Jorge Leónidas Escudero: adiós al poeta buscador de oro y de belleza lírica
Murió en "su" San Juan, la ciudad y la provincia en la que se basó su obra
Esta mañana falleció en la ciudad de San Juan el poeta Jorge Leónidas Escudero (95). Había nacido en San Juan el 4 de septiembre de 1920. En su juventud cursó estudios universitarios pero no concluyó la carrera de ingeniero agrónomo: se dedicó a la exploración minera. Buscador de oro y de otros metales preciosos en su provincia, no obtuvo resultados materiales pero sí cuidados logros estéticos. Su poesía guarda rastros de esa actividad en la representación del paisaje, de los personajes andinos que la habitan en sus "andanzas mineras" y de sus usos particulares del lenguaje. Escudero publicó su primer libro, La raíz de la roca, a los cincuenta años. Su obra integra varias antologías nacionales y extranjeras. Compuso, además, canciones folklóricas, recopiladas en Aires de cordillera (San Juan, 1994). Otros de sus libros son Le dije y me dijo (1978), Piedra sensible (1984), Basamento cristalino (1989), Umbral de salida (1990), Elucidario (1992), Cantos del acechante (1995), Viaje a ir (1996), Caballazo a la sombra (1998) y Senderear (2001), entre muchos otros. Varios de esos títulos fueron modestas ediciones de autor, hoy inhallables pero que se encuentran en Poesía completa, de Ediciones en Danza, de 2011. Por su libro Atisbos, Escudero recibió en 2015 el segundo premio Nacional de Poesía (otorgado por el Ministerio de Cultura a las producciones de 2011 a 2014). Javier Cófreces, editor y amigo del poeta, dice: "Escudero siempre merodeó el ‘más allá’ y lo transitó y aún lo traspasó en su obra. Más allá de las montañas que trepó con su burro en busca de oro, más allá de la quimera y el azar. Más allá de la palabra regional, que extendió con sus versos a lo largo de todo el país. Más allá de la amistad, del amor y de la muerte, temas a los que les cantó con originalidad, hondura y también con humor. Escudero en vida fue más allá de los registros líricos posibles, más allá de lo conocido e insospechado en la voz poética nacional. Fue más allá de modos y modismos, más allá del tono y las tonadas provincianas. Más allá de la jactancia poética, desde su inconmensurable modestia. Más allá del canon y del Premio Nacional de Poesía que se le negara dos veces consecutivas. Todo ese ‘más allá’ el poeta lo merodeó, lo transitó y lo traspasó ‘acá’, escribiendo empecinadamente desde su tierra sanjuanina, desde los 23 libros que publicó para que lo disfrutemos por toda la vida".
La poética de Escudero establece vínculos no sólo con la región que él conoció en profundidad, pequeños pueblos de valles y caseríos de montañas, sino también con los pobladores de esa región, a los que dedica siluetas biográficas humorísticas e irónicamente moralistas, escritas en una sintaxis rota, compleja, elocuente y original: "Otra vez ando el campo este seco/ de retamos jarillas e írseme la tarde/ en lo que es ver,/ sin más estar que en mis ojos la yerma/ extensión del desierto sanjuanino", se lee en el poema "Campos de la difunta".
Consultada por La Nación, la poeta chaqueña Claudia Masin (autora La vista y La plenitud, entre otros libros), cuya obra tiene afinidades con la del poeta sanjuanino, dice: "Minero y buscador de oro durante una época de su vida, continuó esa búsqueda fallida, inagotable en su escritura: Escudero sabía que no habría recompensa, que no habría hallazgo heroico, que no habría una mañana épica que contrapesara todas las veces que se volvía de allá con las manos vacías, cansado hasta la extenuación, desesperado. Y si seguía buscando, cavando en el suelo seco, era porque además sabía que ese era el tesoro: la paciencia, el amor, el desprendimiento con que se trabaja una materia, cualquier materia –las piedras, las palabras- hasta que algo, alguna vez, resplandece en el barro como si fuera oro, aunque nunca lo sea".
