Mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén es un error
La política exterior, además de ser un importante instrumento para lograr necesarias reformas internas, determina las relaciones de la Argentina con otros países e influye en su seguridad, economía, proyección y reputación internacional. Aunque no debería ser así, con cierta lógica pasa en estas instancias a un segundo plano ante la opinión pública, a la luz de la grave situación económica, de seguridad y educativa en la que lamentablemente nos encontramos.
El candidato Javier Milei ha declarado públicamente que de ser elegido presidente mudará la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén. Realmente sorprende su desconocimiento de la realidad internacional respecto de una de las cuestiones más sensibles y espinosas en Medio Oriente, en la que el estatus de la ciudad santa debe resolverse mediante negociación. Actualmente, de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas, solo tres reconocen a Jerusalén como capital de Israel: Honduras, Guatemala y Estados Unidos, y Kosovo (al que la Argentina no reconoce como Estado soberano).
La decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel el 6 de diciembre de 2017 y trasladar su embajada de Tel Aviv a Jerusalén fue rechazada por la inmensa mayoría de los líderes mundiales. El 7 de diciembre el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró una reunión de emergencia en la cual 14 de los 15 miembros condenaron la decisión, resolución que fue vetada por Estados Unidos. A su vez, la Asamblea General de la ONU adoptó una reunión de emergencia celebrada en diciembre de 2017 en la que pidió a las naciones no ubicar sus embajadas en Jerusalén. La resolución fue aprobada por 128 votos contra 9.
El mismo día 6 de diciembre de 2017 la Argentina emitió un comunicado por el que apoyó –al igual que la mayor parte de la comunidad internacional– el régimen especial de Jerusalén conforme lo establece la resolución 181/1947 de la Asamblea General de la ONU y lamentó medidas unilaterales que pudieran modificar ese estatus especial. La posición de nuestro país respecto de la cuestión es clara, de conformidad con nuestra posición histórica y las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En atención al interés nacional y a no involucrarnos innecesariamente en cuestiones de extrema sensibilidad internacional, la Argentina, a la luz de los vínculos históricos y culturales con Israel y la gran relevancia de la comunidad judía en nuestro país, debe de una vez por todas nombrar un embajador que nos represente que sea de reconocida trayectoria y prestigio, acorde con la multifacética y excelente relación bilateral en materia de tecnología, cultura, y cooperación en diversos campos. También la comunidad de origen árabe es muy importante en la Argentina, ha tenido una influencia significativa en la sociedad, la cultura y la economía de nuestro país, por lo cual se deben mantener y fortalecer los históricos lazos de amistad y de cooperación. El comercio bilateral con países árabes es muy importante, en constante crecimiento, de un enorme potencial, amplio superávit argentino y promisorias posibilidades de inversiones en la Argentina. Una decisión como la que Milei anticipó en el hipotético caso de que resultara elegido presidente sería un grave error de la política internacional de la Argentina.
Diplomático de carrera; exembajador argentino en Nigeria y Filipinas y encargado de Negocios en Canadá