Moda de avanzada a tono con la tradición
En la senda de Vivienne Westwood y Stella McCartney, la mexicana Carla Fernández busca tomar lo mejor del pasado y lo más disruptivo del presente
- 8 minutos de lectura'
OAXACA, México.- Manifestar es mostrar, revelar, poner algo claro y, al mismo tiempo, volver a mirar. En esa exhaustiva tarea, al revisitar materialidades, hechuras y discursos sobre la vestimenta, está embarcada la diseñadora mexicana Carla Fernández, desde hace por lo menos tres décadas. Labor que, ahora, queda definitivamente plasmada en el Manifiesto de la Moda en Resistencia, la publicación –presentada en el contexto de Mercedes Benz Fashion Week, celebrada en Oaxaca– que además de constituir una declaración de principios que atañe a los modos fundacionales de hacer y consumir indumentaria, resulta una invitación explícita a reflexionar para qué y cómo se hace la ropa, a este y al otro lado del planeta.
“Un día nos despertamos y nos dimos cuenta que nos tiene sin cuidado lo que pase en París”, subraya Fernández. Y esa elocuencia, con la que da apertura al texto, es la misma que lo atraviesa para evidenciar que además de la manera voraz del sistema más difundido, existen otras expresiones diversas, dinámicas, ancestrales. “La moda en resistencia quiere decir eso, que hay muchas formas de hacerla –señala la autora, en diálogo con LA NACION– y que podemos trabajar en colaboración creativa y productiva con artesanos”, agrega.
¿Qué propone en los diez puntos del Manifiesto? En primer lugar, hace hincapié en la idea de remontarse al inicio, y en ese origen, a la necesidad de observar cómo se confecciona una prenda de acuerdo con la procedencia de sus hacedores, por caso el de la artesana del monte que cosecha el algodón, junta las varas para crear el telar y teje un lienzo.
Más específica aún, Fernández –la creadora que participó en exhibiciones en Nueva York y Singapur, entre otras– recuerda que es en la tierra donde está la génesis de los textiles, dado que de las semillas nacen las fibras utilizadas para desarrollarlos. A la vez, explica que los procesos productivos son un legado, por ende, la tradición no es estática, y las prendas deben perdurar en el tiempo, sin estar sujetas a la obsolescencia programada (algo habitual para la industria tal como se repite sistemáticamente hasta ahora).
Además, la diseñadora galardonada con el Prince Claus Award en Amsterdam, Países Bajos, profundiza en el concepto del verdadero lujo y en este sentido se opone a: la cadena de producción que oprime a los trabajadores; el rapto a la imaginación en beneficio del comercio; la manufactura anónima; y la supremacía de la idea sobre el producto. También aplaude el propósito de emprender como un camino de aprendizaje colectivo y celebra la diversidad al proponer que la indumentaria no tenga un talle determinado, sino que sea flexible, adaptable y modular. Más que hablar de los clientes, sugiere que sean esas personas quienes interactúen como partícipes y cuidadores del saber textil mexicano.
“Toda nuestra historia ha sido así, en colaboración –revisita Fernández– somos una especie de agentes culturales y nuestro lenguaje es la ropa”, argumenta. Y si bien el derrotero de su carrera se remonta a los 18 años, cuando comenzó a estudiar el devenir del vestido tradicional mexicano, ya de niña se interesó por el trabajo artesanal de las comunidades que visitaba con su papá, Miguel Ángel Fernández, quien fue director de museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Luego, esa exploración se formalizó en la investigación que encaró al indagar las piezas conservadas en las bodegas del Museo de la Indumentaria Indígena en la Ciudad de México. Allí se encontró con una constante: todas las prendas se sustentan en lienzos cuadrados y rectangulares que, al combinarse entre sí, generan la raíz de otras formas.
Raíz cuadrada
Pero eso no fue todo, porque además notó otra singularidad: los textiles están hechos en telar y no admiten ningún tipo de corte curvo ni diagonal. A su vez –al igual que en las culturas india, japonesa y peruana– la base para comenzar a confeccionar la ropa está en la tela y no en el cuerpo. Manera de hacer que según la autora otorga mayor libertad al momento de crear. “Los aspectos prácticos y versátiles son también característicos: en México hay prendas que pueden ser una falda durante el día y una manta de cama durante la noche”, profundiza en el Manifiesto.
