Monteagudo, pionero de la unión americana
En su "Carta de Jamaica" de 1815, durante su exilio en Kingston, Simón Bolívar había escrito: "Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo". ¿Por qué en Panamá? Por ser punto de unión simbólico de las Américas del Norte, del Centro y del Sur y también de ambos grandes océanos.
La propuesta prendió con fuerza en el abogado tucumano Bernardo Monteagudo. Luego de ser la mano derecha de San Martín durante su Protectorado en el Perú, luego de la entrevista de Guayaquil y de la desaparición de nuestro libertador de la escena independentista sudamericana, buscó y se puso a las órdenes del libertador venezolano, quien pronto lo hizo persona de su confianza.
Monteagudo era capaz de argumentar con sistema y pasión, citando filósofos de la antigüedad y autores modernos, lo que hacía convincentes sus desarrollos. Bolívar lo estimuló a escribir sobre el tema de la unión americana, lo que el argentino hizo en su célebre artículo "Ensayos sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispanoamericanos y plan de su organización", que quedó inconcluso a raíz de su muerte. En el "Ensayo..." hace una defensa de Bolívar y niega ambiciones personales en la convocatoria americanista. Fija el objetivo de la Confederación en "sacudir el yugo de la España" y "borrar hasta los vestigios de su dominación". Esto era algo que exigiría muchos esfuerzos mancomunados por mucho tiempo, porque quien ahora amenazaba era la Santa Alianza, la asociación absolutista de Rusia, Austria y Alemania, a la que luego se sumarían la Francia posnapoleónica y España, unidas para extirpar del mundo las ideas liberales y republicanas y para oponerse a la independencia de las colonias en cualquier lugar del mundo. Es decir que no se trataba ya de combatir a una sola nación, sino a una reunión de potencias europeas imposible de resistir si no era por obra de otra Confederación, esta vez de naciones americanas. También acechaba Inglaterra, la mayor potencia del mundo.
El congreso de plenipotenciarios americanos debía abocarse a resultados concretos, como establecer el contingente de tropas que cada país aportaría y la cantidad de subsidios que deberían prestar los confederados para consolidar la independencia y para hacer frente a los peligros que se cernían. "Cuanto más se piensa en las inmensas distancias que nos separan, en la gran demora que sufriría cualquier combinación que importase el interés común, y que exigiese el sufragio simultáneo de los gobiernos del Río de la Plata y de México, de Chile y de Colombia, del Perú y de Guatemala, tanto más se toca la necesidad de un congreso que sea el depositario de toda la fuerza y voluntad de los confederados, y que pueda emplear ambas sin demora dondequiera que el sistema americano esté en peligro."
Esta activa oposición a la estrategia internacional de las naciones absolutistas, que pudieron considerarlo con razón un adversario de riesgo, es en mi criterio la hipótesis más sólida sobre su asesinato a la precoz edad de 35 años en una calle de Lima a manos de un sicario.
La expresión "sistema americano" la emplea Monteagudo por primera vez. Atribuye, también, a la Confederación capacidad para enfrentar no sólo las amenazas externas, sino también los males de la guerra entre uno y otro Estado americano y también a las fratricidas convulsiones internas.
Algunos de los gobernantes emancipados respondieron con interés, pero otros sabotearon el proyecto, como fue el caso de nuestro Bernardino Rivadavia, quien apuesta al vínculo de Buenos Aires con Gran Bretaña, la otra amenaza que competía con la Santa Alianza y que a la larga se impondría. Don Simón le transmite su decepción a Monteagudo en carta desde Guayaquil, el 5 de agosto de 1823: "Debe usted saber que el mismo gobierno de Buenos Aires entregó a Mosquera (su delegado) un nuevo proyecto de confederación mandado de Lisboa para reunir en Washington un congreso de plenipotenciarios, con el designio de La Santa Alianza, compuesta de España, Portugal, Grecia, Estados Unidos, México, Colombia, Haití, Buenos Aires, Chile y el Perú. [?] Yo creo que Portugal no es más que el instrumento de la Inglaterra, la cual no suena en nada, para no hacer temblar con su nombre a los cofrades [...]".
El Congreso de Panamá se reunió el 26 de junio de 1826 con el resultado previsible por las disidencias entre naciones hermanas, por el saboteo de las potencias y por la ausencia de su vigoroso motor humano.
El historiador Vicuña McKenna, chileno, escribió: "Un hombre grande y terrible concibió la colosal tentativa de la alianza entre las Repúblicas recién nacidas, y era el único capaz de encaminarla a su arduo fin. Monteagudo fue ese hombre. Muerto él, la idea de la Confederación Americana que había brotado en su poderoso cerebro se desvirtuó por sí sola".
Cuando se escriba la historia de instituciones como la Unasur, el Mercosur, la Celac, será justicia reivindicar a nuestro admirable compatriota Bernardo Monteagudo como uno de sus precursores.
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