Narciso, TikTok y la nueva frontera de la belleza real
Las reacciones ante un exitoso filtro de TikTok que permite alterar la apariencia y la fisonomía de los rostros humanos desató una ola de reacciones negativas, advertencias y cuestionamientos
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“No debería ser legal” (El País de España). “Tóxico” (Bloomberg). “Defendemos la belleza real” (marca Dove). “Es un efecto que hemos visto en las películas de ciencia ficción donde ya no podemos decir qué es real” (un profesor universitario citado en The Washington Post).
Las reacciones ante un exitoso filtro de TikTok que permite alterar la apariencia y la fisonomía de los rostros humanos (especialmente los femeninos) de acuerdo a parámetros de belleza desató una ola de reacciones negativas, advertencias y cuestionamientos tan veloces como su adopción entre los usuarios.
"El omnipresente asunto de la “inteligencia artificial” invade el debate"
Desde su lanzamiento hace poco más de un mes, Bold Glamour se convirtió en uno de los filtros más usados especialmente por el factor sorpresa y, también, por el declamado rechazo de quienes lo prueban y popularizan.
Las cifras de uso en video (9 millones de clips y más de 355 millones de reproducciones, reportados días atrás) reflejan tanta viralidad como los llamados de atención horrorizados. La cuestión tecnológica parece una proeza: en “tiempo real”, logra un efecto de “realismo” difícil de distinguir, en el marco de la llamada “realidad aumentada”.
Los expertos explican su potencia: “La capacidad de manipularte a ti mismo de manera creíble se ha convertido en mercancía, y ese el verdadero salto”, explicó una tecnóloga residente del MIT. “Esta tecnología ha vivido en laboratorios, empresas o entornos más esotéricos durante un tiempo, pero ahora todos pueden hacerlo de forma gratuita y probarlo”.
El omnipresente asunto de la “inteligencia artificial” invade el debate: un ex asesor de TikTok sostuvo que es probable que se utilice “IA generativa” contrastando la imagen con miles de millones de imágenes disponibles en la web.
"Desarrolla su análisis inicial a través de la célebre imagen de Narciso contemplando su propio reflejo en el lago"
La cuestión ética, sin embargo, no tardó en aparecer: desde perpetuar patrones estéticos dominantes, hasta la salud mental sobre su propia imagen de los sub 25 (los usuarios más intensos de la app y los filtros) o el extremo de la dificultad para separar la apariencia digital de la apariencia física.
Los videos que utilizan el prodigioso filtro de Bold Beauty, de hecho, se pueden publicar sin una etiqueta que refleje el uso de este efecto posrealista: pareciera cruzar una nueva frontera. Sus zonas de intervención son, justamente, las cejas, labios, pómulos, contornos de ojos…
Es convertirse en la poderosa influencer de belleza Kim Kardashian en unos instantes o lucir, como enseñan en sus populares tutoriales, las expertas en make-up o aquellas que se someten a los más cuidadosos tratamientos (el Botox y sus alrededores).
El cuerpo, en definitiva, o más concretamente el rostro y nuestras expresiones, mediadas por la inteligencia artificial: las reacciones emocionales son más intensas cuando se trata de cómo nos vemos y mostramos ante los demás. Los dilemas de la autoexposición.
En estos días se lanzó Devenir obra de arte, el nuevo libro del filósofo alemán Boris Groys: es el título 50 de la colección Futuros Próximos (Caja Negra). En el comienzo, Groys escribe: “En nuestra cultura la cosificación del cuerpo a través de la mirada ajena ha tenido mala fama porque el objeto, respecto del sujeto, parece quedar en una posición inferior en la jerarquía de valores”.
Y desarrolla su análisis inicial a través de la célebre imagen de Narciso contemplando su propio reflejo en el lago. El narcisismo no es, explica Groys, la concentración en uno mismo y la falta de interés en los demás, sino sobretodo poner el foco en la imagen que le ofrecemos al mundo.
El mismo autor había abierto esa colección casi una década atrás con su colección de textos Volverse público. En aquel volumen desarrolla su mirada crítica sobre la mirada “estética” del arte, con foco en el contemporáneo, en el siglo XX. Y toma como punto de partida justamente la adopción del diseño como una capa de embellecimientos de los productos, las obras, las personas.
“La estetización del mundo” era, de hecho, la fórmula de Gilles Lipovetsky para describir mucho más que las vicisitudes del mercado del arte. El francés describía y señalaba el fenómeno inverso: cómo la lógica de la moda y el diseño, su ética y su estética, formaban parte de la lógica central del consumo tanto como la oferta y la demanda.
“Cada acto de estetización puede ser visto también como una crítica al objeto estetizado”, sostiene Groys en Volverse público. Y agrega: “Aunque el diseño hace que un objeto luzca mejor, también genera sospechas de que el objeto sería desagradable y repelente si esa superficie de diseño”, ese filtro, diríamos hoy, “se retirara”.
La conexión entre aquel Narciso, en su versión consagratoria de Caravaggio a fines del siglo XVI, absorto, ajeno al entorno, y las selfies ya había sido tratada por estos autores. Ahora, la imagen nos llega intervenida con audaces filtros que permiten una ficción indescifrable sobre qué imagen queremos reflejar.