Thomas Pynchon en Villa Freud
Thomas Pynchon publicó nuevo opus en septiembre último. Bleeding Edge (el título, de difícil traducción, hace referencia a las tecnologías que se aplican antes de haber sido bien testeadas y, por lo tanto, implican riesgo) tiene como eje la burbuja financiera de Internet que se vivió a principios de milenio. Hashlingrz, una misteriosa firma dedicada a la seguridad informática, es el hilo de Ariadna de la novela que presenta como heroína a Maxine Tarnow, una investigadora de actividades fraudulentas. Baste con decir que Bleeding Edge, es la ficción declaradamente "neoyorquina" del escritor, que mediada la narración acontecen los atentados del 11 de septiembre y que la hipótesis principal de Maxine es que el CEO de la empresa habría desviado los dividendos de su especulación hacia grupos terroristas.
Pynchon está considerado como uno de los tempranos propulsores de la novela global o novela-sistema. Sus lectores locales habrán sido sensibles a las dispersas "conexiones argentinas" de más de un libro suyo. Las páginas "criollas" más apoteósicas se encuentran en El arco iris de la gravedad (1973), cuando unos argentinos toman un submarino alemán durante la Segunda Guerra Mundial. El grupo es liderado por un tal Squalidozzi, director de cine que planea filmar el Martín Fierro . Su cohorte gaucho-anarquista la integran, entre otros, El Ñato ( sic ) y Graciela Imago Portales. Pynchon no sólo se da el lujo de citar los primeros octosílabos del poema de Hernández. También reflexiona sobre sus condiciones históricas de producción y hasta le inventa a Borges un verso en español.
Es posible que esto no revele otra cosa que voracidad erudita y talento mimético: también los lectores malteses, sudafricanos o bosnios deben de quedarse con la impresión de que Pynchon conoce su cultura como pocos. En Bleeding Edge (que saldrá en castellano a fines de año) predominan la mafia rusa y el factor Medio Oriente, pero el escritor se permite, de manera inesperada, un par de brochazos que aluden a la Argentina. El primero, en una novela tan radicalmente política, quizá sea pertinente. El oscuro agente Nicholas Windust estuvo en Chile durante el golpe contra Allende y después de eso pasó la cordillera para participar de acciones encubiertas que se escudaban bajo la sigla TANGO. El segundo es más curioso. Por ahí se menta a Leopoldo, un lacaniano que por la crisis se vio obligado a dejar su práctica en Buenos Aires ("en el barrio de los psicoanalistas, conocido como Villa Freud") para trabajar en Nueva York. "La hiperinflación de Alfonsín, los despidos masivos de la era Menem-Cavallo, más los obedientes acuerdos de los regímenes con el FMI, deben de haberle parecido como la Ley paterna que sufre un ataque de furia frenética", se lee en una de las tantas líneas que le caben al personaje.
¿Existirá, al fin de cuentas, Thomas Pynchon? ¿No será la invención calculada de una logia de literatos? Frente a la precisión de algunas de sus descripciones quizás convenga trasvasar la paranoia de sus libros al día a día, pensarlo ubicuo, paseándose inadvertido, sin rostro, entre nosotros.