Moderados vs. extremistas frente a la crisis
En este segundo semestre de 2020, la Argentina parece estar entrando en lo que se denomina una "tormenta perfecta". En el proceso de crisis en marcha, la actitud que tome fundamentalmente la dirigencia política, pero también el resto de la dirigencia: empresaria, sindical, judicial y social en todas sus expresiones (religiosos, ONG ´s, periodistas, movimientos sociales, etc.), será la clave de su capacidad para superarla. Es un proceso que debe activar la maquinaria económica y productiva y simultáneamente contener a los heridos de todos los sectores sociales generados a diario por la pandemia- cuarentena.
La crisis va a enfrentar cuatro frentes simultáneos: económico, social, individual y de seguridad. Son cuatro ejes que denomino con la metáfora los caballos del Apocalipsis, que exigirán serias y urgentes políticas de Estado para no desembocar en un caos que se retroalimenta potenciando la violencia y frustración de la sociedad. La forma y coherencia mediante la cual se la encare, ya sea a través de la moderación y la construcción de consensos o mediante la radicalización y la construcción de enemigos internos y externos, definirá el tiempo de recuperación y nuestro futuro.
El primer caballo (la guerra) es el eje económico que vislumbra un nivel de caída sin antecedentes, cercano o inclusive superior a la terrible crisis del 2001-2003. La caída pronosticada en términos de PBI es mayor a aquélla y se calcula entre 10 y 15%. Su profundidad dependerá de la extensión temporal y cualitativa de la cuarentena. El FMI calcula una caída del 0,25% del PBI por semana de parálisis socioeconómica. Dicha depresión viene asociada a una pérdida importante de puestos de trabajo, tanto en la economía formal como en la informal. Según el EMEC se calcula una pérdida de 830.000 empleos durante el 2020. El resultado.del cierre de comercios, pymes y empresas importantes destruye la capacidad de ponernos de pie rápidamente cuando finalice la cuarentena (la Cámara Argentina de Comercio estima que durante el 2020 cerrará un piso de 100.000 comercios). En un contexto de incertidumbre macroeconómica, con la imposibilidad de financiamiento externo aún saliendo del default y los mensajes contradictorios para generar un clima de inversión, como son el frustrado intento de expropiación de Vicentin y los proyectos de nuevas subas de impuestos, todo sumado genera perspectivas sombrías de recuperación.
El segundo caballo (el hambre) es la crisis social generada por el retroceso económico. En los sectores más pobres y marginados nuestro país ha construido una red de contención y alimentos mayor a la existente en 2001-2003. Sin embargo, la dureza de la crisis hace estragos sobre el sector más vulnerable de la sociedad. En la ciudad de Buenos Aires se pasó de 102.000 personas que recibían comida por parte del Ministerio de Desarrollo Humano a 353.000 personas el último mes. El desempleo envía a la pobreza a millones de argentinos, muchos de los cuales no estuvieron en esa situación previamente y les hace perder su sentido de pertenencia a la clase media. Perdieron también su capacidad de ahorro que les permitía viajar y comprar algunos bienes de consumo y durables. A esto se agrega el drama de una educación limitada y desigual como lo refleja el reciente estudio de Unicef sobre el efecto de la pandemia, que señala que el 28% de los adolescentes argentinos no cuenta con internet en su hogar, el 37% no tiene una computadora disponible para hacer trabajos escolares, el 30% de los alumnos no recibe tareas para hacer todos los días, el 31 % no recibe correcciones a sus trabajos y el 25% no tiene contacto con su docente. Cada mes se torna una odisea, como llegar al fin con la menor cantidad de daños materiales y emocionales se hace más difícil y frustrante.
Eso nos introduce al tercer caballo de este apocalipsis (la enfermedad) el daño individual, tanto psicológico y físico como actitudinal, que es poco tenido en cuenta, pero característico de esta pandemia. La particularidad del abordaje del Covid-19, además de su legado de muerte y de miedo, es que produjo encierro, escaso contacto interpersonal y limitaciones para las actividades físicas necesarias para sostener el equilibrio mente y cuerpo necesarios para afrontar la adversidad. El estudio del cerebro y el comportamiento humano que aporta la neurociencia es clave, como sostiene el doctor Sergio Guala: "desde el punto de vista neuroquímico resulta indistinguible cómo responde el cerebro frente a la fatiga y el enojo. La prolongación de la cuarentena indefinida genera ansiedad, depresión y angustia, que puede transformarse en bronca y violencia. ¨
La psicosis generada por esta crisis tiene, como una de sus características, que la gente deja de hacer actividades de chequeo sanitarias necesarias para evitar encontrarse con enfermedades con patologías graves y el recrudecimiento de algunas preexistentes. De acuerdo con un informe de la asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de la República Argentina, se duplicaron las muertes por infarto de miocardio (IAM) por falta de acudir a tiempo al tratamiento (consistente con informes similares de Italia y de la ciudad de Nueva York). La reducción de internaciones desde la guardia por dolores de pecho y síndromes coronarios agudos fue del 54% y las internaciones por accidente cerebrovascular del 70%.
