Necesitamos más y mejores graduados universitarios
Durante dos días del mes pasado, casi 11 millones de egresados secundarios de China rindieron el examen denominado gaokao, implantado a mediados del siglo pasado por Mao, para poder ingresar a la universidad. Estos exámenes generales exigidos para ingresar a la universidad están también vigentes en Cuba y en Vietnam, es decir, en tres naciones gobernadas por el Partido Comunista. Estos exámenes no son ninguna novedad, ya que, desde hace décadas, en la mayoría de los países el ingreso a la universidad exige previamente aprobar exámenes generales implementados o supervisados por el propio gobierno.
La lista es muy grande, ya que va desde Australia, Austria, Canadá, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Hungría, Italia, Israel, Portugal, Grecia, España, Japón, Corea, hasta Noruega, Rusia, Eslovenia, Luxemburgo, Estonia, Suiza, Reino Unido, Lituania, Francia (desde Napoleón I), Alemania, Turquía, Siria y Nueva Zelanda. Este tipo de evaluación requerida para el ingreso a la universidad también existe en muchos países de América Latina, ya que rige en Ecuador, por iniciativa del entonces presidente Correa, y también en México, Costa Rica, Colombia, Brasil, Chile y Nicaragua. Son muchos los países en los cuales el resultado de estos exámenes también sirve de base para la asignación de las becas a los estudiantes de escasos recursos económicos.
Los avances tecnológicos de este siglo están impulsando un sostenido proceso de transformación global de las estructuras de producción de bienes y servicios que nos indican que año a año se destruirán cada vez más empleos no calificados y aumentará la demanda de más recursos laborales de alta preparación
Debemos tener presente que los avances tecnológicos de este siglo están impulsando un sostenido proceso de transformación global de las estructuras de producción de bienes y servicios que nos indican que año a año se destruirán cada vez más empleos no calificados y aumentará la demanda de más recursos laborales de alta preparación. Esto significa que el nivel educativo de un país es esencial para determinar el ritmo de crecimiento del nivel de vida de la población. El avance económico de una nación hoy no depende principalmente de la existencia de recursos naturales (agro, minería, pesca, hidrocarburos), sino del nivel de calificación de su fuerza laboral. Este siglo es el siglo de la ciencia y la tecnología, los avances son cada vez más acelerados, por ejemplo en el área de la robotización de los procesos industriales, de la comercialización y los servicios.
En este siglo, las personas educadas y sus ideas aportan no solo a su desarrollo profesional, sino también a la riqueza de las naciones. La universidad es hoy la institución más importante en el proceso de acumulación del conocimiento; no solo alberga las ciencias básicas, sino que también da lugar a revistas, libros y bases de datos para comunicar el conocimiento en todo el mundo. Las universidades son las principales proveedoras de capacitación en las nuevas especialidades que van surgiendo, labor fortalecida por el crecimiento en la circulación internacional de académicos y estudiantes. La "fuga de cerebros" es hoy común en el mundo globalizado. El nivel de conocimientos acumulados por los habitantes de un país es hoy la mayor garantía de su avance. Estuvo en lo cierto The Economist cuando afirmó: "La fortaleza de una sociedad depende principalmente de lo que está en la cabeza de las personas. Por esta razón Japón y Alemania pudieron recuperarse rápidamente a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que sus ciudades estaban reducidas a cenizas".
Si tenemos en cuenta el tamaño de las poblaciones, en nuestro país matriculamos más estudiantes universitarios que muchos países, por lo tanto deberíamos suponer que si tenemos más estudiantes deberíamos tener también más graduados, pero no es así, sino lo contrario. Este déficit en la graduación nos está diciendo que nuestro ritmo de acumulación de capital humano calificado es insuficiente, ya que incide negativamente el hecho de que nuestra deserción universitaria es muy alta.
Veamos por ejemplo la evolución en los últimos años de la graduación universitaria en nuestro país y los vecinos Chile y Brasil, países donde hay exámenes denominados PSU (prueba de suficiencia universitaria) y ENEM (examen nacional de educación media); estos exámenes estuvieron vigentes desde el siglo pasado incluso con los gobiernos de izquierda. El ingreso a las universidades es distinto en la Argentina, ya que la ley 27.204 estableció el "ingreso irrestricto". Este concepto no deja de ser socialmente atractivo, ya que luce como un factor que contribuye a la igualdad de oportunidades, pero la realidad es otra, mas allá de estas legítimas aspiraciones de avance social.
Nuestra universidad tiene una gran amplitud en lo que hace a la población total estudiantil, pero al mismo tiempo registra pocos graduados, ya que los niveles de deserción son muy elevados. La actual graduación anual universitaria (en proporción a la población) en Brasil es más del doble que la nuestra y la chilena es un 64 por ciento mayor; esta diferencia se amplía año tras año, porque el ritmo de aumento de esta graduación es mayor en nuestros vecinos.
No existen restricciones para el ingreso a nuestras universidades porque así lo dispone nuestra ley, pero la deserción es muy elevada, ya que de cada 100 estudiantes que ingresan a nuestras universidades casi 70 no concluyen sus estudios. No hay "restricción", pero hay una preocupante "deserción". El nivel de preparación para ingresar a la universidad es el preludio de dos futuros diferentes, ya que no hay mayor "restricción" que la falta de estímulos a la dedicación al estudio en la escuela secundaria, ya que lo que no se estudia como corresponde en esa instancia previa resulta difícil de recuperar en la universidad. Es así como la mitad de nuestros estudiantes universitarios no aprueban anualmente más de una sola asignatura.
El ingreso a la universidad es distinto en la Argentina del vigente en la mayoría de los países, ya que no existe un examen a nivel nacional al finalizar la escuela secundaria; la inexistencia de esta instancia debilita la dedicación al estudio en el secundario. Esta es una de las causas del gran abandono de nuestro estudiantado universitario. La fórmula "inclusiva" que se nos presenta como eficaz para lograr el meritorio objetivo de la igualdad de oportunidades es la ausencia de las limitaciones de exámenes generales al finalizar el ciclo secundario. Pero esta bien intencionada receta no sirve para ese objetivo, de manera que, si seguimos como hasta ahora, continuaremos comprometiendo aún más el futuro de nuestros adolescentes.
Las naciones están dejando atrás una época en que eran decisivos los recursos naturales. En este siglo crecen las naciones que acumulan el capital humano; por esta razón, cada día son más importantes la universidad, el nivel educativo de los estudiantes secundarios que acceden a ella y la eficacia y calidad de la graduación universitaria. Necesitamos más y mejores graduados universitarios.
Academia Nacional de Educación