Mr. Chasman
¿En qué se convierte una persona que, en legítimo uso de su libertad individual, renuncia a pensar libremente?
¿Un creyente que se refugia en la comodidad de la fe y desiste de cuestionar la sinrazón del dogma?
¿Un soldado que elige la obediencia debida a su jefe sin siquiera interrogarse por el sentido de la orden?
¿Un periodista que aguarda una bajada de línea para abalanzarse sobre los teclados a satisfacer las exigencias del medio que le paga?
¿Un militante político que privilegia la verticalidad y descalifica la reflexión crítica?
Fluyen las preguntas en la tarde pegajosa del verano porteño. Ferretti revuelve con la cucharita un cubo de hielo que, para horror del mozo, ha echado dentro de la taza de café. Yo doy cuenta de un par de bochas de helado: una de dulce de leche y otra de limón, combinación imbatible y ciertamente paradojal que parece adaptarse bien al rumbo que ha tomado nuestra charla.
- Realmente, ¿Usted cree que se puede renunciar a pensar?
- Se me ocurre, Ferretti, que renunciar a pensar es también una forma de pensar.
- Chirolitas.
- Chirolita era un muñeco de madera, construido para mover la boca y hablar por el estómago de un ventrílocuo. Aunque efectiva, la metáfora moyanista no parece muy rigurosa.
- Ni rigurosa, ni oportuna, si me permite. Hasta no hace mucho tiempo se abrazaba con sus enemigos de hoy y hacía méritos para ocupar lugares en las listas. Cuando descubrió que se había quedado afuera, empezó a cascotearles el rancho en un súbito arranque de espíritu crítico.
- No deja de ser curioso, Ferretti: en mi época el movimiento obrero, la columna vertebral del movimiento, no encontraba rivales en los campeonatos de verticalismo. El paraguas de Rucci, ¿se acuerda?
- Notable. Ahora es Mariotto quien le reclama alineamiento automático a Moyano. La verticalidad, sugiere, es práctica esencial del movimiento. Y en una parábola perversa y jactanciosa, que evoca los dislates de Aldo Rico, se lanza al abismo y propone a la militancia dejar de pensar para comenzar a obedecer.
- ¿Obedecer a quién?
- Moyano acusa de chirolitas a no se sabe qué funcionarios. Mariotto se pone el sayo y acepta con orgullo el título. Pero, si observa bien, verá que ni uno ni otro se atreven a mencionar a Mr. Chasman. Moyano, que aún conserva la esperanza de una reunión con Cristina que le permita un retroceso digno, no es muy explícito cuando se trata de identificar al ventrílocuo. Mariotto no es mucho más claro cuando a la hora de señalar quién le dicta su discurso.
- Tampoco hace falta ser muy inteligente, Ferretti, para descubrir hacia dónde apuntan esas omisiones.
- Cristina, sin embargo, no ha vacilado en declarar la lógica prescindencia del Gobierno en las elecciones de la CGT.
- Ni tampoco en expresar de mil formas diferentes que a Moyano no lo quiere ver ni en figuritas.
- De ahí a suponer que le dijo a Mariotto que dijera lo que dijo, me parece que hay mucha distancia.
- Oponer militancia a librepensamiento suena como un cachetazo para los miles de jóvenes que se agregaron al kirchnerismo para completar el famoso 54 por ciento.
- Tal vez Mariotto más que a Chirolita empieza a parecerse a Pinocho, otra clase de muñeco de madera, que cobró vida propia, se le escapó a Geppetto y se lanzó al mundo a cometer desatinos