Premiar el rescate del pasado
La justificación del Premio que se otorgó el año último para las mejores intervenciones realizadas en el casco histórico de la ciudad se comprende de inmediato al ver in situcada una de las obras distinguidas. Ellas se explican por sí mismas.
En efecto, la observación -y el disfrute- de lo que prestigiosos arquitectos lograron obtener sin alterar de manera notoria la envolvente de los edificios preexistentes permite comprobar, primero, la notable creatividad de esos colegas; luego, la versatilidad de construcciones que acumulan muchas décadas, con un lenguaje que revela bellas proporciones y cualidades espaciales, y por fin, las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías aplicadas con inteligencia y respeto.
Estamos seguros de la pertinencia de las distinciones, incluso desde un punto de vista utilitario. Porque, en efecto, muchos empresarios o artistas, o arquitectos, a la hora de pensar en concretar una aspiración proyectual en tiempo y forma, advertirán que es más provechoso usar una construcción existente para adecuarla a las nuevas funciones propuestas, que buscar un terreno apto o una vieja construcción no protegida para demolerla y emprender una nueva obra. Es más ponderable desde la óptica de la sustentabilidad y de la economía de medios.
Las intervenciones abarcan diversas temáticas: viviendas, hoteles, un cerramiento moderno en un edificio emblemático; una fundación cultural y un museo. Ya son varios los interesados en presentarse este año para una competencia similar.
Porque queda demostrado que el casco histórico busca darle nueva vida a construcciones señeras y no embalsamarlas manteniendo sólo edificios vacíos.