Muros que ocultan, paredes que gritan
San isidro, 5 de febrero de 2013. El ciclista es un protagonista involuntario. Pasaba por allí, por esa calle como tantas otras, en el momento en que la cámara captó la imagen. Es lo que en la jerga periodística llamamos, sin reparar demasiado en segundos sentidos, "el elemento humano". Las imágenes, se supone, ganan en potencia y comunican mejor cuando ese elemento humano está presente. En este caso, el ciclista le da vida y movimiento a una esquina que, si no fuera por las pintadas, no llamaría la atención de nadie. Incluso podríamos pensar que fue el ciclista el objetivo del fotógrafo. Pero luego leemos algunas palabras sueltas, escritas con bronca contra esos muros color naranja y el ciclista automáticamente se esfuma. En su lugar aparece la punta de una historia que podemos imaginar horrenda: "Con los chicos no", "Enfermas mentales", "Yanina sos una mierda"...
Hay más, pero en esas tres frases adivinamos bastante de lo ocurrido en el jardín maternal Tribilín, de San Isidro. La foto entonces ya es otra. La imagen sencilla de una casa cualquier en una esquina también cualquiera cobra nuevos sentidos. Las persianas bajas y los barrotes en las ventanas dejan de ser elementos de seguridad absolutamente normales para el resguardo de un exterior posiblemente hostil para convertirse en herramientas de un encubrimiento. Y la casa toda pasa a ser el retrato indignante de algo que no vemos en realidad, porque ya ocurrió y porque tuvo lugar detrás de esas paredes que ahora gritan su verdad de maltratos a niños que, muchos de ellos, eran tan chicos que no tenían palabras para contarles a sus padres lo que les estaba pasando.
Y si volvemos al ciclista una vez más, otra idea viene a completar el círculo de sentidos de esta imagen sencilla y terrible. Salvo por los niños, pareciera, el elemento humano siempre estuvo del lado de afuera. Detrás de esas paredes que sirvieron para el ocultamiento de los gritos y los maltratos hacía tiempo que este elemento se había degradado.
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