Vergüencita
Una semana atrás, desde este mismo espacio, brindábamos con garnacha para celebrar la puesta en marcha de un histórico debate sobre la despenalización del aborto. Sabíamos que era apenas el comienzo de un proceso necesariamente largo y, sabíamos también, que eran altas las chances de acabar con las manos vacías o con tan sólo una antigua ley emparchada convenientemente para conformar a la gilada. Pero, quizás por aquello de que de los cobardes no hay historia, festejamos módicamente la posibilidad de discutir horizontal y libremente de qué lado de la civilización nos ubicábamos.
Había, claro, otra razones para ilusionarse: un gobierno progre que impulsó el matrimonio gay, una presidente mujer que asumió desafiante el género, un ex presidente -su marido- que identificó a Bergoglio como uno de sus más enconados enemigos. Es verdad que Cristina, aunque sin mucho énfasis, se había manifestado en contra del aborto. Pero cuando lo hizo se ocupó de aclarar que de ninguna manera trabaría el debate legislativo y que, en cualquier caso, acabaría aceptando la decisión mayoritaria del Congreso.
Debí haber sospechado que algo andaba mal cuando la semana pasada Sergio Rubín, un periodista de Clarín que tiene teléfono directo con Dios, pronosticaba que la Presidente no alentaría el avance del proyecto en la Cámara. Dicho con palabras que él no usaría jamás: "Tranquilos, muchachos, aquí no va a pasar nada. Está todo arreglado y finalmente el verticalismo peronista se impondrá por sobre las razones individuales". Algo sabría, a juzgar por el papelón de la comisión que debía elevar el dictamen y finalmente pudo reunir menos hinchas que Yupanqui.
- Pare Ferretti. ¿Qué es todo esto que está escribiendo?
- Una carta abierta a Cristina
- ¿Quiere un consejo? No la mande. Le va a arruinar el día, justo ahora que siente tanto orgullito por los piropos de Obama y Sarkozy
- Tal vez tenga razón.
- Además, no está todo perdido
- ¿Quién le dice no fue un gesto de cordialidad para el pobre Bergoglio, que hasta el final no había embocado una?
- Veo que no pierde el optimismo. A mí, en cambio, me parece que no va a pasar nada. Me sentía tanto más cómodo en la época de la crispación.
- ¡Arriba el ánimo, Ferretti, hay que seguir profundizando el modelo!
- No sea que de tanto profundizarlo terminemos por enterrarlo.