Volver a las lecciones de Ryszard Kapuscinski
Cuando Salman Rushdie lamentaba esta semana la muerte en Nueva York de su editor Sonny Mehta, hacía una recomendación imposible de desoír. Decía que en el primer encuentro que mantuvo con quien fue mucho más que el guardián de sus libros recibió una copia de El emperador, de Ryszard Kapuscinski, "el mejor libro de 1982".
No solo a Rushdie la anécdota le recordó ahora una lección (de humildad, decía) ,sino que contagió las ganas de volver sobre la obra del periodista y escritor polaco (1932-2007), testigo de la historia del siglo XX y también de las historias de su gente. En África, sobre todo, por más de cuarenta años. A propósito, entonces, es un milagro tener a mano la reciente edición que Anagrama hace de cuatro títulos en un solo volumen: Un día más con vida, Ébano, Los cínicos no sirven para este oficio y Viajes con Heródoto. Los Compendium del sello barcelonés solucionan de una panzada esa suerte de ansiedad que puede generar un autor: de Nabokov a Allen Ginsberg y de Amelie Nothomb a Michel Houellebecq. También el maestro Kapuscinski, claro.