Se pudre todo y huyen despavoridos
La pucha, me fui una semana y cuando volví ya nada era igual. El domingo llegué a Ezeiza y me esperaba un auto oficial para llevarme directamente a un departamento espectacular en Puerto Madero. El chofer cruzó como una exhalación la ciudad porque la conducción de La Cámpora estaba que bramaba esperando para hablar conmigo. Yo no sabía qué pasaba. El recibimiento -es cierto que estos chicos nunca fueron un dechado de calidez- no pudo tener peor onda: "Acá se pudre todo y vos en Miami". De nada valieron mis excusas de que el viaje obedeció al creciente interés en Estados Unidos por conocer de primera mano las raíces profundas del milagro argentino.
"¿Cómo que se pudre todo?", pregunté, poniendo cara de idiota. Incluso, para ablandarlos, les conté que venía maravillado después de haber visto las fortunas que grandes empresarios de nuestro país estaban invirtiendo en proyectos inmobiliarios en Miami. "Es el derrame de la riqueza que hemos creado en estos diez años", dije.
El Cuervo Larroque, al que encontré demacrado, casi diría destruido y con el body language del que esconde información, me hizo un recuento de los problemas que habían surgido en mi ausencia. Insaurralde, que venía levantando en las encuestas, se estancó, y no hay forma de que eso no termine en un tremendo sopapo de Massa. El video de Cabandié fue una bomba neutrónica. Filmus va camino de una nueva derrota. El tramo final de la campaña fue el más violento en 30 años de democracia. El narcotráfico se enseñorea en el país. Ya no sabemos qué hacer para controlar la trepada del blue. Las reservas del Central se evaporan. Aumentan los precios. El blanqueo es un fracaso. Y después de haber hecho un culto de vivir con lo nuestro, nos estamos arrodillando ante el Ciadi con tal de que algún día vuelva a entrar algún dólar.
"Bueno, bueno -lo interrumpí-. OK, se pudre todo. Pero si me llamaron es porque tienen un plan y me lo quieren contar. Los escucho."
Nada de plan. Siguieron los lamentos, bajando a los detalles. Contaron que Insaurralde, siempre arrastrado por Scioli, estaba a punto de lanzar la mayor apuesta de su campaña, el desafío con el que se proponía convencer a las masas: una foto besándose con Jesica Cirio. Sutil cambio de estrategia: del apretón de manos con el Papa, antes de las primarias, a los picos con Jesica. Horas después, la tierna imagen de los arrumacos había sido distribuida en todas las revistas del corazón. "¿Te das cuenta? -bramó Wado De Pedro, los ojos llenos de lágrimas-. ¿Vos creés que Néstor murió y Cristina está dejando el pellejo para que la suerte de nuestra revolución dependa de las curvas de la Cirio?"
Lo mismo con la violencia. Además de los casos conocidos, relataron que en Santa Cruz (¡en Santa Cruz!, que es como decir Tierra Santa), por orden del gobierno nacional se usaron tanques del Ejército para desalojar a unos 80 vecinos -casi todos, gente mayor- que habían ocupado unos terrenos. ¡La indignación de mis jefes de La Cámpora! Gritaron: "¡Lindo progresismo, lindos derechos humanos: corremos a 80 viejitos con tanques de guerra!" Yo, componedor, arrimé una explicación. Dije que seguramente se trataba de un grupo destituyente. Y más si eran viejos, es decir, gente criada bajo una cultura golpista. ¿O ustedes se creen -me entusiasmé- que todos los fachos son redimibles como Berni y como Milani?
Pero no había caso. Eran pálidas tras pálidas. Lo de Cabandié, un hijo de desaparecidos que hace echar a una agente de tránsito para no pagar una multa, lo veían como una lápida sobre la reivindicación de los gloriosos años 70. Los insté a desdramatizar. Cabandié es el mismo que propuso hacer una estatua de Maradona y que ve pececitos de colores en el Riachuelo. Quiero decir: es un tipo que nadie se toma en serio. Si yo detestase a los porteños como los detesta Cristina, porque no la votan, haría lo mismo que ella: les mandaría a Cabandié.
De Filmus dijeron ironías espantosas, como que nunca se presenta a una elección si no le garantizan que va a perder; de Boudou y Moreno, que habría que mandarlos a una misión de Greenpeace a Rusia; de Randazzo, que debería intentar que los trenes no choquen, y no poner camaritas en la cabina para ver mejor los choques; de Timerman, que ya tienen pensado el castigo: lo van a hacer embajador en Irán, y de Scioli, que en la intimidad le dicen tiroides de la Presidenta: es un falso positivo.
Llevábamos un rato largo hablando y no había oído más que un rosario de lamentos. Insistí: para qué me habían llamado. ¿Querían pedirme que escribiera un discurso épico para el cierre de campaña de Insaurralde? ¿Que fuera a Olivos a preparar a la señora para el peor escenario? ¿Estaban pensando en que aprovechara esta columna de hoy para burlar la veda electoral con anuncios rimbombantes tipo "Dólar blue para Todos", la estatización de Puerto Madero o la democratización de 6,7,8 ?
Nada de eso. El Cuervo Larroque no se anduvo con vueltas: "Mirá, queríamos verte porque esto huele a fin de ciclo y estamos pensando en el futuro; digamos, en nuestro futuro. ¿Cómo es eso de las inversiones inmobiliarias en Miami?"
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