Neil Armstrong, de Ohio a la Luna
La historia de la llegada a la Luna tiene varios comienzos.
Es quizás tan antigua como la primera mirada al cielo o el estudio de la estrellas. O como el mito de Ícaro, o la Torre de Babel: el intento de alcanzar lo más alto, según la imaginación de cada pueblo.
Un segundo comienzo es, claro, la genealogía de las máquinas de volar, de las cometas chinas a los dibujos de Leonardo, de los globos aerostáticos a Santos Dumont y los hermanos Wright.
Está también la historia de la guerra: aviones, helicópteros, misiles. Allí ganan protagonismo el alemán Wernher von Braun y su equipo, quienes tras desarrollar las bombas V-2 que asolaron Londres durante la Segunda Guerra Mundial, terminaron en Estados Unidos junto a unos 1600 científicos y tecnólogos alemanes. Su contribución clave es el diseño del cohete Saturno V, que impulsó las misiones Apolo.
Desde la biografía de Neil Armstrong (1930-2012) escrita por James R. Hansen que inspiró el film El primer hombre, la historia del primer alunizaje es sobre todo la vida de un chico que quería volar. "Nací y me crié en Ohio, a unos cien kilómetros al norte de Dayton. Las historias sobre los hermanos Wright y la invención del aeroplano forman parte de mis recuerdos desde que tengo uso de razón", contó Armstrong a Hansen en una de las entrevistas que le concedió cuando en 2002 accedió a colaborar en el proyecto.
Como muchos astronautas de la primera generación, Armstrong creció en un pueblo chico, Wapakoneta, de apenas siete mil habitantes. Hizo su primer vuelo recreativo a los 6 años, y a los 8 ó 9 comenzó a dedicarse al aeromodelismo. A los 15, trabajaba para pagarse las clases de piloto. Y a los 16 aterrizó en el aeropuerto de West Lafayette para anotarse en la Universidad de Purdue, tras solicitar una beca de la Armada.
De los aviones a los cohetes, el camino lo marca el contexto: la rivalidad de la Guerra Fría y el susto tremendo que significó el Sputnik soviético, en 1957. Luego llegaron dos disparadores: el 12 de abril de 1961, apenas un par de meses de asumido Kennedy, Yuri Gagarin se convierte en el primer hombre en el espacio. Y tres días después fracasa la invasión a Cuba. "Kennedy pensó que solo una hazaña espectacular restituiría la respetabilidad de Estados Unidos, así que echó mano del programa espacial con tripulación", relata Hansen. El 25 de mayo de 1961, Kennedy propone llegar a la Luna antes del fin de la década.
Cuando es reclutado como astronauta en 1962, como parte de la segunda cohorte, Armstrong ya había participado de bombardeos en la Guerra de Corea, pues la beca de la Armada suponía servicio activo. Más importante es que había sumado gran experiencia como piloto de pruebas en la base Edwards: había volado en varios modelos supersónicos, experimentado la gravedad cero, probado trajes presurizados y superado un par de accidentes serios. A su gusto por volar sumaba conocimientos avanzados: un piloto ingeniero. Y era el único del grupo que había conducido un avión propulsado por cohete, el X-15. "Uno podría decir que Armstrong representa los sesenta, porque se trataba de la era de la carrera espacial y del desafío del presidente John F. Kennedy de poner un hombre en la Luna", comenta Hansen en un intercambio por email. "Pero Neil y sus compañeros Buzz Aldrin y Mike Collins habían nacido en la década del treinta. Eran chicos que crecieron durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra. Si acaso, sus vidas representan, no la cultura juvenil de los sesenta, sino la madurez de una generación de mitad de siglo que, en su juventud, experimentó momentos muy desafiantes y los superó, con una confianza pragmática en que el mundo podía tener un mejor futuro".
El film de Damien Chazelle, el joven director de Whiplash y Lala Land, lo muestra estoico, sufrido. El Armstrong de Hansen es más bien práctico. Durante su entrenamiento como astronauta tuvo que pasar una prueba de aislamiento: dos horas en una habitación oscura y silenciosa. Armstrong eligió una canción que le permitiera medir el tiempo, la repitió el número de veces necesarias y golpeó para que le abrieran.
