Monos traidores y chivos expiatorios
Observar a algunos animales nos puede ayudar a pensar en la Patria que tenemos y que supimos conseguir. Hay una imagen muy conocida de tres simpáticos monos sentados, cada uno tapándose algo distinto en la cabeza: los ojos, la boca, los oídos. Reflejan con ironía -tal vez cinismo- la actitud humana ante la realidad.
El autor de El Principito escribió: "Lo esencial es invisible a los ojos". Se refería al ámbito espiritual, a aquellos valores y cuestiones trascendentales. Pero la pobreza no es invisible. Nuestros hermanos pobres, vagabundos, desnutridos, sin vivienda, drogadictos, alcohólicos, enfermos? todos los que sufren en su carne no son invisibles a los ojos. Es esencial que los miremos. Las manos del egoísmo nos impiden mirar lo que pasa muy cerca de nosotros. Corremos el riesgo de tener "mirada selectiva". ¿Nadie vio las pistas clandestinas en Formosa? ¿No son visibles los lugares donde se vende droga? ¿No se ve que muchos de los que ingresan a los bingos, casinos o máquinas tragamonedas son pobres?
El reclamo de mayor justicia, de diálogo en la sociedad, es un grito, un clamor popular. Crece la demanda de mayor transparencia y de combate decidido -decidir implica ver, determinar y resolver con firmeza de carácter- a la corrupción que desvía los dineros del pueblo hacia beneficios personales o de un sector. Los casos abundan lamentablemente, ¿verdad? También son muchas las voces que se alzan pidiendo decisión para perseguir a los traficantes de la muerte que lucran con la vida de nuestros jóvenes; a los que secuestran y torturan niñas, niños, adolescentes y jóvenes para explotarlos sexualmente. Una imagen bíblica nos representa esta situación: cuando Caín mató a Abel, "Dios le preguntó: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y Caín respondió: "No lo sé. ¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?". Y dijo Dios: "La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo".
Caín se hizo el sordo. Hoy diríamos que se hizo el gil, el otario. Disimuló ante el clamor de la sangre. En estos tiempos que corren muchos caminan como si tuvieran los auriculares del mp3 al mango y no escuchan. Después, cuando las papas queman o la leche ya se derramó ponen cara de nada, se encogen de hombros -¿se encogen los hombres?- y dicen "me hubieras avisado antes y daba una mano".
Nos quedamos callados. Ante el atropello, la injusticia con algún compañero de trabajo, el avance del lavado de dinero, el guante blanco que recauda plata a pala llena, mientras que unas pocas monedas van a las manos callosas del trabajador. "En boca cerrada no entran moscas." Un refrán o un programa de vida. Hablar palabras elegantes, decir lo que es "políticamente correcto". Nada de verdades que puedan incomodar o enojar a quien tiene el poder. Si decís pavadas, todo bien. Si hablás cosas importantes, sos un pesado, mala onda.
Cada tanto vuelve a aparecer la propuesta de bajar la edad de imputabilidad ante delitos cometidos por adolescentes. Un chico de 16 años drogado mata a un papá de familia. Me pregunto: ¿y si la droga que consumió bajó en la pista de Formosa, propiedad de un concejal? ¿Y si pasó como alambre caído varios controles en la ruta? ¿Y quién le vendió el arma por 50 pesos? ¿Y quién lo inició en el consumo? ¿Y quiénes no supieron mantenerlo en el ámbito educativo? ¿Y quiénes no se ocuparon de su familia? ¿Y quién se emborrachó en su casa y lo golpeó de chico?
Un dedo, solo un dedo pequeño y delgado apretó el gatillo. Pero hubo una larga cadena de muchos eslabones que hizo fuerza para disparar el arma. ¿Le vamos a dar toda la culpa al último eslabón?
Muchas indiferencias y manos traidoras a la patria dispararon también. El problema no es la edad. Hay muchas manos que nos dirigen que son ciegas, sordas y mudas. Son cómplices necesarios, sicarios de la muerte. "Nada hay más peligroso que un necio con poder", afirmaba el padre Leonardo Castellani, y el refrán popular lo escribe en letras de molde: "Más peligroso que mono con navaja".
Si queremos frenar el delito hemos de trabajar en sus raíces. Sólo con más familia, más escuela, más trabajo, más deporte, más amigos, se lograrán pasos importantes. Nietzsche escribió una vez: "Los monos son demasiado buenos como para que los hombres descendamos de ellos". Yo no lo creo, pero a veces?
En las culturas antiguas se utilizaba la costumbre -casi ritual- de utilizar un "chivo expiatorio". Al animal se le hacía cargo de los males de la sociedad -sequía, pestes, guerra, hambre- y se lo enviaba al destierro o se lo mataba. Muchas culturas han tenido estas prácticas, pero hace siglos se ha dejado de lado en la mayoría de las regiones del planeta. Aunque pareciera que nuestra sociedad, sin aceptarlo, está volviendo a esas costumbres primitivas? Involución, ¿te suena como proceso social y cultural?
A los adolescentes pobres les echamos la culpa de los problemas de seguridad de la sociedad. De modo un poco primitivo nos apasionamos y gritamos, insultamos y nos volvemos xenófobos, vociferamos y señalamos con el dedo: ¡Ellos! ¡Ellos son los culpables! ¡A la cárcel! ¡Que nos los saquen de encima! Y que los encierren bien lejos para que no amenacen nunca más nuestras tibias viditas tibias.
Sin embargo, esta misma sociedad es por demás tolerante con quienes cargan un sobreprecio del 20% en la obra pública, con los que consumen sexo esclavo o infantil, con los que se enriquecen ilícitamente, con los que venden mercadería robada, con los que evaden impuestos, con los que bastardean la dignidad de la mujer transformándola en objeto de consumo obsceno?
Muchos monos traidores con sus cualidades organolépticas adulteradas ad hoc disponen sobre nuestras vidas y juegan con nuestros bienes, nuestro futuro, nuestros sueños. A empecinados monos traidores se les opone una sociedad entera con buenas razones para la esperanza. Yo no quiero vivir en el Planeta de los Simios. ¿Y vos? ¿En qué país querés vivir?
© La Nacion
Obispo de Gualeguaychú y titular de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.