Cinco poemas de Jorge Leónidas Escudero
A OTRA COSA
¿Pongámonos bien la vida
que nos pusimos del revés?
En vez de alimentar historias de plomo
digamos cosas fáciles.
En vez de hacer de perro del hortelano,
o llorar a la luna porque no nos quieren,
echemos pájaros en el jardín de las preciosidades.
Probemos saludar a desconocidos
a ver si aparece el amor,
pues qué delgado está el mundo,
qué pálido, y necesita apoyo.
Aventa una palabra uno y afecta al tiempo futuro;
por eso hay que hablar con cuidado
y sonreír más.
Pogámonos bien la vida a ver qué pasa,
pues así como estamos se han desequilibrado
los bancos de las plazas
y si no intervenimos
¿a dónde va a ir la gente a tomar aire?
APRIETE
Atiéndanme a esto que les digo aunque
antes ya lo dije, pero
sean buenos porque necesito
compañía neste asunto.
Que otra vez fui a dormir a campo abierto
y al despertarme al rato veo
al cielo echado sobre mí.
La Cruz del Sur clavándome el pecho,
las Tres Marías ciñéndome la frente y
un lucero espantoso apretándome la garganta.
E me exigían hablara que qué relación
tenía con sus esplendores,
que si sentía la inmensidá en mí,
la presión del Universo, dijera algo.
Cerré ojos y estuve desvelado
pensando que les decir qué
si no sabía nada de nada. Pero musité:
Señoras estrellas yo soy un humilde
buscador de piedras que vine a la montaña
y soy inorante de vuestras grandiosidades.
CAMPOS DE LA DIFUNTA
Otra vez ando el campo este seco
de retamos jarillas e írseme la tarde
en lo que es ver,
sin más estar que en mis ojos la yerma
extensión del desierto sanjuanino.
Sesga un pájaro desde y va a
lo mismo siempre lento a lo mismo vuela
como si no se moviera y se apaga.
El cielo enciende alguna estrella sobre
los jarillales ya oscurecidos.
Monte achaparrado donde ha muerto
y vive la Difunta Correa.
Y es su hijo es quien llora
en tanta soledad viento trío.
Y ese es mi estar aquí en ‘l inmenso
campo santo de ella, bravía sed a donde vine para
en lo que me es ver sentir,
tras el pájaro huyente del día
la unión con la Madre.
CONFIAR
Señor gato este blanco y negro este
que duerme a mi lado y suelta las patas
seguro de que no voy a incomodarlo. Descansa
como un trapo caído en el suelo
no vi más entrega como así un bebé
cerrar los ojos y dormir
ajeno a las traiciones del mundo
sí, porque la desconfianza lógica
entre nosotros los animales,
ver a este dormir tan feliz
me da la sensación expansiva
de que todos los seres deberíamos ser así.
E ante este sentir le agradezco
al cariñoso gato
porque por lo menos mientras lo veo dormir
me siento amoroso con todo el mundo.
EL VINO TRISTE
Agazapada casa m’ está sperando
en que vuelva a allá y voy ya voy
digo pero no voy sino me hundo
cada vez más en este bar.
(Tráigame lo de siempre.)
Casa qu’ en preguntarme insiste. No
sé respondo sólo hice allá
un adiós como decir tal vez, no sé.
¿Y qué pretendo aquí?
¿Salvarme del pasado cerme el sordo?
Late
la casa y acecha ver qué hago.
Sí, debo tener cuidado, hoy
estaba entre los aburridos aquí
y de repente hice un ademán así
como a tomar el ómnibus de vuelta a, y
lastimosamente derrame el vaso de vino.
Avergonzado
salí a la calle para como siempre
seguir quedándome.
Soy el desaparecido de allá.