Motivar la vocación de servicio
En los ámbitos políticos no resulta extraño escuchar argumentos que justifican actos de corrupción. Una tesis radica en asumir que la corrupción es una fuente de recursos indispensable para el financiamiento de la política. Desde este modo de pensar, se resalta que si no fuera por los recursos que la corrupción genera y luego se aplican a la consolidación de un proyecto de poder, sólo los ricos podrían hacer política. Desde esta perspectiva, se acepta que algunos obtengan y busquen colateralmente beneficio personal, pero la corrupción se comprende como un "mal necesario" para llevar adelante un proyecto político. Se trata de una posición utilitarista a partir de la cual "el fin justifica los medios", una postura que sin lugar a dudas es éticamente reprobable.
No es cierto que sólo los ricos puedan hacer política: pueden hacerla todos aquellos que tengan capacidad para movilizar a determinados sectores. Pero sin recursos la posibilidad de competir es prácticamente nula. En este sentido, resulta cada vez más relevante el debate sobre el financiamiento de la política. En efecto, un financiamiento irrisorio es un incentivo adicional para las prácticas corruptas. Es imprescindible que sea viable el ejercicio de la política sin recurrir a la corrupción para financiarla.
También hay que tener en cuenta que la corrupción no es una problemática únicamente de la gestión pública. Siempre existe una contrapartida en el ámbito privado. No se trata de un problema que atañe exclusivamente a los funcionarios del Estado, sino que además involucra a todos los sectores sociales.
Por otra parte, más allá de la mirada sistémica y general, está también la problemática de orden individual. En este nivel, el argumento más común es que la corrupción existe porque los salarios de los funcionarios públicos de alta jerarquía no compensan su nivel de responsabilidad en relación con otras actividades en el ámbito privado. Se señala, entonces, que la corrupción constituye una alternativa funcional que cubre esas brechas para los funcionarios con pocos escrúpulos. Pero aun cuando los salarios fueran competitivos, la posibilidad de generar ingresos cuantiosamente superiores a través de la corrupción seguiría existiendo.
Otros, en cambio, señalan que esas diferencias de orden salarial llevan a que en la función pública terminen trabajando quienes están menos preparados para el cargo y la responsabilidad. Esta situación explicaría los grandes bolsones de ineficiencias del Estado. En las antípodas de esta situación, suele argumentarse que muchas veces los más preparados y capaces suelen tener dificultades para escuchar a la gente. Y por ese sencillo motivo, más allá de que entren o no en los círculos de la corrupción, terminan cometiendo los mismos errores de gestión que aquellos menos preparados.
¿Puede la política financiarse sin corrupción y rodearse de los hombres más capaces del país, logrando que sepan escuchar el sentir y la opinión heterogénea de la ciudadanía al llevar adelante la gestión pública? No parece ser una ecuación de fácil resolución. Probablemente el elemento clave esté en despertar la vocación por la función pública, motivar el servicio público en pos del bien común y desde una perspectiva ética, remunerar de manera acorde con la responsabilidad y respaldar institucionalmente a los funcionarios íntegros. Probablemente sea en esta ecuación donde se esté jugando de manera más dramática el futuro de nuestra nación.
Miembro de la Academia Nacional de Educación