Multiplicar la solidaridad
Cada 26 de agosto, desde 1998, se conmemora el Día Nacional de la Solidaridad. Ese día nació la Madre Teresa de Calcuta, quién dedicó su vida a los más indigentes entre los indigentes. Ella decía: "a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".
Madre Teresa, una prodigiosa religiosa albanesa nacionalizada india, obtuvo en 1979 el premio Nobel de la Paz por "encarnar la solidaridad" y consagrarse en prueba palpable, viva y contemporánea de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido y, más que eso, pueden dar sentido a nuestras vidas.
Vaya si tiene sentido en estos días, cuando no dejamos de admirarnos ante la magnanimidad de innumerables personas ofrendando hasta su propias vidas en la primera línea del desigual e incesante combate a un virus global.
Pensemos si no en nuestros servidores médicos, paramédicos, educadores, trabajadores esenciales (repositores/venta de alimentos, medicamentos, transporte de los mismos), maestros, médicos y peones rurales, agentes del orden y la seguridad, bomberos voluntarios, recolectores de residuos (paradójicamente aquellos socialmente menos considerados e indignamente retribuidos); pensemos en tantos cabales comunicadores y arriesgados movileros, en esos anónimos donantes y bienhechores generosos, en cada incansable voluntario… ¡dándose a sí mismos!
Pensemos singularmente en ese voluntariado que mediante una economía milagrosa de mancomunidades solidarias civiles, en forma gratuita, creativa e ingeniosamente todos los días desde iglesias, clubes, parroquias, fundaciones y centros vecinales, alimentan personal y nutritivamente (todas las comidas diarias básicas) a miles de personas en situación de calle. He ahí el anverso de la desigualdad, de la corrupción y de los privilegios que inexorablemente ¡mataron, matan y matarán!
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de "los pobres más pobres entre los pobres", llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con ocasión del Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en la acción por encima de las organizaciones. Cuatro años más tarde, venerada no sólo por aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos, instituciones internacionales y poderosos personajes, recibió el premio Nobel de la Paz, que agradeció sosteniendo: "para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más insoportable de las pobrezas."
Coherente y consecuente, Teresa de Calcuta hizo vender el premio de una rifa un coche descapotable que le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964, destinando lo obtenido a la creación de una leprosería en Bengala. Posteriormente también convencería al papa Juan Pablo II de abrir un albergue para indigentes en el mismo Vaticano. La obra de esta líder y fundadora de las Misioneras de la Caridad se extendió por el mundo, y ya regentea poco menos de seiscientas misiones en más de cien países.
La mejor conmemoración es entonces agradecer, escuchar e imitar, activamente, a la Madre Teresa: "Yo puedo hacer cosas que tú no puedes, tú puedes hacer cosas que yo no puedo; juntos podemos hacer grandes cosas".
Finalmente, ojalá esa "gota en el mar" de la Madre Teresa nos salpique con un diluvio regenerador, que despierte e incremente solidaridades incombustibles, para republicanizar las instituciones y los poderes con más señorío ciudadano.
Investigador Cijs / UNC. Experto CoNEAU/Cooperativismo