Medio millón de libros entre las llamas
El recuento de lo perdido estremece: una edición del Quijote de 1860 ilustrada por Doré, todos los libros referidos a la Biblia, los volúmenes correspondientes a la sección de biografías de la H a la K, la historia del teatro, todo Shakespeare. Hay más. O no lo hay: es apenas una pequeña muestra -suficiente- del tesoro que devoraron las llamas el 29 de abril de 1986 cuando ardió la Biblioteca Central de Los Ángeles. El mundo estaba mirando hacia otra parte (transcurría en esos días la tragedia de Chernobyl), de modo que la noticia ocupó en los medios menos espacio del que merecía. Susan Orlean, colaboradora de The New Yorker desde hace tres décadas, investigó el caso y el resultado es una suerte de tributo a las bibliotecas, los libros y sus lectores:La biblioteca en llamas (Planeta).
En Farenheit 451, Bradbury cuenta la historia de Montag, un bombero cuya tarea es incinerar libros. Hastiado de ese propósito, cierto día se une a un grupo de personas que memorizan libros para que estos no caigan en el olvido. Memoria y olvido, anverso y reverso de lo que somos.