Las suecas
Podría definirse como una mezcla de inocencia y libertad, y asociarse a una cierta pureza racial identificada como "la vikinga
En el mundo latino, una mujer rubia, espigada y de ojos claros corresponde a la clase alta. Y si se trata de una muñeca de 17 años, cuya piel adquiere bajo el sol un delicado color galletita, y en cuyos brazos ondea un finísimo vello blanco, entonces es el súmmum: una de esas criaturas de sueño, destinadas a la gran vida, celosamente custodiadas por los padres para que no caigan en manos de "un cualquiera".
Casi todos los pueblos nórdicos presentan ese biotipo, aunque la imagen está firmemente anclada en el renombre de las suecas. Obvio: también nuestra muy argentina y misionera Ingrid Grudke puede considerarse "una sueca", pero este es un país donde todas las paradojas etnográficas son posibles.
En los años 60 llegaron a España las turistas alemanas, inglesas, francesas, suizas, austríacas, pero todo el mundo hablaba de "las suecas".
Es que la mujer sueca tiene algo especial: podría definirse como una mezcla de inocencia y libertad, y asociarse a una cierta pureza racial identificada como "la vikinga".
Es que la mujer sueca tiene algo especial: podría definirse como una mezcla de inocencia y libertad, y asociarse a una cierta pureza racial identificada como "la vikinga". Es de una belleza exquisita, que suele marchitarse a partir de los 25-30 años, pero esto es común en las mujeres y hombres de cualquier nacionalidad.
Las primeras suecas famosas de la Argentina, cuando todavía no habían llegado las audaces películas suecas, plenas de rubias desnudas y libertades personales, fueron Ewy Rosqwist y Ursula Wirth, que acudieron a competir en el Gran Premio de Turismo de la Argentina. El TC era por entonces un mundo de hombres, donde dominaban los hermanos Emiliozzi, los Gálvez, los Oscar Cabalén. Cordobeses, chacareros de la provincia, tuercas fanáticos de otras regiones, los hinchas de este deporte de masas no podían concebir que un par de mujeres (y tan luego, forasteras suecas) se atrevieran a competir con nuestros pilotos, que además corrían en caminos imprevisibles, donde eran expertos baqueanos. Sin embargo, Ewy y Ursula vencieron a todos. Y se fueron.
Ewy escribió, después del Gran Premio de 1962, un libro titulado A través del Infierno. Por lo visto, a pesar de su triunfo, la experiencia no le resultó tan agradable. En fin, nada más supimos de aquellas dos suecas. Ewy estaba casada con el barón Wilhelm Von Korff, ejecutivo de la Mercedes Benz, detalle que a lo mejor le facilitó la carrera deportiva, pero no dudamos de que era una piloto de alta capacidad.
El potencial erótico de la sueca (según la leyenda) radica en su libertad absoluta y su desarmante belleza
Otra visión de las suecas (más bien de las rubias nórdicas, en general, delgadas y perfectas) se vio en Pane e Ciocolatta donde Nino Manfredi, un trabajador italiano radicado en Suiza, espiaba el baño nudista de unas ninfas de ojos celestes y sus amigos en un lago, con sus cuerpos esbeltos y su pelo lacio. Era la desnudez de los Dioses, atisbada por un hombre de clase inferior, casi de otra especie: un hirsuto obrero napolitano.
El potencial erótico de la sueca (según la leyenda) radica en su libertad absoluta y su desarmante belleza. Como Nino Manfredi, las vemos al nivel de Diosas. Algunas anécdotas han contribuido a la leyenda: el gran cómico inglés Peter Sellers se casó con la infartante Britt Ekland y, efectivamente, sufrió un infarto de miocardio que le costó la vida. Una cosa puede no tener que ver con la otra pero, en el mundo de la leyenda, todo suma.
La chica del momento en la Argentina es Alexandra Larsson, más conocida como "La Sueca". Llamó la atención por su belleza y su simpatía en el programa de Jorge Lanata (a quien bautizó Señor Lanato, en su irresistible media lengua de extranjería) y luego fue el boom de ShowMatch, con el entusiasta patrocinio de Marcelo Tinelli, que la hizo jugar al "fulbito" en bikini y destrozó las mediciones.
Entre tanto, un escandalete farandulero vino a redondear el año 2012: existía, al decir de los chismes de pasillo y columnas indiscretas, un video reservado, donde "la sueca" tenía sexo con tres muchachos argentinos. Un canalla cualquiera (acá tenemos de todos los colores) exigía algo así como 100.000 dólares para no publicar el video.
Finalmente: el video no se vio, el dinero no se pagó y el público redobló su amor por la sueca.
Ella sigue igual que cuando llegó. Cándida, limpia, dulce, inteligente y sin malicia. "Los suecos y los argentinos son gente muy diferente entre sí...¡Más distintos no pueden ser! Pero a la vez tienen algo en común. Yo comprendo que soy aquí, sencillamente, la chica del momento, y que esto pronto pasará. Es que una rubia alta y delgada para ustedes es algo raro, mientras que en mi país yo soy una más. Todas las chicas suecas somos iguales. Por eso me gustan los argentinos, bien latinos y bien morenos".
Así dijo Alexandra Larsson, la Sueca, en un año que le pertenece.
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