El cuarto caballo del Apocalipsis (la muerte) es la inseguridad que afecta el derecho humano más básico, que es el derecho a la vida y a disfrutarla a través de los bienes obtenidos fruto del trabajo. Las grandes crisis económicas y sociales, como fue la del 2001-2003, mostraron no solo un aumento de los delitos contra la propiedad, sino que generaron una suba del delito violento que se manifiesta en las tasas de homicidios intencionales que subieron más de un 20% a su nivel más alto histórico de 9,7 homicidios cada 100.000 habitantes. En los años que tenemos registros, ambos tipos de delito se dispararon a nuevos niveles en cada crisis y aún cuando la economía mejorase después tardaron mucho en volver a los niveles pre crisis en un fenómeno que los economistas denominan histéresis (recién en 2018 se alcanzó el nivel más bajo histórico con una tasa de 5,2 homicidios cada 100 mil). Incrementan las personas que ingresan en la actividad criminal o adquieren hábitos violentos, los cuales son difíciles de revertir.
El problema de los moderados es que muchas veces se definen por no ser extremistas y se desdibujan al defender principios básicos de la libertad y el estado de derecho en su lógica de evitar el conflicto
Se comienzan a vislumbrar algunos indicadores aislados que muestran que después de una primera retracción del delito producto del encierro y las dificultades de circulación, los niveles ya han aumentado hasta la situación prepandemia y en algunos casos con aumento de la violencia como se observa en el gran Buenos Aires y Rosario. También en este contexto surgen modalidades complejas como ser los "escruches" que son los ingresos a los domicilios donde la gente permanece encerrada y donde guarda parte de sus ahorros, siendo este delito mucho más invasivo y peligroso. Se suma una menor presencia y coordinación de fuerzas federales en los distritos más críticos, como quedó de manifiesto en la pelea entre el ministros de Seguridad de la provincia, Sergio Berni, y de la Nación, Sabina Frederic. También se observa una mayor laxitud frente al narcotráfico, actividad criminal generadora de altos niveles de violencia. La liberación de más de mil doscientos presos en la provincia de Buenos Aires al mes de mayo (según declaraciones oficiales, pero podrían ser muchos más), sin importar antecedentes y sin seguimiento posterior. Todo ello va conformando un cóctel explosivo en esta área sensible de la sociedad.
Ante semejante dimensión y dureza de la crisis que estamos atravesando surgen liderazgos con dos actitudes políticas y de vida. La primera es la moderación y la construcción de consensos que aparece como la metodología más apta para alinear a toda la sociedad detrás del objetivo común de superar la crisis y comenzar una senda de crecimiento inclusivo. También tiende a ser un formato que se apega más a lo institucional y a dar soluciones sistémicas y respetuosas de un país como el nuestro que es diverso, con distintas realidades y capacidades para enfrentar la crisis y federal en la aptitud de dar respuesta diaria entregando servicios públicos esenciales. El problema de los moderados es que muchas veces se definen por no ser extremistas y se desdibujan al defender principios básicos de la libertad y el estado de derecho en su lógica de evitar el conflicto. A su vez, el estado general de urgencia y de frustración de la población hace a estos más receptivos a las propuestas extremas que promueven líderes "fuertes" que prometen soluciones inmediatas y que culpan a enemigos internos y externos de todos los males.
Los líderes extremos y las visiones extremas son una creciente tendencia en el mundo, no sólo en la Argentina. Se caracterizan por dividir la sociedad entre víctimas y opresores que ellos vienen a ajusticiar. Su vehemencia y capacidad de alinear importantes sectores de la sociedad detrás de un enemigo común o de una gesta histórica los hace apetecible en momentos de crisis donde encontrar y combatir a quien ha sido el causante de todos los males parece un motor movilizador de la sociedad. Estos formatos de liderazgo se repiten en la historia moderna y los resultados finales de sus legados suelen ser peores a la crisis previa, con una mayor destrucción de valor social y en muchos casos con un tendal de desplazados y muertos en el camino. Los fascismos de izquierda y de derecha eran una realidad pre pandemia, sin embargo no sólo parecen fortalecerse en esta crisis, sino que están aprovechando la misma para socavar aún más las instituciones y los límites que existen a su concentración de poder.
La experiencia reciente de abordaje a la crisis del coronavirus muestra que los casos más exitosos y de recuperación más rápida se caracterizan por liderazgos capaces de construir consensos, respetuosos de la institucionalidad, con tendencias moderadas y firmes en la toma de decisiones (con la particularidad de muchos liderazgos femeninos al frente de dichas naciones). Nuestro país ya se encuentra tironeado dentro del oficialismo y la oposición por tendencias contrapuestas y nuestro pasado reciente muestra una tendencia a profundizar la grieta divisoria en la sociedad más que en la búsqueda de la unidad. El politólogo español Juan Linz explicaba que el surgimiento de los principales autoritarismos del siglo XX se debió a la "abdicación" y debilidad de las mayorías moderadas frente al impulso y determinación de los extremos. Dependerá de toda la dirigencia nacional encontrar los denominadores comunes e institucionales que nos permitan superar la crisis y en el mediano plazo salir fortalecidos.
Exsecretario de Seguridad