No, señor, la Tierra no es redonda
Durante mis vacaciones estuve releyendo La rama dorada, la célebre obra sobre magia y religión de J. G. Frazer (la versión abreviada, del Fondo de Cultura Económica, en su edición de 1980), y, tal vez por aquello de la sincronicidad, me llegó la noticia de que el terraplanismo había recobrado algo del vigor que supo tener en épocas más ingenuas. Por si también estuvieron de vacaciones, aclararé que los terraplanistas sostienen que nuestro planeta es, bueno, plano.
Tal como lo define la geometría, un plano tiene solo dos dimensiones, lo que constituye el principal problema teórico, si me permiten el abuso de diplomacia, de este dogma. Es decir, los planos no existen. Son formas geométricas abstractas que en nuestro espacio irremediablemente tridimensional no podrían habitar; en este mundo no hay nada de grosor cero, por así decir. En Flatland, el delicioso librito de Edwin Abbott Abbott, sería diferente. Pero aquí, mal que nos pese, no.
Así que, en resumidas cuentas, para los terraplanistas, la Tierra, por ser un plano, simplemente no existe. Es un objeto ideal.
Está bien, es cierto, usan el término con escasa vocación geométrica, lo que no asombra en absoluto, y lo que parecen querer decir es que el mundo es chato. Como una pizza, pongamos. Me gustaría detenerme en este punto, porque es bastante importante.
De a pie, por donde se la mire, es evidente que la Tierra es plana (plana en el sentido pizza, no en el geométrico). Por mucho que uno gaste suelas, no verá sino una superficie chata, adornada aquí y allá por montañas, ríos, océanos y anfractuosidades varias. Pero no una esfera. Así que no hay mucho que discutir. Las cosas como son. El sol sale por el este y por lo tanto la Tierra no solo es plana, sino que además está inmóvil. ¿O acaso alguien percibe su rotación? ¿Su traslación? Nada. El aire es invisible. Ergo, no existe.
Quizá fue Pitágoras -sí, el del teorema- quien primero propuso la idea de que la Tierra era esférica, 2600 años atrás. Aristóteles aportó luego pruebas de peso. Eratóstenes midió con notable precisión su circunferencia. Tres locos. O tres conspiradores. Porque, según entiendo, los terraplanistas sostienen que la afirmación de que la Tierra es redonda se basa en una monumental conspiración para ocultar el hecho (evidente, insisto) de que este mundo es como un plato playo. Al respecto, me gustaría observar dos asuntos.
Primero, es una táctica medular de los fundamentalismos el recurrir a las conspiraciones, toda vez que se quedan sin argumentos racionales o pruebas irrefutables.
Segundo, muchachos, en serio, hay temas mucho más importantes para forjar una conspiración. Quiero decir, ¿se imaginan a los grandes científicos, astrónomos y líderes de todas la naciones confabulando a puertas cerradas para ocultar el hecho de que la Tierra es plana? A la mayoría de las personas les importa un pepino en vinagre si es plana. Tenemos problemas mucho, pero mucho más serios y urgentes.
No obstante, créase o no, hay algo en lo que el colectivo terraplanista tiene razón. Lo pondré en estos términos. Su dogma consiste de dos partes. La primera asegura que eso de que la Tierra es redonda es una patraña. La segunda sostiene que, por el contrario, es plana. Es aquí donde meten la pata. Nuestro planeta tiene el aspecto de ser plano del mismo modo que el Sol parece moverse en el cielo. Son formas mágicas de razonar basadas en la creencia de que solo lo que se observa es lo que es. No, la Tierra no es plana, sí se mueve y el aire, por fortuna, está ahí.
Pero en la primera parte aciertan, aunque, me imagino, sin proponérselo. Porque la Tierra no es redonda. No es una esfera. Tiene una forma muy especial llamada geoide (o esferoide oblato); es decir, una esfera levemente achatada en los polos. Como siempre digo, hasta en los lugares más inverosímiles se puede aprender algo nuevo. Salvo, claro, que seas muy chato.