lo son y no lo admiten).
En todo caso, estos sucesos, con esta modalidad, se producen en un ámbito fértil para la propagación de la desconfianza y las actitudes antiárabes. Si éste fuera el desarrollo de las actitudes sociales, lo más probable es que -a su vez- la población de origen árabe se sienta crecientemente marginada, temida, alejada del resto de la sociedad.
No es difícil imaginar que éstas serían las condiciones más deseables para EI y otros grupos similares: la expansión del odio racial y religioso como el movilizador principal de sus acciones suicidas. Así, se echaría a rodar una sucesión terrorífica de acontecimientos de los cuales, muy rápidamente, no sabríamos distinguir entre causas y efectos.
No sé si esto es producto de una estrategia o resultado de la locura del camionero de Niza. En rigor, importa relativamente poco porque los hechos se han producido y existe la probabilidad de que se muevan en el sentido que indica este artículo. Puede que su intensidad sea otra y que Francia y sus fuerzas democráticas sepan procesar lo sucedido y ayudar a que no se desate la vorágine del miedo. Pero, en todo caso, el peligro es inmenso; es una nueva amenaza y un nuevo instrumento del terror: instalar la idea de que el enemigo es el otro.
Ex canciller de la Nación