Negociar, pero no desdibujar el Mercosur
La iniciativa de Uruguay de abrir negociaciones unilaterales, por fuera del bloque regional, ha puesto en tensión la política comercial común
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El reciente anuncio de Uruguay de querer entablar, unilateralmente, negociaciones con terceros países es una decisión que implica apartarse del Tratado de Asunción, en especial y particular de la regla general de tener una política comercial común entre los cuatro socios del Merocusur.
El Tratado de Asunción, norma fundacional del Mercosur, consagra en su artículo 1:”El establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales”.
Según lo establece entonces, la política comercial común es un compromiso jurídico internacional, incorporado a los ordenamientos jurídicos internos de los socios. Sólo puede ejercerse de modo conjunto y adoptando las decisiones por consenso.
Desconocer esto, bajo pretextos de modernización y flexibilización, no contradice simplemente la Decisión 32/00 -que dado su naturaleza de mera norma instrumental- implica una violación del Tratado y un golpe gravísimo a la institucionalidad y estructura del Mercosur.
Una decisión unilateral de esta naturaleza, cualquiera sea el socio que la tome, rompe la affectio societtatis del esquema regional y es un golpe fatal a uno de sus pilares, la política comercial común. Sin duda sería objeto de una controversia dentro del Sistema de Solución de Diferencias del Mercosur y, también, de eventuales recursos judiciales de particulares con intereses afectados.
Desde una perspectiva económico-comercial, para un país de desarrollo intermedio como Argentina, de poca población, mercado interno mediano y alejado de centros globales de consumo, el camino al desarrollo y crecimiento pasa necesariamente por vincularse al mundo. En nuestra historia económica han fracasado sistemáticamente los intentos de desarrollo basados en el mercado interno.
Nuestra fortaleza está en vincularnos al mundo con el apoyo de nuestros vecinos. Eso es Mercosur: una de las pocas políticas de Estado desde el retorno de la democracia.
En nuestra historia económica han fracasado sistemáticamente los intentos de desarrollo basados en el mercado interno.
Los acuerdos comerciales tienen por objetivo abrir nuevos mercados y/o ampliar los existentes, generan oportunidades para que el sector productivo mejore su competitividad integrándose a cadenas de valor globales, generar actividad económica y empleo. La virtud de un acuerdo depende del equilibrio de las concesiones otorgadas y recibidas y del potencial de beneficio mutuo.
Brasil es el principal mercado de exportaciones argentinas con valor agregado, intensivas en mano de obra y de economías regionales. La apertura del mercado ampliado a productos y servicios extra-Mercosur no sería indiferente, al contrario, generaría competencia y amenazas adicionales a la oferta argentina.
Cualquier futuro acuerdo que no abarque a todos los socios alterará el equilibrio intrazona con perforaciones al Arancel Externo Común y más imperfecciones en la Unión Aduanera. Además de distorsiones en las condiciones de competencia por la disparidad de regímenes aduaneros y en los requisitos de origen para la circulación de productos y la integración productiva.
Este camino nos transformaría en Zona de Libre Comercio, una iniciativa regresiva que es, desde hace tiempo, un objetivo que el ultra liberalismo siempre quiso imponer y que, paradójicamente, se termina alcanzando de la mano de un proteccionismo extremo y de la falta de iniciativa y criterio negociador común.
Dejar librada la decisión de celebrar acuerdos al momento coyuntural de un socio, traerá implícito resignar el atractivo de ofrecer un gran espacio para inversiones productivas, condición imprescindible para la recuperación económica y la generación de empleo genuino que tanto necesitan la Argentina y sus socios.
Mucho se ha dicho y escrito del sentido de los acuerdos Alfonsín-Sarney para dejar atrás recelos y desconfianzas. Con el Mercosur se logró un salto cualitativo: un sistema de reglas en relaciones asimétricas en el que hubo y seguramente habrá concesiones para contener a socios con mayor y menor peso específico, con mayor y menor territorio, economía y población, pero que toman decisiones en base a los intereses del conjunto. Perder este activo sería un gran error.
El camino no es desdibujar el Mercosur. El camino no es dejar de negociar ni tampoco negociar en soledad. Menos aún imaginar esquemas de “distintas velocidades”. El camino está en la sabiduría del Tratado de Asunción: sostener la política comercial común, recuperar el trabajo coordinado, atender intereses nacionales y del conjunto y proyectarnos al mundo celebrando acuerdos mutuamente beneficiosos con todas las contrapartes extrazona que sea posible.
Raimondi, exvice canciller y exembajador en la OEA; Verón Guerra, exembajador en la Unión Europea y Francia