“Ni yanquis ni chinos: argentinos”
Alberto Fernández, con una comitiva numerosa e innecesaria en estos momentos de vacas flacas que padece la Argentina, visitó a Vladimir Putín, líder “autoritario neocapitalista” (excomunista), a quien prodigó no solo elogios inadecuados sino que incluso transmitió propuestas de que nuestro país haga las veces de puerta de entrada de Rusia a América Latina. Mientras tanto, adláteres que no participaron de la gira presidencial escenificaban actos de cortesía con la diplomacia norteamericana. Un juego a dos puntas al que nos tiene acostumbrado el Gobierno, y que a las claras demuestra la ineficiencia y el alejamiento, día tras, día del mundo occidental y capitalista al que la mayoría de los ciudadanos queremos pertenecer.
En la siguiente etapa del viaje, el presidente Fernández, terminada la entrevista con su par Xi Jinping, anunció que China invertirá U$S 23.000 millones para obras de infraestructura, resolviendo de esa manera el ingreso de la Argentina a la Franja y la Ruta de la Seda. Se trata de un proyecto de expansión comercial, económico y político del gigante asiático en su permanente lucha de obtener la supremacía mundial intentando desplazar a los Estados Unidos.
“Si usted fuera argentino sería peronista”, le manifestó Fernández al líder chino. No cabe duda que con ello le refirió que la visión estratégica de poder y cooptación de voluntades casi quirúrgica que tiene Xi es precisamente como se ha manejado en el poder el peronismo a lo largo de las décadas que gobernó la Argentina.
Esta afirmación, que pareció graciosa, frente a la ausencia de proyecto de desarrollo nacional, por lo menos conocido, es gravísima, ya que es la sumisión al poder chino, generando un desbalance geopolítico claro, donde la Argentina quedará como el jamón del medio, permitiendo eso sí la terminación de un gobierno con menos sobresaltos, con caja para hacer política, pero hipotecando la vida y los recursos de los argentinos.
Una hipotética pero posible disputa por la hegemonía mundial estadounidense - china puede darse en territorio argentino y ello nos lleva también a un retroceso en nuestro irrenunciable reclamo constitucional de soberanía plena en el Atlántico sur y en las islas Malvinas, viéndose favorecidos el Reino Unido, como socio estratégico de EE.UU. y los chinos, en la depredación pesquera. La Argentina tiene una plataforma continental, un mar y un circuito venoso fluvial de extraordinarias dimensiones, con recursos inmensos que permitirían con un desarrollo serio y audaz generar un PBI similar al que tenemos hoy con varios millones de puestos de trabajo.
Debemos dejar de dar la espalda al mar y generar desde allí el crecimiento del país. Para ello es necesario colocar el tema en la agenda pública y concientizar sobre el particular, desterrando las aventuras meramente coyunturales con miopes alcances políticos electorales.
Hay que terminar definitivamente con los posicionamientos ideológicos y entender la imperiosa necesidad de pensar, planificar, coordinar y gestionar con coraje la construcción de un destino de bienestar para todo nuestro pueblo desde una nueva visión estratégica donde el mar tenga un papel protagónico en la matriz industrial y productiva. Todos los protocolos firmados, desde energía nuclear y agricultura, hasta el desarrollo espacial son parte del proyecto chino y de la ausencia de horizonte e improvisación argentina.
La construcción de un bloque con China, Rusia, Cuba, Nicaragua y Venezuela es, ideológicamente dentro de la coalición de gobierno, más fuerte que las relaciones con nuestros hermanos latinoamericanos y en particular con los Estados Unidos. Las flotas chinas y asiáticas fundamentalmente depredan nuestras riquezas marítimas, van por el control del canal troncal Paraná-Paraguay, por donde pasa más del 75% de nuestras exportaciones (ruta de la seda). También el gigante asiático, ya instalado en nuestra Patagonia, busca hegemonizar las comunicaciones y eventualmente el control de las personas a partir del 5G.
La mano de obra china en reemplazo de la nacional y la consolidación de fondos permanentes en yenes en nuestras reservas nos condicionan. No debemos entregar nuestras riquezas y futuro a nadie, menos a un único bloque político. Debemos llevar adelante una política internacional de multilateralidad y comercio abierto en resguardo de nuestros intereses. Los argentinos nos debemos un plan de desarrollo propio, que supere la grieta. En la década del 70, una parte de la juventud cantaba “ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Hoy ante la mirada ideologizada y de corto alcance de cierta parte de la dirigencia vernácula, que observa aún con “romanticismo” a la revolución bolchevique, vemos a China y Rusia como integrantes del FMI y actores principales en el comercio y el intercambio en el mundo, propios del capitalismo. Dejaron de ser comunistas, pero mantienen regímenes autoritarios, por ende antidemocráticos. Aquellos jóvenes que manifestaban esa dicotomía de los 70 bien podrían actualizarla hoy a “ni yanquis ni chinos, argentinos”. Pero como argentinos, mayoritariamente somos defensores de la democracia y los derechos humanos, propios de Occidente, y anhelamos la posibilidad de planificar y llevar adelante el crecimiento del país a partir de nuestros propios intereses, conocimiento y recursos humanos y naturales.
Secretario Relaciones Internacionales Democracia Cristiana Argentina; autor e impulsor Proyecto Argentina Azul