Sabíamos que la tragedia de Lucas se podía volver a repetir
Lo primero que sentí al conocer la noticia de esta nueva tragedia ferroviaria fue mucho dolor. También mucha bronca porque sabíamos que podía suceder. Lo sabemos porque estamos en contacto con los usuarios. Lo sabemos cada vez que subimos a un tren. No se tomaron las medidas para evitar que la tragedia se repita.
Llegué a Castelar y reviví el 22 de febrero de 2012. Ambulancias, gente desesperada, formaciones corroídas y hechas un acordeón, bomberos rescatando personas de los vagones, perros buscando víctimas.
Las imágenes que se vieron de las formaciones mostraron trenes a los que les falta mantenimiento, en condiciones deplorables. Quienes viajamos en esos mismos trenes conocemos la situación, somos testigos, lo vemos a diario, nadie nos contó esa realidad. Por eso sabíamos que la tragedia de Once se podía repetir.
Y se repitió. Hoy hablamos de "la tragedia de Castelar", pero desde el 22 de febrero de 2012 hasta hoy hubo infinidad de incidentes, en el Sarmiento y otros trenes, a los que no se les dio trascendencia simplemente porque no hubo víctimas fatales. Los accidentes se sucedían, sólo que no se los quería ver. Una vez más hablamos de una tragedia anunciada.
Nada ha cambiado desde el 22 de febrero de 2012. Las circunstancias son las mismas que marcaron la tragedia de Once. Los funcionarios también son los mismos, por lo tanto, las justificaciones que dan también son las mismas. Una vez más nos toca escuchar que se responsabiliza al motorman, cuando en las condiciones que se le exigen a un servicio público el sistema debería estar preparado para subsanar cualquier error humano. Es muy importante dejar claro que no se le puede adjudicar la responsabilidad de algo así al maquinista cuando las fallas estructurales son las que, en todo caso, dan lugar a que un error humano se convierta en una tragedia. Si el sistema funcionara como se debe, ninguna falla humana ocasionaría una tragedia. Eso es algo que quienes padecimos Once lo aprendimos muy bien.
Y los familiares de las víctimas no sólo aprendimos eso. Cuando me preguntan qué se debería hacer para evitar un día como el de ayer, siempre respondo que un buen primer paso sería que los funcionarios acepten su responsabilidad, porque cuando se acepta la responsabilidad, se empieza a buscar soluciones. De lo contrario, se dice que hay víctimas porque es día laborable, o porque el motorman no hizo bien su trabajo, cosas que sólo sirven para sacarse el tema de encima. Se creen su propio relato, su propio invento, y cuando la tragedia hace explotar la fantasía, no saben qué hacer. O sí: pretenden que los plasmas, como los que instalaron en la plaza Once, eviten muertes.
Para que estas tragedias no ocurran se necesitan cambios estructurales. Los plasmas no evitan muertes. Mientras las condiciones sean las mismas, los trenes sigan igual de deplorables, las refacciones se las pida a empresarios corruptos y la política -en este caso, la ferroviaria– atienda a las necesidades de los políticos y no a las de los usuarios de los trenes... ¿cómo no pensar, aunque no se quiera, que las tragedias ferroviarias se pueden repetir?
La tragedia de Castelar ocurrió por la mañana y hasta el mediodía los trenes seguían circulando. No se cuida al usuario. Sería bueno saber en qué pensaban los funcionarios durante esas horas.
Los familiares de esta nueva tragedia deben ser acompañados, respetados, considerados. Son golpes demasiado fuertes. Espero sinceramente que reciban la ayuda que no hemos recibido nosotros.
En nombre de todos los familiares de Once, quiero decirles que estamos a su disposición y les expresamos nuestra entera solidaridad. Lamentablemente, nuestro dolor y nuestra lucha no lograron evitar que se repitan muertes.
De nuevo queda de manifiesto lo que desde hace más de un año venimos denunciando: la realidad del tren Sarmiento no es la de los spots publicitarios. Espero que los ineptos responsables políticos de esta nueva tragedia den un paso al costado.