Montoneros, soldados de Massera
Este mes se cumplen 42 años del más estrepitoso de los atentados cometidos durante la denominada “Contraofensiva Montonera”, que se extendió desde 1978 hasta 1980 y que, en realidad, fue parte de un acuerdo de la cúpula de Montoneros con el entonces almirante Emilio Eduardo Massera, poderoso miembro de la junta militar que dio el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
El 27 de septiembre de 1979, la casa de la familia Klein, en Olivos, fue dinamitada con el matrimonio y sus cuatro hijos dentro de ella. Sus dos empleadas consiguieron escapar, pero los dos suboficiales de la Policía Federal que custodiaban la vivienda murieron en el derrumbe.
Guillermo Walter Klein, a la sazón secretario de Coordinación Económica del Ministerio de Economía, y su esposa, Pamela Ferguson, estaban a las 7.30 de la mañana en su dormitorio, a punto de bajar a desayunar. Sus hijos Peter y Matías remoloneaban en su cuarto, todavía sin vestirse con el uniforme del colegio, en tanto que Marina y Esteban ya habían corrido al living y disputaban el lugar en una silla mecedora. Fueron ellos quienes escucharon el primer disparo, que se incrustó en una de las paredes del salón. Enseguida, todas las ventanas y parte de la mampostería comenzaron a romperse por una lluvia de proyectiles y granadas. Marina, que era la mayor y tenía trece años, se encerró en el baño, mientras que Esteban, de once años, siguió a María Rosa, una de las dos empleadas de la casa, quien corrió hacia la calle. No lo dejaron. Le dispararon en un hombro para que entrara nuevamente en la vivienda y muriera con toda su familia.
La casa y el barrio mismo se habían transformado en un infierno. Había más de veinte guerrilleros disparando con armas largas, ametralladoras y lanzagranadas. En ese momento, el matrimonio advirtió que Marina había quedado abajo y su papá fue entonces a buscarla. Apenas dio los primeros pasos por la escalera, se produjo una gran explosión y la planta alta comenzó a abrirse. En segundos, la vivienda quedó reducida a un montón de escombros. La detonación había roto los vidrios de las ventanas hasta en la localidad de Martínez y rajado las paredes de varias casas de la cuadra.
Durante los días previos, el matrimonio había estado buscando un plomero para reparar una cañería. Antes de que tuviera oportunidad de llegar el verdadero, se presentó un miembro de la organización terrorista, quien pidió permiso a una de las empleadas para revisar las instalaciones. Su especialidad no era la plomería, sino las estructuras y los explosivos, de modo que durante su breve visita advirtió que el principal soporte de la construcción era una columna cercana a la escalera y allí escondió la carga letal. Enseguida salió con la excusa de volver en otro momento con las herramientas.
Los montoneros que disparaban desde afuera pretendían hacer estallar por simpatía ese paquete explosivo, como lo lograron después de veinte minutos de fuego continuo.
Los primeros en llegar fueron los vecinos, algunos de los cuales caminaban sobre los escombros. También se presentó la policía, al finalizar el tiroteo, y después de una hora y media, los bomberos.
Tras cuatro horas de intenso trabajo, los miembros de la familia fueron rescatados uno por uno, en distintos momentos y con heridas de diferente consideración por las que fueron internados durante bastante tiempo. En cambio, los dos policías de custodia, Hugo Cardaci y Julio César Moreno, murieron aplastados en el garaje, donde se refugiaron después de intentar repeler valientemente la agresión del pelotón montonero.
La casa de los Klein estaba a seis cuadras de la quinta presidencial y a cinco cuadras de una comisaría. En 1979, los militares y la policía tenían un control total e inmediato del territorio; pero en este caso, después de un ataque de veinte minutos con escopetas, ametralladoras y granadas, no consiguieron detener a uno solo de los agresores. Esa circunstancia, más la demora de los bomberos, hizo sospechar a la embajada de los Estados Unidos sobre el verdadero origen del atentado. Esas sospechas fueron transmitidas por el embajador Raúl Castro al Departamento de Estado mediante el cable 1979BUENOS08068, en el que especula con la hipótesis de que sectores de las Fuerzas Armadas contrarios a la política económica del ministro José Alfredo Martínez de Hoz pudieran haber sido los responsables del atentado.
El ataque había sido realizado por Montoneros, pero la zona fue liberada por el general Carlos Guillermo Suárez Mason, socio de Massera en los negocios y ambos miembros de la logia italiana Propaganda Due.
De acuerdo con el testimonio que recogí de los vecinos de la cuadra en 2012, horas después del ataque se encontró un papel abandonado en una obra en construcción, donde figuraban los nombres de todos ellos con sus respectivos domicilios, la patente de sus automóviles, quiénes estaban armados y el tipo de arma que tenían. Los montoneros deberían haber tenido también la capacidad de interceptar la línea telefónica de los Klein. Era evidente que en 1979 nada de eso hubieran podido hacer por sí mismos.
La Contraofensiva Montonera fue planeada desde Italia en el contexto de las internas de la junta militar que había tomado el gobierno en la Argentina después del golpe del 24 de marzo. El propósito declarado consistía en el asesinato de los miembros del equipo económico, encabezado por José Alfredo Martínez de Hoz, con el fin de desestabilizar al general Jorge Rafael Videla, presidente de esa junta. El fin no declarado era el acceso del almirante Massera a la presidencia y el armado de un equipo económico afín a los negocios de la logia, que abarcaban en el mundo las áreas de finanzas, petróleo, acero, armas, energía nuclear y tráfico de drogas; negocios que esa organización italiana llevaba a cabo en un fluido intercambio con los países del terrorismo islámico, donde los montoneros fueron entrenados, como ellos mismos también lo reconocieron.
Para llevar a cabo la Contraofensiva, la conducción montonera, a cargo de Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja y Roberto Cirilo Perdía, exhortaron a regresar al país a cientos de los miembros de su organización que ya habían recibido asilo político en Europa y en México. El hecho de que la primera vez hubieran podido entrar en el territorio sin problemas ya resultaba bastante sugestivo, sobre todo cuando Migraciones era controlada por la Armada.
Después del primer retorno, los montoneros cometieron diversos atentados, todos ellos funcionales a los intereses del almirante Massera. Dos se produjeron contra el entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann, quien había criticado los más de 700 millones de dólares que se gastaron para el Mundial de 1978, otro negocio que manejó Massera tras el asesinato del general Carlos Omar Actis, primer presidente del EAM78.
La diplomática Elena Holmberg siguió los pasos de las reuniones de Massera con la cúpula montonera en Europa, pero fue asesinada tras su regreso a la Argentina, al igual que muchos otros testigos. Uno de esos encuentros en París fue publicado por el diario suizo Neuen Zürcher Zeitung, en sendas ediciones del 3 y 6 de mayo de 1978.
Denuncié el pacto Montoneros-Massera en 2012. Nadie lo desmintió todavía.