Una jueza de espíritu sensible
Pieles, animal print, sombreros exóticos, relojes Dolce & Gabbana, lapiceras Mont Blanc, tacos altísimos, un exótico despacho y confesiones únicas. Aunque sus fallos no carecen nunca de repercusión, la jueza Patricia López Vergara pasó a la fama de la mano de sus excentricidades.
La glamorosa magistrada a cargo de Juzgado N° 2 en lo Contencioso, Administrativo y Tributario de la ciudad fue ayer una pieza clave: a la mañana ordenó al gobierno porteño que convoque a los gremios del subte y a Metrovías para destrabar el conflicto que desde hace una semana atormenta a Buenos Aires.
Se autodefine como "adicta a los perfumes y a las Mont Blanc" y una "apasionada del arte en todas sus manifestaciones". Su primera aparición pública fue en 2005, cuando ordenó clausurar el tesoro del Banco Ciudad para garantizar que ocho familias de cartoneros recibieran un subsidio de 3690 pesos. Causó mucho revuelo. Pero su última incursión mediática la colocó en minutos en el top ten de todas las redes sociales.
Cuando el 25 de junio se presentó ante las cámaras en la peatonal Florida en defensa de los cuestionados manteros para evitar su traslado a la plaza Roberto Arlt, su personal look deslumbró a todos. Sombrero de piel, tapado con animal print y unos altísimos zapatos de charol la transformaron en el personaje de la jornada.
Sin hacerse esperar, cientos de tweets y comentarios comenzaron a circular comentando el estilo fashion de la jueza preocupada por la suerte de los manteros.
"Aparte de que me encantan, los sombreros son una buena arma para cuando no tenés el pelo en condiciones", diría después, cuando se la consultó por su singular estilo.
Su despacho situado sobre la Avenida de Mayo es un tema aparte. Sillones recubiertos de pieles, banquetas tapizadas con animal print de leopardo, un banco indonesio con forma de mano, un teléfono en forma de stiletto rojo con lentejuelas, cuadros llenos de color, una colección de lapiceras Mont Blanc de la línea Divas, un grabado con reminiscencias de Alicia en el país de las maravillas, su libro preferido, un altar transformado en una biblioteca adornada con budas, alfombras persas, lámparas art déco y Tiffany son el escenario donde la magistrada medita sus fallos.
Al lado de la puerta de entrada, llaman la atención –sobre todo la atención femenina– decenas de perfumes franceses de las marcas más caras, acomodados en una mesa ratona.
"Los jueces tienen que trabajar en un ambiente lindo. Yo paso más horas acá que en mi casa", explicaba la jueza al semanario Democracia, en una entrevista publicada el mes pasado.
"Soy una apasionada de la pintura, de la música. Y en todos los aspectos de la vida, cuanto más sensible es un ser humano, mejor. En la Justicia necesitamos gente sensible", contó la magistrada al diario Crónica.
En la nota de Semanario, la excéntrica jueza advertía que se inspira en Alicia en el país de las maravillas y en Ulises, de James Joyce, para redactar sus sentencias.
Un enorme reloj Dolce &Gabbana con espejo para pintarse los labios y contundentes anillos con piedras preciosas relucen en sus manos.
López Vergara es profesora de la Universidad de Buenos Aires y fue integrante, durante dos años, del Consejo de la Magistratura.
Casada con un economista, sin hijos, la jueza decía que su vida se armó "con otras elecciones". "Me he preocupado mucho por trabajar mi interior, mi espiritualidad, no lo digo en sentido pomposo, lo digo en el sentido de que quien no trabaje un poco su adentro se va a conectar muy mal con el afuera, y un juez necesita, como todo ser humano, trabajar su espiritualidad y su interioridad", explicaba a Semanario.
La de ayer no fue la primera resolución que incomoda a Macri. La de los manteros no le cayó nada bien. En 2006, López Vergara frenó el descuento compulsivo del 1% del sueldo que se les hacía a los empleados del Banco Ciudad para derivarlo al gremio de los bancarios.
En julio de 2007 redactó dos fallos que tuvieron gran repercusión y la enfrentaron al por entonces jefe de gobierno, Jorge Telerman. Suspendió nuevos permisos de obra para la construcción de torres en 45 manzanas de Las Cañitas y Palermo y de otras 16 manzanas en Caballito. También obligó al estado porteño a pagar por seis meses más los subsidios a los 1600 sobrevivientes de la tragedia de Cromagnon.
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