Ni justicia, ni verdad: a un año del memorando con Irán
Nos ha puesto en la zona oscura del mundo. Ratificó que no somos un país confiable y torció tres décadas de sistemática defensa y promoción global de la democracia
"Los muertos no se negocian". Con esta frase cargada de emoción y un profundo contenido ético cerraba su discurso Sofía Guterman en el acto de recordación del atentado a la AMIA el pasado mes de julio.
Un año atrás, el mismo día en que el mundo recuerda a las víctimas del Holocausto, los cancilleres argentino e iraní firmaron un memorando de entendimiento referido al atentado a la AMIA. Héctor Timerman reconoció que no fue su intención ofender a nadie con la firma del memorando ese día, pero seguramente fue la de Irán, cuyo régimen ha promovido sistemáticamente la negación del Holocausto y su diplomacia es reconocida por no dar puntada sin hilo.
Durante esos días de ebullición, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner explicó por cadena nacional que dábamos "un paso muy importante en destrabar una causa que estaba absolutamente inmovilizada". También dijo que "las autoridades judiciales podrán ir a Teherán a interrogar a todos los acusados" y que "el objetivo es asegurar el debido y legal proceso". En su cuenta de Facebook, calificó reiterativamente de ‘histórico’ el memorando y destacó que "el acuerdo deberá ser tratado y ratificado por parlamentos de ambos países".
Este tratado puso a la Argentina en la zona más oscura de los países del mundo y dividió aún más a la sociedad argentina
Sobreactuando la institucionalidad republicana que desprecia, sostuvo que era absolutamente respetuosa de lo que decidiera nuestro Congreso como si no supiera que las mayorías parlamentarias que le responden estaban blindadas.
El memorando fue obviamente aprobado por los bloques parlamentarios oficialistas luego de un debate exprés de tres semanas, con una pobre participación de Timerman en un plenario de comisiones en Diputados y con la unánime negativa de toda la oposición política y de representativos sectores de la comunidad judía argentina. No sólo los votos afirmativos sino también los discursos de legisladores oficialistas defendiendo un acuerdo inmoral e indigno merecieron y merecen hoy el mayor repudio.
Este tratado puso a la Argentina en la zona más oscura de los países del mundo y dividió aún más a la sociedad argentina. El pacto con Irán sólo ha sido beneficioso para Irán, como vaticinamos oportunamente. ¿A quién se le podría ocurrir que Irán iba a acceder a que las autoridades judiciales argentinas o cualquiera "podría interrogar" a los acusados en Teherán como anunciaba con bombos y platillos Cristina Kirchner en su discurso? ¿Sabían la Presidenta y el canciller con quiénes habían negociado este acuerdo? ¿Desconocían que el régimen iraní viola sistemáticamente el derecho al debido proceso legal de sus propios ciudadanos y que ello ha sido denunciado por décadas? ¿Por qué iba a garantizarlo en este caso como también prometió la Presidenta en su discurso?
Pasó un año. Y no pasó nada. La investigación judicial está frenada. El trabajo del fiscal Alberto Nisman fue obstaculizado sistemáticamente por la Procuradora y kirchnerista confesa Alejandra Gils Carbó. No se produjo el interrogatorio a los acusados ni se garantizó el debido proceso legal que tanto pregonaba la Presidenta.
Hace meses pedimos la urgente derogación de la ley que aprobó el tratado que no está en vigor.
La Cancillería argentina reconoce oficialmente que el tratado no está vigente dado que Irán no ha completado los pasos previstos. Y el fallo de juez Rodolfo Canicoba Corral también lo confirma al excusarse de decidir sobre la constitucionalidad del memorando "porque no está en vigor". Con profundo dolor, vimos a la presidenta argentina mendigando al régimen iraní en la Asamblea General de Naciones Unidas el año pasado. En noviembre, Timerman anunció el envío de una propuesta a Teherán con un activismo unilateral indignante e insultante. Nada ni nadie ha conmovido a la otra parte.
No se descubrieron ‘razones ocultas’ para este acuerdo, ni ideológicas, ni geopolíticas, ni comerciales, ni energéticas. El tiempo y las omisiones de Irán desnudan la profunda impericia de la Presidenta y del canciller que han creído siempre que se pagaría por ellos más de lo que valen. Han asestado un duro golpe a la reputación de la Argentina en el mundo.
El memorando nos ha puesto en la zona oscura del mundo. Ratificó que no somos un país confiable y torció tres décadas de sistemática defensa y promoción global de la democracia y los derechos humanos al acercarse a dos regímenes totalitarios. Recordemos que de la mano de Cristina Kirchner y Timerman, la Argentina acordó con el régimen totalitario de Irán bajo la intermediación oficiosa del dictador sirio Bashar Al-Assad, apuntado por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en su propio país.
Hace meses pedimos la urgente derogación de la ley que aprobó el tratado que no está en vigor. La Presidenta tiene la posibilidad de enmendar este grave error y retomar el camino de la justicia argentina y la diplomacia internacional que su esposo y ella supieron defender. Para ello, debería convocar a una sesión extraordinaria para tratar la derogación, asumir el error con responsabilidad política y remover al canciller. La oposición acompañará unánimemente porque ello sacaría de la postración a la investigación judicial y también permitiría a la Argentina retomar la buena senda, no sin costos, en el concierto de las naciones libres y democráticas.
No vivimos una época de ética republicana. Perdimos mucho en el camino que va del ‘Nunca más’ de todos al ‘Nunca menos’ de Néstor Kirchner. La verdad, la justicia y la memoria no son slogan propagandísticos. Son valores éticos y políticos que unieron a la sociedad argentina para superar la tragedia del autoritarismo. Retrocedimos pero no nos hemos suicidado.