Una guía para pensar el desorden
Lacan se me presenta como un antídoto vital contra la penosa estupidez que nos invade cotidianamente", sostiene el filósofo Alan Badiou en Jacques Lacan - Pasado Presente , libro recientemente editado que ofrece lúcidos diálogos entre Elisabeth Roudinesco y Badiou mismo alrededor de la vida y el pensamiento del psicoanalista francés.
Ella es historiadora y psicoanalista, y entre sus libros se encuentra la biografía más completa publicada hasta la fecha de Lacan. Badiou es considerado el último de los filósofos del Viejo Mundo empeñado en construir un sistema, como lo hicieron, en otra época, Hegel, Kant y Sartre. Juntos, y respetando las diferencias, emprenden una apasionante travesía por el universo lacaniano: ¿cuáles fueron sus posiciones políticas y filosóficas?; ¿qué lugar ocupan el amor y lo femenino en sus textos?; ¿cuál es su idea del sujeto?
Cada tema propuesto da pie a un intercambio de ideas que se expresa en forma clara, alejado de todo tecnicismo. Y éste es uno de los méritos más salientes del libro. Pero quizá lo más importante sea el intento de buscar un pensamiento fuerte en un mundo en el que la insignificancia avanza con paso firme.
No se trata, entonces, de las simplificaciones en las que a menudo se cae cuando se busca una normativa única que ofrezca respuestas a las cosas. Por el contrario, uno de los méritos de Lacan, y también de Badiou, es el de devolverle al ser humano su propia incertidumbre.
"Lacan sigue siendo un maestro decisivo -sostiene Badiou-, por la siguiente razón, que es de la mayor importancia: el mundo actual vive habitado por la incertidumbre, la desorientación, el espectro de la crisis permanente. Y es así como Lacan es un gran pensador del desorden."
En este escenario tan poco alentador, el pensamiento lacaniano apunta a no dejarse llevar ciegamente a la deriva, lo que significa no ceder al deseo propio. Ese imperativo ético es de gran actualidad. Ceder al deseo propio es participar del festival de un pensamiento débil y amorfo al mismo tiempo. Ya en 1953, Heidegger dicta un curso que después se convierte en libro, cuyo título es más que elocuente: "¿Qué significa pensar?". La primera conclusión a la que llega es que todavía no pensamos.
El pensamiento lacaniano, que tiene en Buenos Aires una enorme difusión, parte de una relectura de Freud. Pero su acercamiento al estructuralismo y a la lingüística pronto lo convierten en el vocero de una mirada propia, crítica de la fenomenología de Merleau Ponty y de la concepción del sujeto desarrollada por Sartre.
Lacan renuncia al sujeto reflexivo como centro de toda experiencia y habla de un sujeto escindido, expuesto al "discurso del otro". Las relaciones entre filosofía y psicoanálisis las explica Elisabeth Rudinesco: "Lacan se nutrió de filosofía e hizo que muchos filósofos asistieran a su seminario para elevar el nivel de los psicoanalistas, que, según él, estaban escasos de bagaje intelectual. Por medio de él, los psicoanalistas han redescubierto la filosofía y los intelectuales, el psicoanálisis, en una época en que esta disciplina estaba comprimida entre la psicología y la medicina".
En la actualidad, el psicoanálisis despierta las más enconadas pasiones. Casi siempre se lo ataca desde la ignorancia. Se le teme porque apunta a cierto orden de verdad que puede resultar insoportable para una sociedad que apuntala la mentira en sus más diversas formas.
Alan Badiou sostiene que la defensa del psicoanálisis es demasiado importante para abandonarla en manos de los psicoanalistas. Y no le falta razón. En un mundo donde casi todo puede comprarse o venderse y en el que las individualidades suelen ahogarse en la marea del lugar común y en las imposiciones sociales, que exista un dispositivo que valora la singularidad representa, más que una rareza, una verdadera revolución.
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