Mujeres en vacaciones
A medida que el vino iba haciendo efecto, las confesiones fueron más íntimas
Al volver de las vacaciones, nos reunimos como siempre un grupo de amigas para comer. Allí cada una hizo un resumen de su experiencia de este verano. Las que están casadas sin excepción confesaron que "todo bien", pero que a lo largo de esos 15 días se les hacía cuesta arriba estar juntos las 24 horas. Que soñaban con un poco de aire. Algunas se lo tomaban escapándose a reunirse con amigas, a la peluquería, al gimnasio o simplemente a un bar con su celular o tablet. Otras esperaban ansiosas llegar a Buenos Aires para zafar de la presión de desayunar, tomar café, almorzar, tomar un trago y comer con sus señores. Hay que relajar, entonces decidieron poner cara de feliz cumpleaños, no discutir y decir a todo que sí.
"Agotada", dijo la que cuenta con más años de casada. "Necesito unas vacaciones de la familia", remató. "Desesperada", confesó otra que hace poco se puso de novia. "Imposible ir a mirar vidrieras juntos. Imposible decirle que a las 22 yo quería ver la novela porque Sherezade y Onur de Las mil y una noches me tenían re enganchada", ejemplificó.
Mirna dio con una opción interesante: se fue con su mamá y sus hijas a un crucero de 10 días y el marido se quedó trabajando. "Lo extrañé y todo", apuntó muy entusiasmada.
Después de reírnos, de burlarnos de nosotras mismas, llegamos a la pueril conclusión de que queremos lo que no tenemos
En cambio, las que están sin pareja, que veranearon solas, escuchaban con asombro estas declaraciones. Todas las "solas" sueñan con pasar unas vacaciones con un señor. Ya no se trata de un marido. Simplemente se trata de un ejemplar del sexo masculino para quien vestirse, para quien arreglarse, para mostrar, también para sentirse mimadas. Y por supuesto para no ir solas a restaurantes y reuniones. "¿Qué mimos ni mimos?, vos tenés idealizada la pareja. Ya no hay mimos después de años de casada", exclamó exasperada una de las chicas.Por otra parte, dos muchachas que vienen de muchos años de historia de matrimonios y parejas que ponían un poco de equilibrio.
Después de reírnos, de burlarnos de nosotras mismas, llegamos a la pueril conclusión de que queremos lo que no tenemos. Sin embargo, la más joven del grupo, una rubia im- pre- sio- nan-te que se fue a la costa y su pareja se quedó en Buenos Aires, dijo: "A mí con los mensajitos me alcanza, no me hace falta la presencia de mi chico".
A medida que el vino iba haciendo efecto, las confesiones fueron más íntimas. Susana, que está de novia con cama afuera hace muchos años, aclaró: "Para mí lo mejor es que Alberto se quede unos días y después se vuelva, así puedo descansar y charlar tranquila con mis amigas, sin obligaciones". Qué concepto interesante, pensé: "Un marido es una obligación". Todas contestaron al unísono, "¡Obvio!" ¿Será así? ¿O es sólo una apreciación femenina?
Tengo la sensación de que esto mismo les pasa a los hombres. Cada marido, cada novio debe sentir una cuota de alivio al dejar a sus parejas y poder reunirse con sus amigos y mirar a las mujeres que pasan sin culpa, ver fútbol sin interferencia y aflojar la barriga con tranquilidad...¿Será tan democrático este sentimiento?
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