Multicrisis argentina: problemas económicos a resolver
El actual escenario económico, social y político de nuestro país es extremadamente complejo y, prácticamente, no tiene parangón en las últimas décadas. En efecto, su característica principal es que se trata de una multicrisis que abarca numerosas áreas desequilibradas que requieren urgente cirugía, entre otras: política, social, económica, financiera, cambiaria, fiscal y comercio exterior. A lo anterior se le suman graves problemas estructurales, entre los cuales se pueden enunciar: sistema previsional, leyes laborales y sindicales, extrema debilidad educacional, deterioro de la cultura del trabajo, sistema de salud pública colapsada e inexistencia de un mercado de capitales desarrollado. Todos estos desequilibrios se exacerban unos a otros, potenciándose los impactos negativos de cada uno de ellos.
Para comenzar a revertir la crítica situación actual, es necesario atacar en forma integral todos y cada uno de ellos; obviamente en distintas etapas temporales de corto, largo y mediano y largo plazo.
En lo que hace a los acuciantes problemas que debieran encararse en el cortísimo plazo, principalmente merecen mencionarse:
- Déficit fiscal
- Inflación
- Emisión monetaria
- Escasez de reservas
- Tipo de cambio atrasado
- Excesivo pasivo del BCRA con LELIQ (Letras de Liquidez) de corto plazo y monto superior a la base monetaria
Como se dijera anteriormente, estos desequilibrios se exacerban unos a otros y, por lo tanto, debieran encararse a través de un programa de estabilidad y crecimiento que contemple la totalidad de los problemas mencionados en forma integral y simultánea. Caso contrario, de implementarse sólo medidas aisladas, las mismas se desvanecerían rápidamente y no lograrían revertir la compleja situación actual; dando lugar a una eventual crisis económica, social y política.
Dicho esto, la pregunta que se impone es: ¿cuáles serían las medidas básicas y urgentes a implementar? Los tres primeros desequilibrios enunciados están íntimamente relacionados. En efecto, el déficit fiscal -generado por un estado regulador y elefantiásico- es financiado con emisión monetaria (oferta de dinero) la cual ,al no encontrar demanda de pesos, es canalizada por la sociedad a la compra de bienes y servicios; generándose altas presiones inflacionarias. A este respecto, las estrategias a seguir serían: fuerte reducción del gasto público de manera que pueda convergir hacia el equilibrio, disminución de la presión impositiva y fuerte suba de las tasas de interés (llevándolas a valores superiores a la inflación proyectada) con el objetivo de ir recuperando la demanda monetaria. Todo ello acompañado del cese total de la emisión espúrea, debiendo financiarse el déficit hasta lograr su equilibrio mediante colocación de deuda interna en moneda doméstica y no generando, asimismo, un aumento de vencimientos operativos impagos. También debieran eliminarse los controles de precios, los cuales no sólo son absolutamente ineficientes para abatir la inflación sino que, además, generan desequilibrios de precios relativos, desabastecimiento y mercados informales.
En lo que hace al sector cambiario, sería imprescindible lograr un importante superávit comercial, para lo cual debieran no sólo eliminarse todas las actuales regulaciones (cepos, cupos y retenciones, entre otras) sino también liberar completamente el tipo de cambio dejándose de lado , de esta manera, el actual el escenario distorsivo de múltiples cambios. Obviamente, esta liberación debiera ser acompañada con una flotación cambiaria mediante intervención del BCRA sólo cuando fuera necesario evitar volatilidades causadas por factores exógenos.
Respecto a la pesada carga de las LELIQ (cuyo monto actual es aproximadamente un 160% de la base monetaria) la misma sólo podría irse resolviendo a medida que un razonable crecimiento de la actividad económica fuera demandando crédito bancario, no debiendo descartarse un “reperfilamiento” a largo plazo de una parte importante de las mismas.
Este conjunto básico de medidas debieran constituir la base de un plan (hoy inexistente) de estabilidad y crecimiento que contemple íntegra y simultáneamente todas las variables desequilibradas. Claro está, que sería necesario complementar este esquema de corto plazo con un plan de mediano y largo plazo que incluyera la resolución de los problemas estructurales ya mencionados anteriormente.
Está claro que las soluciones propuestas son de difícil pero no imposible implementación. A este respecto, ¿podrá el actual gobierno comenzar la tarea de reconstrucción? Todo indica que la probabilidad es extremadamente baja. Si ese fuera el caso, a la sociedad le quedaría la esperanza de que un cambio de gobierno no populista pudiera encarar la necesaria e indispensable “reconstrucción”.