“La raíz cuadrada”, es el nombre del método con herramientas de diseño que comparte en la publicación, en cuya descripción procura poner en contraste el menos difundido modo de hacer vestimenta indígena mexicana y el legitimado recurso sastrero que llegó con la conquista española. Lo hace al comparar en cada uno de ellos silueta, patronaje, cortes y sobrantes, costuras, medidas, botones y amarres. Método que se vuelve uno de los contenidos centrales que atesora el libro de más de trescientas noventa páginas, donde no solo se incluye la labor de Fernández, sino que además cuenta con los aportes de todas las comunidades con las que trabajan la diseñadora y su equipo, sumados los de destacadas personalidades de la escena fashion: Circe Henestrosa, directora de la Escuela de Moda en Lasalle College of the Arts en Singapur, encargada de la muestra sobre Frida Kahlo que acaba de inaugurarse en París, y Florence Müller, curadora de arte textil y moda de la Fundación Avenir del Denver Art Museum, entre otras.
Claro que esta propuesta no está aislada, sino que hay otros diseñadores y firmas que están en sintonía con Fernández. De hecho, en su idea disruptiva de discutir el statu quo del sistema de la moda coinciden, cada una desde su perspectiva, las británicas Vivienne Westwood y Stella McCartney.
En el caso de la primera, conocida como la madre de la estética punk, en el manifiesto que presentó hace más de quince años, como imagen alegórica, se atrevió a resignificar el retrato del pintor holandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn al asignarle la icónica boina del Che Guevara. De esa manera, con esa provocación fotográfica, buscó enfatizar la propuesta de resistir a la propaganda y al mismo tiempo contraponer la cultura al dogma.
La hija de Sir Paul McCartney, referente ineludible a la hora de hablar de una marca sostenible líder en el mercado, fue quien aprovechó el momento intimista que trajo el confinamiento para reflexionar acerca de “quiénes somos” y “quiénes esperamos ser”. Así pergeñó el Manifiesto de la A a la Z Stella Mc Cartney en coincidencia con la colección primavera 2021. El mismo incluyó la colaboración de un seleccionado de artistas internacionales que crearon piezas especialmente para la convocatoria. Mientras a Alex Israel le tocó interpretar la “h” al incorporar el humor en tanto registro para poner en cuestión temas serios como es el cuidado del planeta, en el caso de Jeff Koons se abocó a la “k”, con un sweater tejido mediante la técnica intarsia, cuyo propósito fue homenajear nada menos que a Linda Mc Cartney, la madre de la diseñadora. Además de las obras que fueron subastadas también se vendió una edición limitada de remeras de algodón generadas en conjunto con los creadores.
No hay que perder de vista que el Manifiesto de la Moda en Resistencia fue trabajado en el contexto de la pandemia del Covid-19 –ahora en la pospandemia– y en consonancia con el debate que surgió en distintos ámbitos de la moda, en las principales ciudades del mundo, en cuanto a que este podría ser el tiempo propicio para reconfigurar de una vez por todas los modos de hacer y comprar indumentaria. “Hay que estar pendientes del consumo que hacemos nosotros mismos porque a partir de ahí se dirige el mercado”, señala Fernández. Es que, según aclara, cuantos más sean los consumidores que compran prendas, calzado y accesorios confeccionados por empresas que se comprometen con sus colaboradores y con el ambiente, esto, inevitablemente, se traduce en una tendencia para que las grandes marcas sigan ese trayecto signado por el deseo del cliente. “No nos queda otra, no podemos bajar la guardia”, concluye.
SER UNA EMPRESA B
Carla Fernández, la firma homónima, aparece en la sección de vestuario y accesorios, entre las más de novecientas empresas que en América Latina obtuvieron la certificación de Sistema B. ¿De qué se trata? Aquellas organizaciones que proponen medir las distintas áreas que las componen para identificar qué hay que mejorar y cuáles son las oportunidades para transformarse en agente de cambio y potenciar el triple impacto: económico, social y ambiental.
Así, “Cicatriz”, uno de los proyectos liderados por la empresa de Carla Fernández, se inscribe en el paradigma de la moda afectiva, algo cada vez más frecuente en las pasarelas. ¿En qué consiste? En reparar las prendas, no necesariamente de la marca, que están rotas. El objetivo es arreglarlas para seguir usándolas, evitar así una nueva compra de un producto textil y en consecuencia un descarte. El dato es que el emparchado se hace a través de una técnica ancestral como es el bordado, algo muy asociado a la historia cultural mexicana.