Refutación a Jorge Lanata sobre las Malvinas
Nunca hemos sido amigos con Jorge Lanata, pero siempre respeté su trabajo como periodista e incluso como escritor y tuve siempre la sensación de que él también respeta mi labor. Hemos conversado sólo un par de veces, cuando dirigía Página/12 y yo era columnista, y siempre en un tono respetuoso y muy cordial. Nada ha cambiado de mi parte, al respecto, y lo aclaro de entrada porque a propósito de sus consideraciones en el diario Perfil, me siento en el deber de decirle que me parece que está muy equivocado.
En primer lugar respecto de que "pensar en la Argentina se parece a un delito", lo cual no es verdad y su labor, como la mía y la de centenares, miles de colegas que en este país diariamente dicen y escriben lo que se les ocurre y antoja, lo prueba con creces. Y también respecto de Malvinas en particular, asunto sobre el que sus opiniones e ironías me parecen desafortunadas. Y conste que no pronuncio ni escribo calificativo alguno. No pienso que Lanata sea ni cipayo ni vendepatria, ni ninguna de esas categorías lapidarias que sólo sirven para cerrar los debates.
Es cierto que, como él dice, necesitamos "integrar a las islas, no aislarlas". Pero eso ahora es imposible, y él lo sabe.
Es cierto que, como él dice, necesitamos "integrar a las islas, no aislarlas". Pero eso ahora es imposible, y él lo sabe. Como sabe que no por afán de integración los argentinos debemos renunciar a los derechos que históricamente nos asisten. Y no por integrar a los malvinenses tendríamos que ceder en los reclamos. Los cuales, afortunadamente, en estos días son pacíficos, racionales y basados en argumentos y derechos que son parte de nuestra historia. El aislamiento de los isleños no resulta obra de nuestros gobiernos sino que es un hecho incontestable. Y es que son una isla.
Lanata dice también que: "Tenemos que afrontar el hecho de que hemos perdido la guerra, Malvinas ya no es parte de Argentina (...) es parte de nuestra imaginación. Estamos tan cegados por los años de retórica que no podemos ver la realidad". Lo que es una verdad a medias, porque si bien es obvio que perdimos aquella infortunada guerra y eso hace que, de hecho, no sean "parte de Argentina", no por eso son un deseo imaginario de nuestro pueblo. No dudo de que Lanata sabe lo que ese tipo de deseos producen, como no dudo que en el imaginario colectivo argentino hay conciencia de la derrota, pero también de que el derecho internacional nos asiste y que la conducción actual del reclamo es la mejor de las posibles, y por eso nuestro país está recibiendo las adhesiones que recibe.
Pienso, con todo respeto, que acaso sean Lanata y muchos otros opositores al kirchnerismo los que están "tan cegados por los años de retórica que no pueden ver la realidad".
Pienso, con todo respeto, que acaso sean Lanata y muchos otros opositores al kirchnerismo los que están "tan cegados por los años de retórica que no pueden ver la realidad". De hecho sus calificativos estarían avalando esta hipótesis, porque sostener que: "La política de Argentina hacia las Malvinas es una locura, errática y sin sentido" es, por lo menos, una exageración. Porque se pueden perfectamente discutir las decisiones presidenciales —y yo cuestiono algunas desde siempre, y acabo de enumerarlas en mi libro "Cartas a Cristina"— como también se podrían cuestionar las relaciones exteriores, la economía y muchos etcéteras. Pero, ¿locura? Ésa sí es una acusación retórica. Y precisamente "errática" no es esta política, que interpreta a cabalidad lo que piensa y siente y quiere respecto de Malvinas la inmensa mayoría de los argentinos, como lo prueban encuestas recientes.
Es claro que se podría cuestionar también ese sentimiento mayoritario, que no por serlo implica que sea acertado, desde ya. Pero la política del gobierno actual respecto de Malvinas no es para nada errática, ni mucho menos "sin sentido". Podrá no gustarle a Lanata el sentido que tiene, que es otra cosa, como es obvio que no le gusta a algunos medios y a algunos políticos. Pero no es cierto que la política argentina hacia las Malvinas "es una locura, errática y sin sentido". Todo lo contrario. En todo caso lo fue cuando el 2 de abril de hace treinta años, y por eso yo siempre pensé que era, y es, ridículo mantener esa fecha como efeméride. Y tambien lo fue cuando los ositos Winnie Pooh de Menem y Guido Di Tella. Y lo fue las infinitas veces en que, ya en democracia, la posición argentina lució indefinida.
Pero ahora hay un reclamo que respeta la tragedia de 1982 y se acerca bastante a la verdad histórica; y que no se presta a locuras como el guerrerismo de opereta que está proponiendo el señor Cameron y que parecen celebrar algunos medios y periodistas argentinos, para mí inexplicablemente.
Yo diría que es por eso, sólo por eso y no porque lo dispongan la Presidenta y el Canciller, que por primera vez en decenios la posición argentina respecto de Malvinas es avalada por la mayoría de nuestro pueblo y apoyada con inusual solidez por muchos gobiernos y pueblos hermanos. El apoyo que hoy tiene esta causa argentina, dentro y fuera, se debe precisamente a la sensatez, firmeza y sentido que por primera vez tiene esta política de estado.
A mí me parece que, dada la trascendencia histórica del asunto, y el respeto que nos merece la inmolación de 649 compatriotas, no está bien frivolizar la cuestión.
A mí me parece que, dada la trascendencia histórica del asunto, y el respeto que nos merece la inmolación de 649 compatriotas, no está bien frivolizar la cuestión. Por eso Lanata se equivoca también, en mi opinión, con esa chicana de fusilar a los malvinenses o darles planes trabajar o tarjetas SUBE.
Y además se dice fácil que "hay que poblar Malvinas, integrarlas: médicos argentinos trabajando en sus hospitales, malvinenses estudiando en Río Gallegos, trabajadores temporales en uno y otro lado". Lanata sabe perfectamente que en el estado actual del conflicto, y en particular desde la disparatada invasión que improvisaron los dictadores, eso es imposible. Tanto que, justamente, la única posibilidad de que todo eso se consiga será logrando que Inglaterra se siente de una vez a negociar.
No puedo creer que Lanata no vea esto, porque sé de su inteligencia y agudeza. En todo caso, parafraseándolo, me parece que está tan cegado que no puede ver la realidad. Si no, debatiría este asunto con la altura que el asunto merece.