Pero reservado sí era. Y quizás un poco creído. Así lo recuerda Collins: "Dicen que nadie es una isla; pues bien, Neil lo era un poco. A veces, sus ideas eran más interesantes para él que las de otros, con lo cual, ¿por qué iba a abandonar su isla para estrechar la mano a alguien cuando era absolutamente feliz en su pequeña cabaña de paja o donde fuera?"
Sobre los peligros –un punto importante en el film–, el propio Armstrong le dijo a Hansen que consideraba más riesgoso su tiempo como piloto de prueba: "Esto no significa que en el programa espacial no esperáramos riesgos, nos sentíamos bastante cómodos porque teníamos respaldo técnico y no nos acercábamos tanto a los límites como hacíamos en los viejos tiempos de los vuelos de prueba". De hecho, según la contabilidad de Hansen, en la base de Edwards solo en el año 1952 murieron 62 pilotos.
El papel que pudo haber cumplido la muerte de su hija Karen, de dos años, en impulsarlo a postularse como astronauta es muy importante en la película, pero está sugerido ya en el libro de Hansen. De sus viajes de celebración después del alunizaje, que llevaron a Armstrong por todo el mundo, el historiador señala una anécdota en Londres sobre una nena de dos años, rescatada del apretujamiento por la policía. "Armstrong la vio y se acercó inmediatamente a darle un beso, mientras una multitud de más de trescientas personas lanzaba vítores", relató el cable de United Press.
Hay un nudo de significado en la primera carrera espacial que resiste el tiempo y justifica los retornos periódicos. La competencia entre dos imperios, un momento en que la tecnología era poderosa pero no mágica, y un tiempo de gran conservadurismo que abrió camino a grandes revoluciones: todos éramos jóvenes en los sesenta. La elección de Armstrong como centro de la historia es inevitable pero también paradójica. Más allá de la frase preparada para el descenso y su aceptación, renuente, de los deberes en relaciones públicas, nunca le gustó mostrarse. Es como tratar de explicar un símbolo con un enigma.
También hay cuestiones que resuenan con el hoy. La versión de Chazelle, con su énfasis en el riesgo y el estoicismo, puede entenderse como una reflexión sobre la masculinidad. En tiempos de #MeToo y una renovada lucha por los derechos de las mujeres, abre la pregunta tácita de qué significa ser hombre.
Y está el papel creciente de los emprendimientos privados en la exploración espacial. Las empresas Blue Origin, de Jeff Bezos (fundador de Amazon), y SpaceX, de Elon Musk (dueño de Tesla), lograron los primeros aterrizajes verticales de cohetes reutilizables en 2015. En febrero de este año, SpaceX lanzó el Falcon Heavy, un cohete parcialmente reutilizable con una capacidad de carga apenas inferior a la del Saturno V. Planetary Resources está orientada a desarrollar robótica para minería de asteroides. Y está Virgin Galactic con su oferta de vuelos comerciales al espacio. Es el modelo Silicon Valley: alta tecnología, grandes inversiones, emprendedores carismáticos. Y una vinculación con el Estado que no quiere reconocerse.
Hansen, profesor emérito de la Universidad de Auburn e historiador oficial de la NASA, señala: "En el nuevo ambiente de ‘privatización’ del espacio, hay todavía una buena cantidad de dinero de los contribuyentes haciendo posibles los nuevos programas y dándoles factibilidad financiera. El papel del gobierno y de los ingresos públicos es todavía esencial, y continuará siéndolo." Su preocupación es mayor en relación con la militarización. Hay un pasado complejo, que Hansen reconoce: "Sin la Guerra Fría, sin la atmósfera de crisis que impuso el lanzamiento de los Sputnik rusos, Estados Unidos no hubiera intentado realizar algo tan audaz como ir a la Luna. La NASA fue creada por la administración de Eisenhower específicamente para ser una agencia civil, no militar; no obstante, la NASA y el programa espacial norteamericano fueron un arma esencial en la batalla por el prestigio contra los soviéticos".
En agosto de este año, Donald Trump anunció la creación de Space Force, una fuerza militar que se sumará a aviación, ejército, marina, marines y guardia costera en Estados Unidos. "Veremos qué de diferente nos trae, si nos trae algo, en términos de la militarización del espacio", comenta Hansen. "Tenemos que recordar la advertencia de Eisenhower en su discurso de despedida como presidente, en 1960, acerca de los peligros del ‘complejo militar-industrial’ en nuestro camino hacia el espacio".