Nicaragua restringe abiertamente las libertades de prensa y de opinión
Nicaragua integra, con Cuba y Venezuela, el reducido grupo de países latinoamericanos que rechazan, sin pudor alguno, a la democracia como forma de gobierno y abrazan, en cambio, el autoritarismo, adoptando, además, el socialismo como sistema económico-social (este último telón de disimulo, cabe apuntar, es el disfraz contemporáneo predilecto del comunismo latinoamericano).
Nicaragua está ahora peligrosamente en camino a limitar, aún más, dos de las libertades más fundamentales, como son las de prensa y de opinión.
En efecto, el Legislativo nicaragüense está considerando dos repudiables proyectos de ley, a través de los cuales: 1) se afectaría claramente la independencia del periodismo, exigiendo a los periodistas y corresponsales extranjeros registrarse como agentes de medios del exterior y abstenerse de "intervenir (opinar) en temas, actividades o asuntos de política interna", amenaza que obviamente les impediría poder trabajar con libertad; y 2) se castigaría, con prisión de hasta cuatro años, a todos quienes "utilicen una computadora" para, a través de ella, difundir "información falsa que genere alarma".
El segundo de los referidos criterios, queda claro, se aplicará a todos quienes utilicen las redes sociales. No sólo a los periodistas, por lo que supone una abominable mordaza cibernética para la sociedad toda, en cualquiera de sus expresiones.
Daniel Ortega y su esposa, la ambiciosa y cada vez más poderosa Rosario Murillo, controlan sin dificultades el Parlamento de su país, razón por la cual cabe asumir que ambos proyectos serán pronto fácilmente aprobados.
Mientras tanto, el matrimonio está restringiendo severamente las importaciones de papel que necesita el tradicional diario La Prensa para poder seguir difundiendo sus noticias y opiniones. Por todo lo cual, algunos conocidos periodistas locales han optado, prudentemente, por salir de su país.
Los EE.UU. han impuesto ya sanciones a algunos políticos y oficiales de policía nicaragüenses, así como a conocidos y privilegiados miembros de la poderosa familia Ortega.
Las restricciones nicaragüenses han aumentado significativamente desde que ocurrieran las fuertes manifestaciones populares de protesta, en 2018.
A todo lo que desgraciadamente sucede en Nicaragua cabe agregar lo que en este capítulo clave de las libertades personales ocurre también hoy en El Salvador, donde el presidente Nayib Bukele ha embestido descaradamente contra el sitio de noticias El Faro, que ha denunciado los vínculos que tendría el gobierno de ese país con algunas "maras" y otras organizaciones criminales, identificando episodios específicos de "lavado de dinero" que presuntamente lo involucrarían.
También cabe apuntar que en Honduras, como "consecuencia" de la pandemia del coronavirus, el gobierno decidió "suspender" la libertad de expresión, restricción que, sin embargo, debió dejar rápidamente sin efecto, ante la fuerte oposición popular que generó instantáneamente. En ese país centroamericano, cabe agregar, un periodista que había sido detenido por "difamación" acaba de fallecer, deplorable y sospechosamente, mientras estaba en prisión.
América Central, una vez más, parece estar azotada por muy peligrosos vientos totalitarios. Es entonces necesario estar alertas y denunciar -sin disimulos- los atropellos a la libertad de expresión que ya están, lamentablemente, sucediendo.
Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.