Nadie escuchó gritar a María Schneider
Leo la noticia en un diario francés, me sorprendo. Bueno, no me sorprendo pero sigo pensando que cómo puede ser que todavía pasen estas cosas. Un canal de TV estatal de Marruecos debió disculparse públicamente con su audiencia luego de poner al aire una sección en la que se les enseñaba a las mujeres a maquillarse para ocultar las marcas de los golpes. Sí: maquillaje para mujeres golpeadas -no es un chiste- fue el tema de un singular fragmento del programa matutino de la televisión marroquí en la semana de la lucha internacional contra la violencia de género. "Hoy nos ocuparemos del tema del maquillaje que sirve para disimular las huellas de maltrato. Es un asunto lamentable del que no debemos hablar pero que desgraciadamente existe", había dicho la conductora de Sabahiyat 2 al anunciar el segmento. El escándalo estalló en las redes.
Al mismo tiempo que se conocía el comunicado de la emisora, Lilia Mouline, la conductora que había dicho al aire que la violencia contra las mujeres era un “asunto lamentable del que no debemos hablar”, declaraba que de ninguna manera estaban naturalizando la violencia de género sino que trataban de proveer soluciones a esas mujeres que por un período de entre dos y tres semanas, mientras se curan sus heridas, deben dejar en suspenso su vida social. “Esas mujeres ya han sido sujetos de humillación moral y no necesitan que además las estén mirando todo el tiempo”, explicó Mouline. “El maquillaje les permite continuar su vida normalmente mientras esperan por justicia”, dijo. Y el gran problema es esto último, ¿de qué justicia hablaba la conductora?
En el país magrebí, uno de los más liberales de la región, el 62,8% de las mujeres han sido víctimas de la violencia de género alguna vez por lo que aún resulta más insólito el macabro tutorial con el que se les enseñaba a ocultar las marcas de la violencia en lugar de persuadirlas o darles información para que denuncien a los violentos. Hace varios años que las organizaciones de derechos humanos marroquíes esperan una ley acorde a los tiempos que corren y a la dramática situación. Queda claro que la sociedad civil ya abrió los ojos: haber obligado a las autoridades del canal a pedir disculpas por el vergonzoso segmento es un avance.
Mientras tanto, leo en las redes algo que se me pasó en su momento, una información escandalosa que evidentemente no tuvo la repercusión que debió tener y la razón sólo puede ser una: involucraba a dos artistas sagrados. Pienso, entonces, que hay un momento en el que estamos preparados para abrir los ojos –individual o colectivamente- incluso si desde afuera pretenden naturalizar el horror. Durante una entrevista para Playboy, en 2013 el director italiano Bernardo Bertolucci reconoció que la célebre escena de la manteca de Ultimo tango en París (1972) fue un perverso abuso sexual. Lo veo, lo escucho decir cómo planificaron en secreto con Marlon Brando la escena entre él y María Schneider, que entonces tenía 19 años, porque Bertolucci quería gritos reales y no quería “que María actuara su rabia y su humillación, sino que las sintiera” y no puedo concebirlo. Menos aún puedo escucharlo decir que, aunque se siente culpable, no se arrepiente porque para hacer películas “a veces hay que ser completamente frío” y algún bla bla bla acerca del arte. Busco y encuentro declaraciones de Schneider del año 2007 que confirman que la escena no estaba en el guión original. Que la sodomización y el recurso de la manteca la hicieron sentir humillada y que se sintió violada por Brando, aunque según ella no hubo penetración y a esta altura no sé si es lo más relevante. Era casi una nena, era su primera película. Murió en 2011 de cáncer, luego de una vida atravesada por las drogas, internaciones psiquiátricas y al menos un intento de suicidio. Bertolucci dice en aquella misma entrevista que por haberla engañado así, ella los odió toda la vida. Yo empiezo a odiarlos hoy.