Obama y Romney, ante el desafío de hacer campaña sin que se note mucho
MIAMI- Tanto esfuerzo por identificar las motivaciones de los indecisos para que llegara el "votante más inesperado" y lo diera vuelta todo. Bautizado ya de esa manera, el catastrófico paso del huracán Sandy alteró la campaña electoral de Estados Unidos y la duda, ahora, es hasta qué punto puede afectar su resultado.
"Nadie tiene la menor idea", ironizó ayer el sardónico columnista de The Washington Post Dana Milbank, al comentar lo inusitada de la situación y su dolorosa persistencia, cuando falta menos de una semana para las elecciones del 6 de noviembre.
Curar las heridas del vendaval llevará varios días y, en algunos casos, ni siquiera eso: no son curables.
Sin embargo, por lo pronto y en plena crisis, los dos equipos de campaña, el demócrata y el republicano, saben que no es lo mismo el impacto de una emergencia cuando apenas se desata que cuando acumula días y la impaciencia de quienes la padecen se multiplica.
Con todo eso en mente, se multiplicaron las hipótesis sobre cómo el "votante inesperado" podría alterar el resultado de la carrera por la Casa Blanca. Todas ellas muy bien fundadas, pero, en muchos casos, contradictorias.
La primera impresión es que esto favorece al presidente, porque le permite mostrar posición de liderazgo en una situación extrema. Pero no está tan claro. El menor error y, sobre todo, la primera chispa de impaciencia social ante soluciones que no llegan también potenciarán su efecto en sentido inverso.
La brutalidad del golpe llevó a considerar alternativas impensadas. "¿Habrá que postergar las elecciones?", conjeturó, por caso, a toda página, el reconocido sitio de Internet Politico. Por entonces, el viento borraba hasta las ideas y entre legisladores hubo quienes admitieron que la posibilidad era digna de considerarse.
Modificaciones obligadas
"Lo que es evidente es que la brutalidad de la tormenta y su enorme impacto obligan ahora al presidente y al ex gobernadora hacer política sin que se note que lo están haciendo", dijo a LA NACION Richard Calhoum, de la Universidad de Colorado en Denver.
"Hacer proselitismo en la manera tradicional podría ser riesgoso", subrayó. Como en el fútbol después de la lluvia, el campo ahora es otro y cada contendiente debe adaptar su estrategia para no cometer errores imperdonables, porque la recta final de cara a la elección ingresó ya en su última semana.
Con todo, la coincidencia, ayer, era la ya citada a favor del presidente. "Si maneja bien la crisis, tendrá la impensada posibilidad de mostrar muy en caliente todos los aspectos del buen líder en una posición extrema", añadió Calhoum.
Del otro lado, su contendiente, el republicano Mitt Romney, está inicialmente forzado a permanecer en una posición más pasiva. Con las encuestas marcando un final "cabeza a cabeza", la pasividad no es una alternativa.
Incomodidad
Su equipo de campaña monitoreaba el terreno para poder hacer "transición" sin riesgo y volver a la campaña sin sonar insensible. El citado "hacer política sin que se note". Lo que teme su campaña es lo que aquí pasó a denominarse "una pantalla de televisión dividida". Esto es, una toma en la que parte de la pantalla muestre al candidato dando discursos y la otra, la inundación.
Nadie en el equipo republicano quiere eso, pero también son conscientes de que no tienen más tiempo. Ayer Romney volvió a aparecer en Ohio con un raro discurso de "solidaridad con las víctimas" en un estado donde el temporal no arreció.
No es ésa su única incomodidad. La otra es de naturaleza argumental. Romney se había mostrado a favor de desmembrar el servicio de emergencia civil norteamericano (FEMA, por sus siglas en inglés) por entender que era "demasiado gasto estatal".
El organismo se mostró efectivo en estas 48 horas de emergencia, por lo que es posible que Romney no vuelva a tocar el tema.
En emergencia, es difícil atacarse. Los republicanos ayer no encontraban el modo de cuestionar el "derroche" de Obama, que el domingo por la noche, ya con la alerta de tormenta encima, se desplazó inútilmente hasta esta ciudad para hacer proselitismo. La meteorología lo forzó a regresar a Washington apenas había aterrizado en Florida.
Uno y otro buscan alternativas. El ex presidente demócrata Bill Clinton empezó a "representar" a Obama en los lugares donde él no puede estar, forzado por la emergencia.
Romney, por su parte, no puede ni pensar en que su predecesor le dé una mano: lo último que quiere es aparecer junto a George W. Bush, la imagen viva del desastre del huracán Katrina.
Apenas seis días antes de la elección, Sandy obligó a cambiar el juego y, por ahora, Obama parece confiado en su estrategia.