Neutro a la mexicana
Dos chiquitos porteños jugaban a los cowboys . No a los "combóis" porque el hecho sucedió en este tiempo, no hace cincuenta años. Se perseguían, se apuntaban con imaginarios revólveres y se gritaban uno al otro. No se gritaban en inglés ni en su propio español de Buenos Aires, sino en ese mexicano con patente de "español neutro" que, aprendido de "la tele", imitaban a la perfección. Así como para el profesor Higgins el inglés era "la lengua de Shakespeare, de Milton... y de la Biblia", para esos chicos (¿habrá que decir "bonaerenses", para que todos entiendan a qué puerto nos estamos refiriendo?) el idioma de los cowboys era el español neutro... a la mexicana. Con plena conciencia de que era una variedad lingüística diferente, que correspondía al contenido de su juego, lo habían convertido en un "dialecto literario", como cuando un autor de tangos componía sus letras en lunfardo o un poeta griego antiguo usaba formas distintas según el género que cultivara.
Los chicos no sabían que estaban imitando el español de México. Tampoco hubieran podido entender por qué los vaqueros norteamericanos podían hablar como los mexicanos y no como los argentinos. Y menos se les hubiera podido ocurrir que ese mexicano algo desleído que ellos, sin darle ese nombre, conocían como "el lenguaje de la televisión" se vendiera como "español neutro", un nombre que, aunque significa que no es de nadie, hace referencia a la pretensión de que es de todos.
En una entrevista que concedió el año pasado a la revista TVMás ("una verdadera guía de consulta en el mercado de la televisión hispanoparlante", cuya sede central está en el ombligo del mundo hispanoparlante, es decir, Miami), Enrique Candiani, pionero del doblaje en México, lo dijo con todas las letras: para él el español neutro no existe. "Cuando llegamos a hacer doblaje, en 1955, traíamos una herencia dejada por el cine mexicano, que ya se había estado exponiendo por veinte o treinta años en estos países y automáticamente se convirtió en el español propio para la TV -explicaba-. Lo que hicimos fue un estudio de mercado. Los países estaban acostumbrados al efecto sonoro del cine mexicano, por lo que la intuición nos guió [...] y optamos por introducir nuestra manera de hablar. Era un ejercicio que a muchos incomodaba, como los argentinos y chilenos, que no tardaron en protestar. Hicimos una revolución del español e incluso el gobierno español se aterrorizó y puso en aquella época un capital de 25 millones de dólares para que se redoblara el esfuerzo en toda España, para conservar su español, pero los latinos [hispanoamericanos] hacemos mejor uso del diccionario, mientras que los españoles lo han limitado y ellos reconocen esto."
La confesión de Candiani llegó con casi cincuenta años de atraso. Sin embargo, lo que él hizo era lo único que podía hacer. Lo lamentable es que su mercadería se haya vendido con una etiqueta falsa. Las empresas de doblaje mexicanas se anuncian todavía como "especialistas en español neutro" e invocan su experiencia de tantos años en la materia. Y tanto ha cundido la impropia expresión que los locutores y actores rioplatenses ofrecen sus servicios en "español neutro" y para eso tienen que prepararse siguiendo los cursos de escuelas que los forman, y deforman, en "español neutro".
En los años 60, al ver mermadas sus fuentes de trabajo cuando la televisión local fue invadida por programas enlatados, la Asociación Argentina de Actores empezó a clamar por una ley que obligara a doblar en el país el material que se emitiera. Era una legítima reivindicación laboral, pero el argumento que se daba era la preservación de la corrección idiomática. Finalmente, en 1986 se sancionó una ley que establece que "el doblaje deberá ser realizado en idioma castellano neutro, según su uso corriente en nuestro país, pero comprensible para todo el público de la América hispanohablante". Esto supone que en la Argentina se habla corrientemente ¡"idioma castellano neutro"! No vale la pena tratar de averiguar qué es eso porque la aplicación de la ley fue suspendida por un decreto del Poder Ejecutivo de 1991. De todos modos, con ley o sin ley, en el país se hacen doblajes desde los años 60. No en cantidad que pueda inquietar al monopolio mexicano, pero se hacen. Y como el propósito es netamente comercial y la intención es llegar también a otros mercados, los productores se las han arreglado para entender a su manera lo del "idioma castellano neutro". El resultado es, con perdón de los actores y demás trabajadores que han encontrado una buena fuente ingresos, una triste imitación de los doblajes mexicanos.
A una periodista argentina le ofrecieron hace poco la posibilidad de hacer una prueba para un programa de televisión que se iba a emitir desde Miami. "Eso sí: tenés que hacerlo en español neutro", le dijeron. Ella, que sabía muy bien de qué se trataba, preguntó qué era eso. "Cualquiera menos argentino", fue la respuesta. Pero consolémonos: ahora nos enteramos de que los adolescentes israelíes, de tanto ver telenovelas argentinas, terminan aprendiendo el español de Buenos Aires, voseo incluido. Teniendo en cuenta la calidad de esos productos, podemos concluir que no hay mal que por bien no venga.